A enemigo que huye, puente de plata

Cuando yo era niña, siempre escuchaba en mi familia, muy apegada a la cultura española, gran cantidad de refranes que han permanecido en mi memoria.

Hoy, mientras intentaba dar apoyo emocional a alguien que está perdiendo su relación amorosa, le dije: “A enemigo que huye, puente de plata”.

Mi papá me lo repitió cientos de veces a lo largo de mi vida. Hoy me surgió la curiosidad: ¿Quién dijo esto, dónde, cuándo, por qué…?

En búsquedas por Internet, hallé algo muy interesante.

Quienes hayan visto la serie Isabel, de la Televisión Española, que cuenta la vida de la reina Isabel la Católica, una de las monarcas más grandes de la Cristiandad, recordarán tal vez a un mozo fuerte, moreno y guapo, con cierto aire melancólico, Gonzalo Fernández de Córdoba, quien llega a la corte de Castilla como maestro de caballos y termina convertido nada menos que en el Gran Capitán, sobrenombre con el que pasó a la Historia por sus innumerables hazañas guerreras y su valor sin límites.

Él fue el autor de la frase que se convirtió en parte del refranero español.

Gonzalo, quien, como su nombre indica, era natural de Córdoba, Granada, nació en 1453.

Por las estrategias que empleó para conducir el combate entre las tropas españolas que él comandaba contra las tropas francesas que ocupaban el reino de Nápoles, entonces aún perteneciente a la corona de Aragón, se le ha considerado como el primer soldado moderno.

Gracias a su sagacidad militar, la ciudad terminó cayendo en sus manos, y fue entonces cuando no permitió a sus hombres perseguir a los franceses derrotados, quienes iban en franca retirada. Aquel día pronunció esas palabras.

De regreso a Castilla, su victoria le valió de los Reyes Católicos el título de duque de Santángelo, y en 1502 el título de Virrey de Nápoles.

La historia, que no solo escriben los historiadores, también se nutre de los rumores y las leyendas, y hoy se cree, como en aquel tiempo también se creyó, que Gonzalo amaba con fervor a Isabel, a quien conoció aún princesa y soltera, aunque mantenía en secreto su pasión; ella no era ajena a aquel sentimiento y tampoco lo repelía.

Cuando la reina murió, el rey Fernando fue haciendo a un lado al héroe a quien debía una corona, hasta que lo separó oficialmente del Gobierno de Nápoles.

Gonzalo, en gallardo silencio, se retiró de la vida pública a sus posesiones, y dejó este mundo el 2 de noviembre de 1515, en Granada.

El gran escritor Miguel de Cervantes, quien tuvo una vida militar muy agitada y desde muy joven peleó en varios frentes de batalla, retomó la frase de Gonzalo, a cuyas órdenes probablemente sirvió, y la puso en boca de Don Quijote en una escena muy simpática y absurda, en la que el ingenioso hidalgo, en peligro de ser arrollado por una desbandada de toros bravos, exclama enardecido de coraje: “Deteneos y esperad, canalla malandrina; que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición ni es de parecer de los que dicen que al enemigo que huye, hacedle la puente de plata”.

Puede parecer al lector que la frase dicha por Alonso Quijano es ligeramente diferente a la que se le atribuye a Gonzalo, sin embargo, es muy probable que se trate de la frase original porque está dicha en castellano antiguo, como el que hablaba Gonzalo. Tal como la conocemos hoy convertida en refrán, ha cambiado al español actual.

Mi padre, que era bastante sabio, conocía mi carácter rebelde y mi tendencia a presentar batalla, por eso siempre me refrenaba con esa frase.

La primera vez que me la dijo yo no le comprendí, y él me explicó: “Si alguien que ya no te sirve para nada y tampoco puede hacerte daño quiere irse de tu vida, pónselo fácil para que se vaya lo más rápido posible, y no desperdicies en esa persona ni tu tiempo ni tu energía, y así te deja libre el camino”.

Como el núcleo de la naturaleza humana no cambia jamás porque es la esencia de nuestra especie, y aunque pasen los siglos siempre continúa fiel a sí mismo, espero que Gonzalo Fernández de Córdoba haya ayudado a mi amiga desde el Más Allá al ofrecerle, por boca mía, una verdad como un templo que es al mismo tiempo un pozo de sabiduría. (Gina Picart. Imagen tomada de Internet)

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