“Nacimos, nos criamos en el comercio (…) con ustedes está nuestro sentimiento todavía” fueron las palabras de Camilo Cienfuegos Gorriarán el 16 de octubre de 1959 en el teatro de la CTC, dirigidas a trabajadores del sector donde él se estrenó como un sencillo empleado.
Y es que el legendario comandante del sombrero alón comenzó su vida laboral en la tienda de ropa El Arte, donde el padre, Ramón, trabajaba como sastre. Allí el joven fue mozo de limpieza, mojador de telas, mensajero… y terminó como dependiente.
Ha contado un amigo de aquellos tiempos que él le decía a la gente que conocía: “Cuando te vayas a comprar alguna ropa ve a El Arte y pregunta por Camilo”, pues mientras más vendiera más ganaba, pero su principal atractivo, que lo llevaba a captar con facilidad a la clientela, era su trato respetuoso, simpático y jovial.
Destacó además el compañero su dignidad, cuando en medio de la jornada uno de los dueños del negocio empezó a silbarle para que lo atendiera, sin lograr respuesta y al preguntarle por qué no le respondía si lo estaba llamando, el joven respondió: “Es que usted me conoce y sabe que mi nombre no es psspss, sino Camilo, esas no son maneras de llamar a nadie”.
Pegar cuellos y hacer bolsillos
Ramón tenía dos máquinas de coser en la casa, en una trabajaba él y en la otra uno de los hijos lo apoyaba en alguna tarea, generalmente trabajos menores de sastrería.
La prueba de fuego en estos menesteres le llegó a Camilo cuando viajó a Estados Unidos por primera vez como lo hacían entonces muchos cubanos, para encontrar un mejor empleo con el cual podría ayudar al sostenimiento de la familia.
Allí laboró como lavaplatos, limpiador de cristales, empacador, dependiente de bares y restaurantes, obrero industrial…
En una carta a sus padres, en el tono jocoso con que acostumbraba a escribirles, les contó su experiencia en un establecimiento textil donde la tarea consistía en pegar cuellos: “Gracias a un viejo que estaba al lado mío me fui defendiendo, le dije: mire Mr. resulta que hace muchos year ago que no hago esto y se me ha olvidado. Deme una manito, yo lo que quiero es aprender”.
Dos horas después llegó el jefe y le preguntó de qué había pedido trabajo y su respuesta fue que “en lo que era un trueno era haciendo bolsillos, que podía hacer cualquier cosa pero necesitaba un poco de práctica”. Después que le dieron una pequeña indicación de cómo hacerlos. “Les tiré mis alardes, les dije, mira maestro yo los hago igual con un procedimiento más moderno”. Cuando hizo el primero le respondieron: déjese de inventos y hágalos como le dijimos. “En fin de cuentas —escribió— hice más bolsillos que un buey”.
Sobre esta faena le comentó al padre: “Viejo, cómo me acordé de ti (siempre me acuerdo) pero hoy más, cuando me vi de nuevo entre los trapos, yo me decía: si el viejo se cuela aquí pega más cuellos que 4 italianos, 11 americanos y 1 cubano juntos”.
Deportado a Cuba
Camilo permaneció en Estados Unidos desde 1953 hasta 1955. Su condición de ilegal hizo que lo deportaran a Cuba.
En su suelo natal, por cuya situación política siempre se mantuvo al tanto, lo esperaba la lucha. El 7 de diciembre, en respuesta a un llamado de la FEU para rendirle tributo a Maceo, fue herido por la policía en una pierna. El padre, estremecido, exclamó al verlo: “Es la sangre de mi hijo, pero es sangre para la Revolución”.
El 28 de enero, en un acto de homenaje a Martí, por el aniversario de su nacimiento, las fuerzas represivas del batistato lo introdujeron violentamente en un auto, donde le propinaron una paliza y luego lo ficharon como comunista.
Camilo viajó nuevamente a Estados Unidos pero con un propósito bien distinto al de su estancia inicial. Desde ese país le escribió a la familia para decirle que había hecho gestiones para contactar con el Movimiento lidereado por Fidel Castro Ruz. “Mi único deseo, mi única ambición es ir a Cuba a estar en las primeras líneas cuando se combata por el rescate de la libertad y de la hombría”.
Lo hizo cuando retornó a bordo del yate Granma y se convirtió en el más brillante de todos los guerrilleros, como lo caracterizó el Che. Pilar de la lucha armada que derrocó a la tiranía, después de la victoria se hizo merecedor de la más absoluta confianza de Fidel, fue abanderado de la unidad, admirado y querido por su pueblo.
Sus palabras en aquel encuentro con sus orígenes en la CTC han quedado inscritas en la historia: “Estos actos que dan los trabajadores, nos hacen cada día más fuertes. Sabemos que la Revolución no se detendrá, pues aquí en toda Cuba, en cada sindicato, en cada lugar donde haya un trabajador, hay un hombre y hay una mujer que están dispuestos a defender al Gobierno y a defender la patria”.
(Tomado de Trabajadores. Foto de portada: archivo de Juventud Rebelde)