Algún amigo mío habla también de ciertos cuatro pilares del “sistema” que están cayendo: la economía, la religión, la ciencia y la política. El Gobierno Secreto del Mundo o Estado Profundo (que algunos identifican con los Iluminati) los ha sostenido por siglos para cegar a la Humanidad y poder dirigirla a su antojo, pero ya se acerca el momento en que nuestro planeta va a dar un salto cuántico a una zona de la galaxia donde la vibración es mucho más elevada, y quienes no hayan preparado sus cuerpos y sus mentes para este gran salto tendrán que morir.
Todo el proceso está dirigido
por los habitantes de la constelación de Las Pléyades (los enigmáticos
pleyadianos), quienes tienen a su cargo la evolución de los terrícolas para que
puedan integrarse en un anillo cósmico de gran espiritualidad, y cuando demos
ese gran salto, comenzará en la Tierra una nueva Edad de Oro sin guerras, sin
enfermedad. La Realidad perderá todos los afeites con que la ha invisibilizado
el Estado Profundo y aparecerá ante nuestros ojos en toda su prístina y
avasalladora desnudez, y entonces ¡SABREMOS!… ¿Qué? Hasta ahora nadie me ha
proporcionado una idea clara de lo que sabremos..
Estos sesgos discursivos, tan parecidos a una
burda emulsión de mala ciencia ficción con antiguas profecías muy
distorsionadas provenientes de la Biblia, el pueblo maya y otras culturas
desaparecidas, y de cierta literatura delirante cuyo género no podría precisar,
pero en la que percibo ecos de un pensamiento mítico muy antiguo (la Edad de
Oro es un concepto presente en los albores de civilizaciones tan antiguas y
disímiles entre sí como la griega y la maya, por solo citar dos ejemplos),
corren en paralelo en La Habana con un incremento de grupos religiosos de
confesiones protestantes, entre los cuales no los más numerosos, pero sí los
más vehementes son, sin duda, los pentecostales. Pero los protestantes y,
aunque menos, también los católicos, hablan obsesivamente de Satanás, un
personaje que, salvo en la teoría conspiranoica del templo pedófilo de Hillary
Clinton, no aparece ostensiblemente en el imaginario de mis amigos (hasta donde
sé, casi todos ateos). Creí percibir también fragmentos de narrativas de
ciertas sectas foráneas, algunas ya extintas y otras no tanto, pero todo lo
demás ¿de dónde está saliendo? No se trata solo de pensamiento mágico —reacción
lógica en sociedades de la Posmodernidad donde han señoreado por décadas
discursos muy materialistas con fuerte base tecnocientífica—. Tampoco de las
típicas teorías conspiranoicas sobre naufragios extraterrestres ocultos en
bases militares como Roswell, inmediatamente posteriores al fin de la Segunda
Guerra Mundial. Hay algo más. ¿Cómo llega toda esa pseudoinformación a una isla
rodeada de agua por todas partes, y tan tardía en su sintonía con el mundo que
ya José Martí en el siglo XIX la llamó “la comarca demorada”?
Mis amigos solo tienen respuestas vagas. Es
evidente que no conocen o no cuestionan las fuentes de este entramado de
realidades alternativas en el que están hundidos hasta las cejas, al punto de
que ya no son capaces de pensar en términos de la vida real. Solo he podido
sacar en claro dos pistas: que ellos obtienen esos materiales en forma de
audios, libros digitales y documentos de Word que otros serviciales (¿?) amigos
y conocidos les pasan en flash y tablets, y que uno de mis amigos está
convencido de que Hillary Clinton perdió las elecciones del 2016 frente a
Donald Trump no por el voto de los colegios electorales, sino porque se
descubrió su red internacional de pedófilos, en la que también están
involucrados el Dalai Lama y… el Papa Francisco. Cuando le pregunté de dónde
obtuvo esa información respondió muy sorprendido: “¡Todo el mundo lo sabe!”.
Pero en 2016 la prensa oficial cubana solo se refirió a la imputación hecha a
Hillary por el Senado y las más importantes agencias de Seguridad de los
Estados Unidos por hacer uso de un servidor de correos privado para tratar
asuntos oficiales, entre los cuales había varios temas de alta sensibilidad
para la Seguridad Nacional. Ni entonces ni después nuestros medios de
comunicación han mencionado la supuesta red de pedófilos satanistas.
La primera pista indica la fuente: la Internet de
otros países o conexiones en Cuba de banda ancha capaz de descargar (¿gratis?)
videos de larga duración. La segunda pista es más compleja y tiene que ver con
una antigua frase latina de uso clave en la Abogacía: cui bono: ¿quién se
beneficia? ¿Quién sacaría partido de lanzar al fuego en el mismo saco a
Hillary Clinton, el partido Demócrata y la Iglesia Católica, uno de los
monoteísmos más poderosos y numerosos de la Tierra? Mis pobres amigos cubanos,
ingenuos en su aislamiento, sumidos de lleno en sus océanos de pensamiento
mágico —proceloso para quienes carecen de la más mínima noción antropológica
sobre la naturaleza del fenómeno—, no tienen idea de ser receptores
involuntarios de una conspiración política de alcance internacional que, como
ahora sí ya está claro para mucha gente en nuestro planeta, puede, por
imposible que parezca, alterar la faz del mundo.
Ya se ha hablado del fenómeno digital 4chan, el tablón de imágenes o imageboard creado en 2003 en la Internet oculta por un adolescente norteamericano que terminó convirtiéndose en gurú tecnológico de prestigio internacional. 4chan demostró ser una tierra muy fértil, una especie de Jardín del Edén donde han florecido frutos tan disímiles como el grupo Anonymous de cyberactivistas, surgido en 2008 casi junto con la plataforma Wikileaks; el rocambolesco movimiento llamado QAnon (por sus tufos sulfurosos alguien se ha referido a él como nacido en las cloacas de Internet), aparecido en 2017, y una de sus últimas plantas exóticas de cuatro hojas: los Boongaloo Boys, un grupo que defiende el derecho de portar armas en público y quiere otra Guerra de Secesión en los Estados Unidos que ponga fin al Estado Federal. Se identifican por vestir camisas hawaianas y ropa de camouflaje. No tienen estructura jerárquica ni ideología definida, hay entre ellos neonazis, supremacistas, partidarios del movimiento Black Lives Mathers, anarquistas y casi cualquier tipo de cosa. Como todo fenómeno nacido de Internet acaba por saltarse las fronteras de sus webs y salir a varias partes del planeta. Por ahora es todo lo que diré sobre él. (Gina Picart)