Con una sonrisa que lo marcó eternamente, Camilo Cienfuegos llegó a la vida al amanecer del 6 de febrero de 1932, en la barriada de Lawton, de Diez de Octubre, uno de los 15 municipios de La Habana.
Solo bastaron 27 años
para sembrar su recuerdo de manera imperecedera en el pueblo, especialmente en
los niños, que cada 28 de octubre le regalan flores en el mar; tan osado y
bravo como él mismo.
El sombrero alón y la barba conformaron la imagen
inolvidable de Camilo, quien, de soldado travieso y juguetón, se convirtió en
uno de los más grandes jefes de guerrillas.
Sus bromas y su preferencia por el baile y el béisbol, se
enmarcan en las características de un genuino cubano.
De él, su amigo fraterno, Ernesto Che Guevara, dijo:
Camilo es el hombre de las mil anécdotas, pues las crea a su paso con
naturalidad y desenvoltura.
De la alta responsabilidad, el valor y el enorme sentido del
cumplimiento del deber que tenía Camilo Cienfuegos es la anécdota contada por
Antonio Sánchez Díaz, el Comandante Pinares, que trasmitimos a continuación.
Cuando a Camilo Cienfuegos, como miembro del Ejército
Rebelde en plena Sierra Maestra, se le dio la difícil, pero honrosa misión, de
llevar la guerra de Oriente a Occidente, el legendario guerrillero expresó:
Esta Columna llevará el nombre de Antonio Maceo, y la tarea ya fue realizada por el Titán de Bronce. Nuestra obligación es cumplir con este deber. Podremos caer muchos, lo que sí no podemos es dejar de cumplir nuestra misión.Y si uno solo queda con vida, la concluirá por todos nosotros. (Redacción digital. Con información de Radio Reloj)