En La Habana, el reino de Gina Picart Baluja (+ fotos)

Gina Picart Baluja, periodista de Radio Ciudad de La Habana, no se preocupa por promocionar su impresionante obra literaria, pero sus textos están agotados en las librerías de La Habana.

Los libreros, en los sitios más increíbles de la ciudad, levantan los libros de ella, como verdaderos retos para atrevidos lectores.

“Nací en este reparto, La Asunción, en la otra cuadra; me trajeron para esta casa con un año de edad, y me he quedado aquí para siempre”, confiesa la escritora cubana Gina Picart Baluja, una de las más vitales autoras de Cuba.

Orgullosa de sus orígenes francocatalán, gallego e iraquí, y deudora eterna de Beatriz Maggi, su "maestra" de Filología en la Universidad de La Habana, Gina se siente reina de un paraíso que se ha inventado en la localidad de Luyanó, municipio de Diez de Octubre, el más poblado de la capital del país.

Un aroma de café envuelve el pequeño apartamento que comparte con su única hija, el lugar donde ha construido sus fabulosas historias.

La poza del ángel, El druida, Malevolgia, La ciudad de los muertos, El príncipe de los lirios, Oil on canvas, La casa del alibi, Historias celtas, Pasifae y muchas otras obras coronan una vida consagrada al arte de la palabra.

“Yo no me he dedicado a escribir sobre Cuba, tengo un libro de cuentos que se desarrolla en Cuba, donde también se desenvuelve mi novela más pretensiosa; pero el grueso de mi obra no tiene nada que ver con Cuba ni con su actualidad”, asegura una escritora inexplorada, que se considera amante de la antropología y la historia.

“Casi todo lo que he escrito está basado en estudios de semiótica, semiología simbólica, hermenéutica y antropología en todas sus ramas”, agrega a mi comentario relacionado con lo que tiene que pasar para que escriba una obra.

Gina es investigadora, crítica literaria, guionista de cine, radio y televisión. Se inició de correctora en el diario Granma (donde comenzó como periodista) y en la editorial Unión; fue editora de varias casas editoriales, redactora-reportera para atender Centro Habana y periodista de los sitios digitales de Radio Metropolitana y Radio Ciudad de La Habana, emisora esta última en la cual labora desde hace 15 años.

Asimismo, ha colaborado con Tribuna de La Habana, el portal Cubarte, la revista Somos Jóvenes, el sitio digital La Jiribilla, la emisora Habana Radio y con publicaciones temáticas de México y España.

Ahora la tengo frente a mí, en su sencillo apartamento. Afuera, la tarde nos apura: es casi la hora de cenar. Cuando menos lo espero, llega la reflexión que abre la cámara de sus secretos:

“Mi cuento El druida surgió gracias a un libro que me prestó una amiga sobre el alfabeto de árboles de los celtas, y al final venían dos páginas con pequeñas historias. Una de estas hablaba de un monje que se tuvo que convertir al cristianismo´; eran tres líneas, y me dije: ¡Aquí hay un cuento!

“Cuando empecé a escribir Golfo de Corinto, tenía una imagen y, luego de un mes escribiéndolo, una madrugada me quedé dormida, y tuve un sueño; al despertar escribí Vals sobre la tierra”, dice Gina, mientras se acomoda en el asiento y pregunta por el café.

En la entrada de su casa y en las paredes tiene símbolos que percibo como una forma muy personal de indicar los límites de su reino. Mientras el café calienta la tarde de la ciudad, ella habla de una historia que la ha conquistado de una forma singular:

“Terminé un cuento de Casal. Yo quería escribir sobre Julián del Casal, encontrarme con él en La Habana. Yo siento amor por ciertas figuras históricas de Cuba; no es que me llamen la atención, es amor, como a Casal, a Carlos Manuel de Céspedes y a Martí, con el que más me identifico. Salió algo terrible, que a mí me dio mucho miedo, pero lo terminé. Eso fue deliberado.”

Gina es amante de la escritura de Alejo Carpentier y Dulce María Loynaz. ¿Siente que ellos han influenciado su obra?

“Siempre me inquietó El acoso, hasta que decidí escribir Serata di Gala, una novela sobre Mella y Catalina Laza, con la intertextualidad de aquella obra de Alejo Carpentier. Cuando escribí la novela La casa del Alibi, también usé la intertextualidad de Jardín, de la Loynaz. Las ideas lo encuentran a uno.”

Gina Picart Baluja entiende la literatura como un sacerdocio. ¿Qué tipo de escritora te consideras?

“Para mí el gran reto es vivir este tiempo en Cuba, los otros tiempos yo me instalo en ellos con mucha facilidad y me siento muy bien. Yo soy los personajes que creo. Yo no soy de esos escritores que toman nota y controlan sus personajes de principio a fin. Después que yo me instaló en ese estado de escribir, ya la historia se desmanda sola, los personajes hacen lo que ellos quieren, me llevan, y yo corriendo detrás hasta que llega el momento que me encuentro en uno de los personajes, me meto dentro, y ahí es donde estoy como pez en el agua.”

¿Qué dio origen al libro Como gemir de violines, de crónicas dedicadas a La Habana?

“Desde que yo era muy pequeña, con menos de tres años, mi abuelo me llevaba a La Habana Vieja y me enseñaba las ruinas, los palacios…, y me impresionaban aquellas estatuas sin cabeza, las mansiones que estaban vacías y tenían ecos, sombras que se movían por los rincones. Y yo creé todo un mundo con eso: La Habana Vieja soy yo. La Habana fue un emporio, Cuba entera. Había una riqueza material y espiritual en todas las clases sociales, que ya no existe. Desde que comencé a escribir para la radio, hice honor a la memoria de mi abuelo, eso fue desde 1997. Está en proceso un libro mío de ensayos sobre personajes de La Habana. No paro de escribir de La Habana.”

¿Y cómo surge el título?

“Llevo a Los Zafiros en la sangre; a mis padres les fascinaban y, cuando me hice novia de mi esposo, nuestra primera salida fue a La Cabaña; de buenas a primeras, alguien tenía un radio portátil y empezó a sonar la canción Habana, de Los Zafiros, y me dije: algún día voy a hacer un libro que se llamará Como gemir de violines. Los Zafiros son La Habana para mí.”

¿Qué has tratado de realizar en tu escritura?

“Soy un montón de cosas frustradas: quise ser antropóloga, historiadora, arquitecta. He tratado de realizar en mi escritura las vidas que quise hacer y no pude.”

También Alejo Carpentier quiso ser arquitecto…

“Empezó y no terminó los estudios. Somos personas que vemos la belleza en todo, y eso nos arrastra en muchas direcciones.”

Existe un momento en el que el nombre tuyo aparece unido al de Carpentier. ¿Cómo ocurrió eso?

“Lo mejor que tienen los premios es el dinero, porque es la forma que tienen los escritores de mantener a su familia. Pero el Premio Alejo Carpentier de Cuento me llegó al alma, porque admiro mucho a Alejo. Lo admiro tanto que, cuando escribí Serata di Gala, fue un trabajo escalofriante intertextual sobre El acoso, pero yo tuve que montarla de forma tal que no se notaran las costuras entre lo que había escrito Gina y lo que había escrito Alejo. Eso lo hice con mucha pasión y, cuando me dieron el premio, era como si, de pronto, me hubiera casado con Alejo.”

¿Si volviera a nacer, escogería este mismo sitio de La Habana?

“Quisiera que fuera con mis abuelos; ellos vivían para mí. Mi abuelo me escribió un poema desde que era muy niña y decía: ‘Chinita, tú vas a ser escritora’. Me habría gustado nacer en Egipto o en Grecia. A los egipcios les gustaba mucho disfrutar de la vida, así que ahí hubiera encajado bien."

¿Retos?

“A mí lo que me cuesta es vivir mi propia vida, pero las otras vidas, esas me hacen muy feliz. El reto es la realidad, no la literatura.”

Me gustaría volver al reino de Gina Picart Baluja, un pedazo de La Habana donde el tiempo se ha detenido, y sus autores favoritos pueden sorprender a quienes la visitan con una sonrisa inesperada. Ella escribe y sueña con el alma de raíz.

Quisiera abrazarla para despedirme, pero eso no se hace con la realeza. Le agradezco el café y su valioso tiempo. Ella asiente con suavidad; imagino que para que la corona no resbale de su cabeza. (Abel Rosales Ginarte. Fotos: Composición de la Redacción digital, con imágenes tomadas de Internet)

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