Resulta evidente que una gran cantidad de personas se sienten muy afectadas cuando ocurre lo que comúnmente suele calificarse como un “apagón”, es decir cuando se ha producido una interrupción del servicio eléctrico.
Esto provoca problemas en organismos, centros de producción y de servicios y por supuesto en las viviendas.
Y sobre todo cuando esto ocurre en horario nocturno la angustia es mayor, porque de pronto, en este caso en los hogares, se puede hasta paralizar el proceso de la cocción de nuestros alimentos, disfrutar de la radio o la televisión, de un ventilador o aire acondicionado y realizar otras cosas.
Es más, puede darse el caso que en la casa en medio del “apagón” no se encuentre ni donde dejamos el móvil, ni haya una linterna o vela al alcance de la mano, ni siquiera una fosforera en el bolsillo.
Entonces la situación es algo dramática. Si el “apagón” se prolonga la angustia crece.
Puede que para múltiples personas la causa de la interrupción eléctrica no tenga nada que ver consigo misma, es decir, se deba a una repentina salida del servicio de una planta, el que otras termoeléctricas estén paradas por proceso de mantenimiento programado, problemas en las líneas, o en el transformador, u otras averías.
Obviamente nada de esto deja de ser cierto. Se ha explicado en forma sistemática el gran esfuerzo que realiza el país en estos momentos para tratar de mantener un servicio en lo que respecta a la energía eléctrica lo más estable posible y también se ha detallado todo lo que se hace para reparar cualquier avería o las afectaciones provocadas por diferentes situaciones, como por ejemplo las que provocan los fenómenos atmosféricos.
Ahora bien, mi intención no es hoy analizar con datos específicos, porque no los tengo a mano, ¿cuál es la situación del sistema electro energético del país?, ¿cuáles son las principales limitaciones? y ¿qué es lo que se está haciendo para tratar de minimizar las afectaciones que puedan producirse en estos meses de verano?, en los que, por supuesto, crece la demanda en el consumo de electricidad por parte de la población.
Y por eso me detengo, imaginariamente hablando y o escribiendo, ante un espejo virtual, y me pregunto: ¿Qué hago yo para tratar de ayudar al país en esta cuestión? ¿Qué hago indebidamente, sin querer, sin percatarme de ello, que contribuye a incrementar los “apagones”?
Puede que haya alguien que de inmediato me diga: -“Compadre, tú no tienes que hacer nada. Lo que si hace falta es que en el país haya más plantas eléctricas, más transformadores, más equipos de todo tipo…”
No discrepo totalmente de ello, pero me parece que es una apreciación simplista, porque ver el problema y que lo resuelva otro, es fácil… pero ¿y yo mientras tanto qué hago?
Ocurre, y yo también en determinados momentos no he tenido en cuenta esto, por circunscribirme tan sólo a la vivienda que uno habita, que se tiene, en el horario de mayor intensidad del pico eléctrico, un buen número de focos encendidos en distintos lugares del hogar, varios equipos electrodomésticos ídem, incluidos ventiladores, aires acondicionados.
Seguramente muchos me darán la razón, si digo que a la vez están encendidas una lámpara con varios bombillos en la sala, otras luces en uno ó dos cuartos, en la cocina y en el baño. Y tal vez en ese instante haya tan sólo una sola o dos personas en la casa.
Puede darse el caso que uno esté sólo en la casa en un momento determinado y se encuentre en el cuarto escribiendo en la computadora u ordenador con la luz encendida, con un ventilador ó aire acondicionado, y de pronto alguien toca a la puerta y tienes que salir a ver algo con un vecino cercano y estás media hora conversando con él. En casa, dentro, se quedaron la luz y los equipos encendidos, consumiendo energía eléctrica.
Así puede ocurrir con algo que resulta habitual y que uno no se da cuenta: abrir el refrigerador en forma constante, encender el micro de manera reiterada innecesariamente, ponerse a planchar tan sólo una ó dos piezas de ropa en distintos horarios, y dentro de las horas pico… en fin hay muchos ejemplos que se pueden exponer.
Sé que alguien también me puede señalar: “No seas exagerado, qué porque tú hagas eso el consumo general no se dispara.”
Cierto si fuera una sola persona o un número muy reducido qué hiciera eso tal vez no sucedería el crecimiento notable de la demanda energética.
Pero no es así, ese ejemplo expuesto, que puede ser el mío, el tuyo, o el de cualquier vecino, y que reitero a veces ocurre porque no se tiene conciencia de ello, si se suma a los que asumen tal postura a nivel de un barrio, un poblado, una ciudad, un municipio, una provincia, pues es innegable que todos, sin querer, estamos contribuyendo a que aparezca el nefasto “apagón”.
No se trata tan sólo de echarnos la culpa nosotros, hay factores objetivos y subjetivos que también inciden en esto, pero lo primordial en lo que he deseado compartir es que cada quien, desde su humilde pero muy importante trinchera, también brinde su aporte en esta gran batalla por el ahorro de energía.
En otras ocasiones especialistas en la materia han explicado lo que significaría en ahorro sencillamente si en cada vivienda de este país se apagara un bombillo, muchas veces encendido durante horas innecesariamente, sobre todo en el horario del llamado “pico eléctrico”. Y si nosotros, todos, desde nuestro hogar hacemos estas y otras sencillas contribuciones podemos sentirnos satisfechos, y algo similar puede ocurrir en centros de producción y servicios.
El ahorro de energía es algo vital y por supuesto también puede contribuir a evitar los llamados apagones.
Cubanos, habaneros, que brille pues la luz de la sensatez, de la racionalidad, de la conciencia que en la unión de todos, en cualquier fase de la vida, está la fuerza. (Tomado del Portal del Ciudadano de La Habana)