Las "tánganas" de Pedro Lizardo


En el corazón tumultuoso de La Habana, hay un hombre que rompe lanzas contra excesos y entuertos, y vindica a su gente de barrio, como delegado del Poder Popular en la circunscripción 6 del municipio de Plaza de la Revolución, y como presidente del Consejo Popular Rampa: Pedro Lizardo Garcés Escalona.

"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder", tarareo mentalmente a Silvio, mientras este líder pertinaz me revela sus pasiones y tánganas por el bien y el derecho ciudadano, en medio de tantas carencias, calamidades, y la perturbadora conformidad de quienes eluden sus deberes y complican más los problemas.

Pedro, controlando el orden y la disciplina en la cola de la gasolina del Tángana.
Autor: Ariadne Prado Cabalé.

La oficina de Pedro es la calle. Se toma muy en serio la representatividad de sus electores y la interacción con la comunidad, sin esperar señales de arriba. Él es la máxima autoridad de Gobierno allí. Y como tal, un surtidor de iniciativas: desde los años más duros de la Covid-19, creó una comunidad en WhatsApp, Gente de Barrio, que se ha extendido a Facebook y a Telegram: La democracia montada en la red digital… y en el cara a cara también.

Primero fue la atención por esa vía a personas vulnerables; y después, cuando los problemas de alimentación arreciaron, organizó en su territorio la venta en una secuencia organizada, por día y hora para cada libreta. Y demostró que el caos, el desorden y el tumulto que favorecía a coleros y revendedores podían neutralizarse.

Con la crisis del combustible, dio su mayor tángana ante oportunistas que dominaban el mercado negro con los turnos para la gasolina. Ideó en el servicentro Tángana un sistema por WhatsApp que llegó a copiarse en el resto de la capital, mediante turnos con numeración celosamente controlados. Lo que no habían previsto las correspondientes instituciones que prestan esos servicios.

El grupo Gente de Barrio también creó un canal solidario para donaciones ciudadanas ante tragedias como el huracán Ian, el accidente del hotel Saratoga y el incendio de la base de supertanqueros de Matanzas. También promueve una red interactiva de donativos de medicamentos para necesitados.

Ante mis preguntas, el impetuoso interlocutor no duda mucho para responder, como quien viene de regreso de tantas escaramuzas.

—Los delegados del Poder Popular en muchos sitios terminan dando la cara por quien no lo hace y es responsable del silencio y la falta de respuesta. Y los electores pierden así el interés y la confianza en la asamblea de rendición de cuentas. ¿Cuál es tu librito y tu estilo en esta dinámica?

—El delegado tiene que rendir cuentas a sus electores. Pero si solo se ciñe a recoger planteamientos, entregarlos a la autoridad que corresponda y después decir que los entregó y no le han dado respuesta, muy mal estamos. Todo parte del corazón del delegado, de su voluntad de resolver y de su valentía para no ceder en lo que le corresponde. Hay que exigir que la entidad implicada vaya a la rendición de cuentas a dar la cara y a explicarle a los electores.

—Pero en muchas de esas asambleas no se aparece ningún representante…

—Bueno, en la mía hemos desarrollado el empoderamiento ciudadano, al punto de que si falta a la asamblea un representante de una entidad que fue citado, habrá siempre un elector que se pare y proponga que si el directivo se ausenta, hay que suspenderla. Y ha sucedido. Cuando eso llega allá arriba, no hay arreglo hasta que aparezca el ausente.
"Y para responderte del librito, literalmente, es la Constitución de la República, tamaño de bolsillo, que siempre llevo conmigo. Cuando dicen que estoy equivocado, o me rechazan lo que llevo, saco la Constitución y digo: Parece que su pensamiento no va con esto. ¿Me puede escribir lo que me dice y firmármelo?"
—¿Cuáles son los planteamientos más difíciles de responder y para convencer?

—Los que dependen de grandes recursos, en medio de una situación tan difícil como esta. Aún así, hay que fundamentar muy bien la respuesta y estar convencido de ella. Los otros, los del día a día, los cotidianos, yo no me limito a tramitarlos. Yo voy a ellos.

—¿Cómo los enfrentas?

—Yendo arriba del problema. ¿No dicen que los perros marcan su terreno? Yo también marco mi terreno. A los restantes delegados del Consejo Popular se lo digo: Aquí no estamos para consignas ya gastadas como cumplir la tarea y dar el paso al frente. Es el paso al frente… y la marcha. Sin la marcha no hacemos nada, nos quedamos con el problema.

—Ponme un ejemplo de que tú plantas cuando crees que la razón está de tu parte.

—Una vez convoqué a un directivo para que visitara una ciudadela que es la de peores condiciones en el Consejo Popular. Fue, y cuando vio a los vecinos allí reunidos, me dijo: Yo a ninguna de esa gente tengo que darle respuesta, y me voy. Ellos lo oyeron todo. El directivo no obedeció la indicación del Intendente de que regresara y diera explicaciones. Propuse a la Asamblea Municipal la sustitución de ese responsable, pero no se aprobó, pues debía aprobarse al menos con la mitad de los votos más uno la propuesta. Y al poco tiempo pidió su liberación. Se la sintió cerca. El poder de revocación es un mecanismo democrático vigente que debería potenciarse mucho más.

—Un delegado que sea muy exigente y crítico, ¿se convierte en un personaje molesto?

Odania, su esposa, y Sadier Fidel, su más pequeño hijo y la mayor esperanza. 
Foto: Ariadne Prado Cabalé.

—Yo hablo por mi experiencia. Empiezan a respetarte más. Pero siempre hay alguien que te rechaza. Aunque el pueblo, en su gran mayoría, sí te respalda y te acompaña. Eso se gana con el trabajo.

—En aquella batalla del Tángana que te enrolaste y diste la cara, con todos los controles y exigencias que se establecieron. ¿Eso no te trajo amenazas o represalias de quienes intoxicaban aquello?

—Sí, una agresión personal. Me agredieron a piñazos.

—¿Y qué hiciste?

—¿Qué voy a hacer? Tuve que responder igualmente.

—¿Cómo es un día tuyo en medio de tantos problemas, reclamos y conflictos?

—Me acuesto a la una, una y media de la madrugada, a veces a las dos, revisando las opiniones, sugerencias y criterios que me llegan en los grupos Gente de Barrio de WhatsApp, Telegram y Facebook. Y parte de esos gastos salen de mi bolsillo. Al levantarme temprano salgo de casa a pie, como ando siempre. Si hay citación en el Gobierno, voy. Pero por lo general salgo para irle arriba a los problemas. Voy a la mata, al sitio, dependencia o entidad señalados en la denuncia. Eso sin contar que camino constantemente el área del Consejo Popular, y las personas, que ya me conocen, me plantean sus quejas y criterios.

—¿Y cuando llegas al sitio del problema?

—Me entrevisto con el máximo jefe allí, lo mismo en Coppelia que en la panadería de J y 15. Empiezo por abajo, pero si no se resuelve, voy arriba. Y sigo más arriba.

—Luego de que se organizó bastante la venta de combustible en los servicentros de La Habana siguiendo las experiencias del Tángana, ahora se desarticula ese método para transitar al sistema digital Ticket. ¿Qué piensas de ello?

—Desaparece este sistema de ahora en contra de la voluntad popular. Criterios: Hay muchas personas que no están conectadas. Una población envejecida, que no domina las tecnologías de la información. Lo que he escuchado es que no confían. Dicen que hay por ahí gente con determinadas herramientas y la facilidad de obtener los turnos más rápido. Y están los problemas de conectividad. Me preocupa que no sea funcional.

—¿Cuáles son las claves para que el Poder Popular tenga más poder y sea cada vez más popular?

—Hay que seguir dándole herramientas prácticas al delegado y al pueblo. Hacer un Gobierno de calle. Potenciar aún más al delegado; no decir que hay que apoyarlo, hay que apoyarlo dándole herramientas y mayores potestades.

—Se está insistiendo mucho en el control popular, pero sinceramente, no lo distingo en lo cotidiano. Tú me pareces la avanzada hacia ese estilo de Gobierno con todos. ¿Qué es para ti el control popular?

—Es controlar determinada gestión pública a partir de las insatisfacciones de la población, con la participación de esta. Que el delegado tenga la autoridad para revisar de punta a cabo todo, que aún no la tiene. Yo sí tengo esa facultad, de acuerdo a la Constitución, en mi condición de presidente del Consejo Popular. El presidente del Consejo Popular puede establecer controles personales, pero la mayoría de los controles populares son aprobados en el Consejo Popular con una comisión, que ahí es donde se imbrica a la población. Pero eso aún no se despliega en toda su potencialidad.

—¿Qué es lo que más te preocupa como delegado de la situación del país actualmente?

—El trecho entre lo que se dice y orienta, y lo que se hace. Díaz-Canel vive y muere esgrimiendo la importancia del control popular, que se logre allá abajo en el municipio, que se consulte a la gente. Y si lo que se dice y orienta luego no se palpa en la realidad, entonces la gente puede llegar a no creer en lo que se dice. (Juventud Rebelde)

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