Pérez de Zambrana, olvidada en la gran poesía de Hispanoamérica (I)
¡Oh, Cuba! Si en mi pecho se apagara
tan sagrada ternura y olvidara
esta historia de amor, hasta el don de sentir me negaría,
pues quien no ama a la patria, ¡Oh Cuba mía!
No tiene corazón.
Luisa Pérez de Zambrana
Gina Picart
Hablar
de Luisa Pérez de Zambrana es volver la mirada a ese mundo de poetisas
cubanas donde nombres, como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Juana
Borrero, Dulce María Loynaz y otras que no es posible enumerar en tan
breve espacio, crearon entre todas, aún sin haber coincidido en el
tiempo, un universo de delicadeza, extraordinaria fineza de sentimientos
y, curiosamente, de una sensibilidad mórbida para el sufrimiento,
aunque es frase consagrada que no hay poesía sin dolor, y la poesía
triste abunda mucho más en la historia de la humanidad que la que canta
al gozo de vivir.
Hija
de un inmigrante canario, Luisa Pérez y Montes de Oca fue su verdadero
nombre, con el apellido ilustre. Nació en 1837 en la finca Melgarejo, un
lugar cercano a El Cobre, Santiago de Cuba.
La
temprana muerte del padre hizo que la familia se trasladara a Santiago,
donde Luisa, con una precocidad que comparten muchas poetisas cubanas de
los siglos XIX y XX, se dio a conocer a los 14 años con sus primeros
versos, que intelectuales y poetas de su entorno la ayudaron a reunir en
un cuaderno publicado bajo el título de La vuelta al bosque.
Esta ópera prima recorrió
la isla, Luisa fue leída en todos los círculos literarios y aclamada
como una gran poetisa, veredicto que el tiempo ha confirmado, pues hoy
se le incluye entre las mejores de Cuba e Hispanoamérica. (Continuará)
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