En el municipio de Playa, exposición Aparecidas en La Habana

La galería La Nave, del habanero municipio de Playa, acoge este mes la exposición personal Aparecidas, de la artista Miriannys Montes de Oca.

Se trata de una propuesta en conjunto con la Sociedad Juvenil de Interacción Escénica y Multimedia Naufragio Projekt, miembros todos de la Asociación Hermanos Saíz.


Un acercamiento lúcido a la espiritualidad cubana desde una interpretación contemporánea y múltiple de la advocación mariana en este contexto social es, sin duda, el sustento conceptual de Aparecidas.

Las piezas de gran dimensión, a las cuales nos tiene acostumbrados Miriannys Montes de Oca —con sus intervenciones en amplios paredones de los edificios habaneros—, se redimensionan a mucha menor escala.

Círculos y triángulos resaltan en el aspecto formal, alusivos a la iconografía virginal tradicional. Lo circular se manifiesta en los platos de nuestras cocinas, en los bastidores a modo de medallón, cual retratos medievales, donde el lienzo soporta el colorido vibrante del acrílico, propio también del contexto caribeño.

La curaduría, a cargo de la propia artista y de Yoandra Lorenzo, directora de La Nave, confirma la versatilidad de Miriannys, quien se desplaza según Lorenzo, por diversas manifestaciones dentro de las artes visuales de manera espontánea y coherente, al tiempo que concibe al performance, el dibujo, la escultura, las instalaciones en espacios públicos… como expresiones integradas, en perpetuo diálogo creativo.

Montes de Oca muestra un lenguaje dúctil y muy original dentro del universo de las artes visuales cubanas. No solo posee notables cualidades desde el punto de vista técnico y una clara definición conceptual, sino también un dominio de los entresijos espirituales que animan la creación. Hoy, cuando el pragmatismo parece superar por momentos el humanismo solidario, ella se confiesa guiada por una espiritualidad reparadora.

La artista posa ante Rosa mística, composición circular que evoca una suerte de halo espiritual.

La artista posa ante Rosa mística, composición circular que evoca una suerte de halo espiritual.

—¿Por qué la inspiración mariana, la alusión mística, el énfasis en lo espiritual? ¿Qué pueden representar esas vírgenes para ti, como creadora?

 

—Represento sencillamente a la mujer cubana. Son vírgenes que salen de un pasacalle de teatro, de una pasarela, de imágenes religiosas que he encontrado en sueltos de periódicos, pero todas provienen de informaciones y representaciones auténticamente cubanas.

 

—Y de cierta forma narran también el modo en que la gente, en lo cotidiano, en la calle, se han apropiado de ellas…

 

—En un principio nacieron de murales que hacía en las calles. Por eso se trata de una pintura suelta, orgánica, que parece salir de las propias paredes, donde alguna vez estuvieron. Quise trabajar estos cuadros como si los arrancara de cualquier edificio y los trajera a vivir en el interior de la galería.

«Me gustaba esa idea de intervenir en la vida cotidiana y que la virgen apareciera con su mística alumbrando los sitios, de la misma manera en que apareció misteriosamente en las aguas de la Bahía de Nipe la Virgen de la Caridad del Cobre».

 

—Que es una aparecida… como el título de la muestra: Aparecidas.

 

—A los artistas hay cosas que nos llegan muy claras y otras como si nos las susurraran. Y el nombre apareció de esa manera un tanto mística cuando empecé a realizar los murales en las calles y quise mantenerlos después en la exposición de la galería La Nave.

 

—Son vírgenes aparecidas que en un inicio llamaron la atención de transeúntes y pasajeros…, pero, también, ¿somos nosotras mismas, las mujeres cubanas?

 

—Cuando entras al espacio expositivo todo lo que puedes ver son representaciones femeninas. Y la intención es que el espectador al ver tan representada a la mujer, con tanta reiteración, se haga esa misma pregunta.

 

—Como si se tratara de un espejo o de una fotografía… Las mujeres cubanas somos también Aparecidas.

 

—La mujer viene siendo ese ente místico, divino, que le da ese impulso a todo y logra que funcionen las cosas. Primero la asociación es con la santidad, por eso la Virgen María, La Caridad, esa entidad mágica con la cual necesitamos conectarnos; con lo femenino. Y la mujer cubana, particularmente desde su creatividad cotidiana, tiene esas dotes extraordinarias: es muy resolutiva y multifacética.

La obra «Luz del mundo» resalta por lo vibrante del color, donde el predominio del amarillo y el azul aluden a los vivos colores tropicales

—¿A qué se debe la variación de soportes y técnicas? ¿Solo al cambio de escenario, de la calle a la intimidad de la galería?

—Era necesario regresar a la pintura, al lienzo, al bastidor. En los últimos tiempos predominaron en mis obras las esculturas, el performance, el videoarte, los murales…, pero esta exposición imponía un regreso a lo tradicional, quizá hacia aquellas antiguas representaciones pictóricas de las vírgenes. El soporte mismo ofrece esa información del pasado, nos recuerda las maneras en que se pintaba en épocas pasadas y por qué se hacía así.

«El empleo de bastidores circulares me lleva a mi propio pasado donde empleé bastante el círculo, en esculturas donde esa forma geométrica la asociaba a la fe, al infinito, la divinidad. Es un símbolo universal.

«Luego empecé a encontrar platos como soportes de lo que iba a pintar. Y el plato tiene una connotación más realista, de la alimentación, los alimentos que preparamos diariamente, asociado con las labores domésticas que muchas veces se relacionan con lo femenino y con la mujer».

La obra «El hijo» alude a la condición maternal.

—¿Por qué elegiste el acrílico para dibujar a estas Aparecidas?

—Es un material que, a diferencia del óleo, no posibilita entremezclar los colores, una pintura contemporánea que permite emplear colores puros y estridentes. Quería que las vírgenes llamaran la atención y el acrílico es ideal para eso. En los murales callejeros sí empleé el acrílico, porque su alta definición permite a las personas de paso captar muy rápido la imagen dada su definición. Además, son colores vibrantes, cálidos, típicos del clima cubano.

—¿Y cómo explicas la composición espacial?

—Los cuadros más importantes como son de modo circular le daban a la exposición un formato diferente. No queríamos romper la idea del formato con estas piezas más instalativas. Las había traído a la galería para montarlas de manera apaisada, pero durante el proceso de curaduría decidimos mantener el formato de las esferas y los triángulos porque al final son los rasgos más significativos que contempla la imagen de la virgen para que toda la exposición estuviera concatenada desde un punto de vista visual y conceptual.

«Son piezas que hice de modo aislado y se fusionaron luego en distribución triangular. Y las que toman modo de círculo en el montaje son variaciones de un mismo ícono».

Del conjunto «Casa de oro», platos alineados para componer un triángulo, desde la pieza titulada «Cuba» con los colores de la enseña nacional.

—Te expresas en disímiles manifestaciones de las artes visuales. ¿Qué explicación le das a esa diversidad?

 

—La creación no está medida por una manifestación específica. El arte es una emoción humana transmitida en libertad, de acuerdo con las necesidades del artista y de los recursos que considere efectivos. Hay momentos en que el mejor recurso puede ser un performance y en otros la pintura. Me gusta moverme en todos los ámbitos. Disfruto esa posibilidad que me ofrece el arte, de emplear esa especie de abanico abierto.

«De niña disfrutaba mucho con la música y las artes visuales, en la universidad me vinculé con el teatro y seguí con la música. Siempre me pregunté por qué hay que estudiar las manifestaciones artísticas por separado si todas dependen de todas. Me gusta integrar las artes. Por qué reducirlas en la academia a estudiarlas desagregadas. Son temas de la enseñanza artística tradicional que me gustaría debatir».

 

—¿De qué te proveyó la academia?, tanto la ENA como el ISA.

 

—En la ENA aprendí sobre el oficio, sobre pintar con un basamento técnico. Al final de esos estudios, debes enfocarte más hacia la creación y así realicé mi primera serie grande en 2011. Pero ya en el ISA, todo se concentró más en la pluralidad mental, en desarrollar un pensamiento creativo, en conocer la filosofía del arte, en analizar las mejores opciones para concebir una obra.

 

—¿Qué otras ideas creativas te rondan después de haber inaugurado Aparecidas?

 

—La serie que realicé en el año 2011 fue con cajas de luz que pintaba por detrás de la imagen y por delante del cuadro. Cuando las luces se encendían, aparecían imágenes escondidas, como montadas por capas. Me gustaría retomar esa visualidad con la iconografía de las vírgenes tal vez superponiendo acrílicos transparentes y multiplicar las imágenes, al infinito.

 

—¿Cuánto puede representar Cuba en tu obra?

 

—Los contextos definitivamente marcan la creación de un artista y, por supuesto, mi visualidad es muy cubana, proviene de mi país, de lo que vivo a diario, de su gente, desde el color hasta la forma y las imágenes empleadas. Todo, absolutamente todo en mi obra, depende de vivir en Cuba.

«Cuba».

(Redacción digital. Con información de Juventud Rebelde y al Asociación Hermanos Saíz)

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