El art nouveau que habita en La Habana

Hay baldosas de mosaicos coloridos, verjas que se despojan de toda rigidez para volverse hojas y flores que hablan de la belleza de un cambio de siglo para la arquitectura y para la vida cubana en general.

Ese es el propósito de la más reciente exposición fotográfica Huellas del Art Nouveau, de la autoría de Néstor Martí Delgado, cuyas piezas hallan sitio desde el 16 de junio en la Vitrina de Valonia, del Centro Histórico habanero.

Las imágenes son un recorrido por el art nouveau de la urbe y se desplaza hacia La Habana de extramuros para llegar a sitios como La Víbora, en el municipio de Diez de Octubre, y Cerro, donde ese estilo típico de la etapa republicana llegó a dar una bocanada de aire fresco a las estructuras que iban conformando la ciudad variopinta que hoy tenemos.

Masía L´ Ampurdá, residencia de La Víbora; las casas Tarruell, Aguilera y Justafé y el Palacio Cueto, todos ubicados en La Habana Vieja, y los Jardines de la Tropical, en el Cerro, se distinguen incluso en los planos detalle de Martí Delgado con los que, de manera intencional, resalta los rasgos que hicieron del art nouveau un modelo único en Cuba que rompió con los cánones del neoclasicismo del siglo XIX.

Los dinteles invertidos, las columnas salomónicas como cabellos trenzados y sus capiteles altamente decorados con elementos florales y figuras femeninas fueron destacados en las palabras del arquitecto Orlando Inclán en la inauguración de la muestra.

Añadió que el origen de ese estilo tiene que ver con la felicidad tras el cambio de siglo, las respuestas a la Revolución Industrial, la mecanización, y  representa la vuelta a la naturaleza, a la vida y a la esencia humana.

Se valora la obra de los maestros catalanes que llegaron a la mayor de las Antillas a cambiar el panorama, quienes, inspirados en las creaciones de sus coterráneos, como Antonio Gaudí, y en la herencia franco-belga, hicieron que en las localidades de La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Camagüey y Santiago de Cuba se erigieran estructuras que hoy son centenarias.

La Habana que retrata Martí Delgado es privilegiada porque, según precisó Inclán, es la única ciudad no europea perteneciente a la Red Art Nouveau donde, mágicamente, conviven el modernismo catalán y art nouveau de los aprendices de las academias de Bruselas y París, cuyas obras aún resisten los embates del tiempo, los usos sociales y los frecuentes desastres naturales.

Ese también es el interés de este artista del lente: mostrar la belleza de ese arte modernista que habita en la villa de San Cristóbal, donde casi siempre, por la premura de la existencia, no se aprecia ni se valora la riqueza creativa y arquitectónica que la rodea.

Néstor Martí Delgado celebra en imágenes que el art nouveau cubano aún vive y está por todas partes: en las calles Reina, Cárdenas, en las calzadas del Cerro y Diez Octubre, mezclándose con el eclecticismo o con los más modernos edificios que hoy conforman el urbanismo citadino.

Pero Huellas del Art Nouveau constituye, además, el reflejo de los oficios de la época, resultantes de la Escuela de Artes y Oficios fundada por Aguado y Rico en 1891, afirmó Inclán, pues pondera el trabajo minucioso de herreros, vitraleros y escultores, entre otros, que colocaron en cada lugar el pormenor necesario para un acabado hermoso.

La presente resulta una exposición que, como el art nouveau mismo, habla de la belleza y el optimismo, de la ligereza y la juventud, de las columnas, ventanales y balcones de una Habana que aún presume ante el mundo una variedad arquitectónica envidiable.

Su autor, cámara en mano, pone a disposición de todos los cubanos un patrimonio vivo y lanza un grito para decir con orgullo que esta tierra caribeña es también catalana, modernista y art nouveau. (ACN)



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