Hay un orgullo grande, que te desborda, que no cabe en el pecho y te hace sentir pleno, y para Inty García Guevara, jefe de la filial de la Cruz Roja del municipio de Playa, en La Habana, y miembro del grupo especializado de operaciones y socorro de la provincia, ese sentimiento lleva por nombre Alejandra, su hija.
Luego de ser paramédico intensivista, bombero y pertenecer durante siete años a la Cruz Roja cubana, conoce bien el peligro y el compromiso de salvar vidas ante inundaciones, accidentes, derrumbes, incendios…pero también el valor de pasar tiempo con los suyos y de despertarse cada día y ver el rostro de su pequeña.
Inty, uno de los héroes que formó parte del equipo de rescate y salvamento tras el accidente aéreo en Boyeros, el automovilístico en Malecón, y el siniestro en el hotel Saratoga, afirma: “El aliento más grande que tengo es mi familia que me apoya, y el beso de despedida de Alejandra me da fuerzas”.
Los días de trabajo tras la explosión en la instalación hotelera, el pasado 6 de mayo, se convirtieron en la misión más compleja para él y su grupo, quienes permanecieron en las ruinas de la edificación durante seis jornadas consecutivas, con el factor tiempo en contra y la aspiración de encontrar algunas personas con vida.
Precisamente ante la tragedia, que causó el desvelo de todo un país y la tristeza en muchas familias cubanas, también tuvo como sostén a su niña de nueve años.
“No deje de pensar en ella ni por un segundo, solo de imaginar cuántos pequeños vivieron esa experiencia desde sus aulas, y otros que transitaban por ahí o esperaban por sus padres desaparecidos…, fueron días difíciles, y cuando sentí su calor me ayudó a continuar la búsqueda”.
Inty García Guevara
Alejandra estudia en la escuela Agustín Gómez Lubián, en el municipio de La Habana Vieja, cerca de donde ocurrió todo, y le dijo a su madre que no iría a las clases si antes no pasaba por el "Saratoga". Era el lunes 9 de mayo y habían transcurrido 72 horas desde el último abrazo.
“Nos dijo que se sentía preparada para ayudarnos en lo que hiciera falta, a ella le encanta aprender de la Cruz Roja, siempre me acompaña a los cursos y quiere vestir de rojo como su papá para salvar vidas. Eso me da un orgullo inmenso y esa visita fue una sobrecarga de energías para mí y mis compañeros, a los que considera sus tíos”, comenta.
A sus 50 años de edad, Inty no tiene descanso, pues siempre está listo por si ocurre algún incidente, “mi familia se siente satisfecha por la responsabilidad que tengo y con la idea de que esté presto a salvar vidas”.
Historias como la de este rescatista cubano se vuelven cotidianas entre el personal de la salud de la mayor de las Antillas, quienes ante las circunstancias más difícil garantizan el bienestar de la población.
Llegue, desde el Ministerio de Salud Pública, un reconocimiento especial a todos los padres. (Minsap)