Cuba realizará las elecciones nacionales el próximo 26 de marzo, en medio de un escenario lleno de desafíos en lo económico, lo social y lo político.
Los cubanos elegirán a los 470
miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento), quienes
tendrán sobre sus hombros no solo la responsabilidad de legislar, sino también
la de seleccionar al presidente y vicepresidente de la República, entre otras
facultades, de ahí la importancia de estos comicios.
Sin embargo, para nadie es un
secreto que fenómenos como la inflación, el desabastecimiento, las dificultades
del sistema electroenergético nacional y las carencias económicas marcan la
realidad de los cubanos de un modo negativo, que pudiera tener repercusiones en
la asistencia a los colegios electorales.
Lo reconoció el propio presidente Miguel Díaz-Canel, cuando en septiembre del pasado año el país decidió avanzar con un referendo popular para aprobar el nuevo Código de las Familias, aunque los cortes de electricidad afectaban a la población y paralizaban las industrias, mientras no cesaban las campañas externas convocando a sabotear el proceso.
En aquel momento, afirmó que
seguir con los comicios era una muestra del valor y la transparencia de la
Revolución, y el resultado mostró una ciudadanía que acudió en más del 74 por
ciento a las urnas y finalmente se pronunció por el Sí en 66,85 por ciento.
El contexto de entonces es muy
parecido al actual, también marcado por la crisis derivada del impacto de la COVID-19
y el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos, con
más de seis décadas de aplicación y afectaciones en todas las esferas de la
vida del país.
De eso justamente va esa política, como dejó claro en abril de 1960 el vicesecretario de Estado Lester Mallory, cuando expresó en un memorando la intención de utilizar la asfixia económica como un mecanismo de presión para provocar malestar en la población y subvertir la Revolución cubana.
Es en ese escenario que ocurrirán las elecciones nacionales, a las que
el mandatario calificó recientemente no solo como un hecho de valentía, sino
además de democracia, porque esta incluye no violar los calendarios
establecidos por la Constitución, independientemente de las situaciones por las
que atravesara el país caribeño.
Curioso que un país al que
constantemente acusan de no tener democracia se someta a un ejercicio electoral
en circunstancias adversas, arriesgándose a la abstención y el voto de castigo,
por los que apuestan y financian sus adversarios.
El reto de hacer avanzar su
economía, a pesar de los frenos externos, es uno de los puntos clave para la
nación caribeña y su proyecto social, así como también hallar el camino hacia
la prosperidad, dignificar el valor del trabajo, el papel del salario y que las
personas encuentren su realización dentro de las fronteras nacionales.
Son objetivos que, más allá de
figurar en la visión de país rumbo a 2030, precisan concretarse en hechos, por
lo que representan para un proceso empeñado en ofrecer a sus ciudadanos una
mayor justicia social.
Es por ello que tanto la economía
como la atención a las personas y comunidades en situación de vulnerabilidad
constituyen líneas principales de actuación del Gobierno que, lejos de sentarse
a contemplar el panorama, ha salido a buscar soluciones en acuerdos
internacionales, la producción, la ciencia y la innovación.
Lo es también la lucha contra la colonización cultural, un fenómeno
esencialmente político, porque va de convertir los ideales y preceptos
capitalistas en la vara para medir todas las cosas, la verdad absoluta que no
deja posibilidades a otras maneras de hacer o pensar.
“La democracia
socialista cubana tiene ante sí las huellas de la colonización cultural que
impuso el ideal liberal burgués”, dijo al respecto la profesora de la
Universidad de Granma Yuleidis González, en un debate sobre el tema.
Ese es un
desafío esencial que precisa de un cambio de espíritu, una nueva relación con
el poder, y lograr que las personas sientan que tienen una influencia real en
la toma de decisiones, añadió.
Se trata -como dijo Díaz-Canel en
recientes recorridos como candidato- de perfeccionar la democracia socialista
dentro del concepto del Poder Popular, desterrando la burocracia de los
mecanismos para la participación de la ciudadanía y mediante los cuales se
toman decisiones a partir de sus propuestas, críticas y debates.
El reto, más allá de las urnas, está en educar para participar, para transformar, y en ello puede ser clave un Parlamento en el cual sus miembros vienen de todos los sectores de la sociedad, sin importar su formación o sus recursos. (PL)