El Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, otrora Teatro Tacón, está considerado entre las grandes joyas de la arquitectura cubana de todos los tiempos.
Como todo lugar descollante,
tiene su leyenda, y esta cuenta que el recinto nació de una querella
sempiterna entre el gobernador general don Miguel Tacón (Cartagena, 10 de enero
de 1775-Madrid,
12 de octubre
de 1855,
marino y militar español de brillante ejecutoria y primer conde de la Unión) y Claudio Martínez de Pinillos (La Habana,
Cuba, 30 de octubre de 1782-Madrid,
23 de
diciembre de 1852, marqués de Villanueva).
El
motivo de la querella fue, al parecer, una ardiente rivalidad nacida no entre
ambos hombres, sino en Tacón, soberbio, orgulloso y violento, a quien
incordiaban profundamente el prestigio, la personalidad y las obras públicas
del gran aristócrata cubano.
Por aquel entonces, existían en La Habana dos teatros, El
Principal y El Diorama, que dejaban bastante que desear por su rusticidad, y
algunos teatrillos que no pasaban de ser armazones precarias de toldos y
maderas.
Tacón encargó al catalán Francisco (Pancho) Marty y Torrens,
su amigo personal, negrero analfabeto y especulador inmobiliario que había
hecho fortuna en Cuba, la construcción de un tercer teatro en la esquina del
Paseo del Prado y San Rafael. Si bien el negrero tuvo que desembolsar una suma
fortísima para cometer la empresa, Tacón le suministró la mano de obra de los
presidiarios y toda la piedra necesaria, proveniente de las canteras propiedad
del Gobierno que se encontraban muy cerca de la obra.
El lugar fue escogido por
Tacón con toda intención, pues quedaba en la intercepción de las dos vías más
importantes de la ciudad, lo que garantizaba al edificio no solo abundante
tránsito, sino visibilidad total.
Fue elegido para ejecutar la obra el arquitecto Antonio Mayo. El resultado devino inmueble cómodo y ventilado, con excelentes condiciones acústicas y capacidad para unas dos mil personas, aunque eventualmente podía acoger a otras 500. Fue inaugurado el primer domingo de carnaval de 1838 con un fastuoso baile de máscaras en el interior del teatro al que seguirían otros cinco. Cuentan crónicas de la época que aquella noche gloriosa entraron al edificio unas ocho mil personas, pero afuera permanecieron otras 15 mil, que no se decidían a retirarse con la esperanza de un milagro que les permitiera, al fin, ser parte del magno espectáculo. El nuevo teatro, que según autores de la época poseía “la estructura, elegancia y capacidad del teatro Real de Madrid y del Liceo de Barcelona”, tenía
… tres órdenes de palcos, noventa en total, y dos graderías: tertulia y
cazuela, que no eran más que un corredor en lo alto y un conjunto de asientos
del piso más alto, respectivamente. Contaba además con dos espaciosos y
elegantes palcos para el Capitán General y para la Presidencia. Su inauguración
fue el 15 de abril de 1838, con la puesta en escena de la comedia de Scribe "Don Juan de Austria
o la vocación", protagonizada por el famoso actor cubano Francisco
Covarrubias, creador del teatro vernáculo nacional e iniciador del costumbrismo
en la literatura cubana […] Fue
conocido, además, por su monumental araña y por su amplio escenario. […] El
techo era a cuatro aguas y frente a la Alameda tenía un pórtico dórico de tres
arcos sobre pilares con columnas adosadas, sencillas en el centro y dobles en
los extremos.
El bellísimo edificio fue bautizado — ¡faltaría más! — como Teatro Tacón. Y
en su momento fue el más grande de América. Un dato adicional, suministrado por
la condesa de Merlin, nos deja saber que el teatro estaba pintado en blanco y
oro.
En 1857, Marty vendió el edificio, que pasó desde entonces por varias manos.
En 1878, la Revista Económica cuenta que
Solo los primeros teatros de las
grandes capitales de Europa pueden igualar al de la Habana en la belleza de las
decoraciones, en el lujo del alumbrado y en la elegancia de los espectadores
que llevan todos guantes amarillos y pantalón blanco. En Londres ó en París se
tomaría este teatro por un inmenso salón de gran tono».
En 1883, en el Directorio Criticón de La Habana, se ofrecía una descripción mucho más detallada:
...ocupa una superficie de 6,176
varas cuadradas, tiene por el frente tres puertas, seis por la calle San Rafael
y tres por la de Consulado y dos que dan a la de San José...Fijándonos
en la parte interior del teatro veremos que la platea y el escenario miden
42.83 metros de largo, por 20.68 de ancho y la embocadura 17.36. Las
localidades pueden repartirse del modo siguiente: 56 palcos de 1.o y 2.opiso, 8
id. Del 3.o, 6 grillés, 112 butacas del tercer piso, 552 lunetas, 101 sillones
delanteros de tertulia, 500 asientos de tertulia, 102 sillones delanteros de
paraíso, 500 asientos de ídem. Este número de asientos da cabida a 2,287
espectadores, que sumados con 750 más que pueden colocarse de pie detrás de los
palcos, hacen 3,000 personas que pueden asistir a una función. […] Una simple
celosía o persiana divide los palcos de los corredores o pasillos y su
delantera es una elegante verja de hierro dorada que permite ver desde el
tocado hasta el atrevido pie de las graciosas damas habaneras. […] El alumbrado consta de 1,034 quemadores de
gas; el decorado se compone de 751 telones, bastidores, bambalinas, etc.; la
sala de armas posee 605 piezas de diferentes clases; el guardarropa 13,787
trajes; los muebles y útiles de escena llegan a 782; el archivo contiene más de
1,200 libretos de obras líricas y dramáticas. (Se han mezclado fragmentos de varias publicaciones con el fin de dar
una imagen de impacto lo más total posible)
Entre las grandes figuras del arte internacional que actuaron en su escenario se cuentan las cantantes Jenny Lind, María Barrientos, Adelina Patti y Luisa Tetrazzini; las actrices Sarah Bernhardt y Eleonora Duse; los músicos Louis Moreau Gottschalk, Teresa Carreño, José White e Ignacio Cervantes; la ballerina Fanny Elssler y la intelectual cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, coronada con laureles en su gran sala en 1860 por la poetisa Luisa Pérez de Zambrana.
En el lapso de ventas y compras, el teatro sufrió modificaciones. Quizá la
más fatal ocurrió en 1910 cuando el Centro Gallego adquirió el inmueble, pues,
aunque en el contrato de venta se establecía el compromiso de respetar la
configuración interna de la edificación, la magnífica acústica resultó dañada.
Es de destacar que fue en ese edificio donde por primera vez se cantó en
Cuba el Himno Gallego. Una tarja colocada en el lugar preserva la memoria del
suceso.
En 1902 el nombre del teatro fue cambiado por el de
Teatro Nacional.
En 1906, el lugar fue adquirido por la Sociedad de Beneficencia de Naturales de
Galicia para construir su Palacio Social, más conocido como Centro Gallego.
El edificio actual fue inaugurado en 1914. Es obra del arquitecto belga Paul Belau, y la firma constructora fue nada menos que la poderosa Purdy & Hederson, la misma que tuvo a su cargo la construcción del Capitolio de La Habana.
Su estilo es una mezcla de los renacimientos español y francés con
elementos del barroco, al que debe la abundancia de tallas y esculturas en
piedra.
El nuevo complejo incluyó, además del teatro, dos
salones de baile, un casino, salones de juegos, oficinas, caja de ahorros,
tesorería, restaurantes, y cafés. En su fachada principal tiene cuatro grupos
escultóricos en mármol blanco que representan alegorías de la Beneficencia, la
Educación, la Música y el Teatro, obras de Giuseppe Moretti.
El edificio fue sometido a una reparación capital en 2013, que duró dos
años. Se restauraron fachadas, vestíbulos, palcos, cubierta y tabloncillo, y se
dotó al teatro con nuevo mobiliario, telones, sistema de climatización,
acústica, mecánica escénica, salones de ensayos para los bailarines y la
orquesta, un estudio de grabación y más de 20 camerinos y baños.
Ha sido, probablemente, la mejor y más respetuosa remodelación entre todas
las sufridas por el inmueble. La sala principal Federico García Lorca, tiene capacidad para mil 500 personas, y es la sede del Ballet Nacional de Cuba.
También acoge las temporadas de ópera ofrecidas por el Teatro Lírico Nacional.
El inmueble cuenta con otras salas más pequeñas, como
la “Lecuona”, y espacios como el Café Adagio, donde se ofrecen recitales de música de cámara.
En la actualidad, el recinto es sede del Festival Internacional de Ballet de La Habana, importante evento de la danza, en el cual se presentan primeras figuras del Royal Ballet de Londres, de la Scala de Milán, el New York City Ballet y del Ballet del Teatro Colón, de Argentina, entre otras grandes compañías.
Si don Miguel Tacón quería quedar en la Historia y opacar con su sombra en
la carrera al marqués de Villanueva, lo consiguió. El suyo fue el teatro más
grande y lujoso de toda América y, por sus cualidades técnicas, el tercero del
orbe, después de la Scala de Milán y de la Ópera de Viena.
Sin embargo, Tacón no pudo disfrutar de su gloria
teatral porque, el mismo día de la inauguración, recibió la noticia de que
cesaba en su cargo en Cuba y debía regresar a España.
Además, y a decir verdad, el pueblo de esta tierra no lo recuerda tanto por haberle dado su mejor teatro, como por sus cuatro años de mandato, que fueron cruentos y duros para los cubanos de entonces, por lo que para nosotros es uno de los malos más malos de nuestra historia nacional. (Gina Picart Baluja. Fotos: Cubadebate y Facebook. Artículo completo)