También he sufrido el maltrato de
algunos choferes, de otros que no han parado en el lugar establecido o de aquellos
que se creen dueños de la guagua y piensan que los pasajeros estamos obligados
a esperar, por ejemplo, que ellos recojan a sus “amiguitas”.
Pero sería muy injusta si, por la posibilidad que me da mi profesión de
poder adentrarme más a fondo en el problema, no resaltara, igualmente, lo bueno
que se vive dentro de una terminal de ómnibus.
Habría que escribir, entre signos
de admiración, sobre esos innovadores que buscan en cada jornada soluciones
casi mágicas para sacar de alta técnica una ruta.
En una visita a la base del
municipio habanero de Cotorro, interesada en conocer qué afecta la
disponibilidad técnica del parque automotor, entrevisté a Jesús Marcelino
Fernández Jiménez, un hombre de 74 años de edad, quien después de jubilado y más
de 30 años en el sector, se reincorporó nuevamente ante el llamado de la
dirección de la terminal.
"Aquí hay guerra pa' rato", me dice de forma jocosa.
"Hacemos hasta lo imposible para que los carros salgan a darle el servicio que tanto necesita la población", subraya, ya más en serio.
Y me confiesa:
"Yo vivo enamorado de mi oficio. Soy electricista automotriz A y voy a estar aquí hasta que tenga salud y fuerzas para ello."
En mi recorrido por los talleres, conversé con Eulices Álvarez Morales, chofer de reserva, que lucía un overol de mecánico.
"En estos momentos estoy arreglando mi carro, que está roto. Aquí son muchos los que, como yo, con sentido de pertenencia y alguna sabiduría, le ponemos cuerpo y alma para cumplir con la programación."
“Periodista, me dijeron casi a coro, no puede irse sin entrevistar a Iván Sánchez Reyes, el electricista, el primero en llegar todos los días.”
"Esto es un trabajo en equipo. La situación con las piezas de repuesto es muy crítica. Nos faltan baterías, neumáticos, bandas de freno. Eso nos golpea bastante; hacemos un gran esfuerzo, aunque no es precisamente, la imagen que se lleva el pueblo cuando recibe el servicio.”
En los talleres de la terminal de ómnibus del Cotorro, siempre junto a sus trabajadores está su director, Lázaro González Mena.
Sus compañeros dicen que no es un directivo de oficina.
Es por eso que lo respetan y admiran. Ellos son los héroes anónimos que, con su ingenio y voluntad, merecen el reconocimiento. (María Cristina Rodríguez Solana)