Todavía estremece en su inmensidad el dolor causado por el crimen bárbaro que el 6 de octubre de 1976 segó la vida de las 73 personas viajeras en el vuelo 455 de Cubana de Aviación, frente a las costas de Barbados, entre ellas los jóvenes y victoriosos integrantes del Equipo Nacional de Esgrima, que regresaban a casa tras obtener los máximos lauros en un Campeonato regional.
Todavía los familiares de las víctimas y el
pueblo claman por la aplicación de la debida condena de la justicia a los
conocidos autores intelectuales del execrable hecho, en el país que los cobijó
y los instruyó como viles sicarios y personeros de su política, donde murieron
impunes y tranquilos.
Tal acto terrorista concebido desde el territorio
estadounidense por los contrarrevolucionarios de origen cubano Orlando Bosch y
Luis Posada Carriles era del conocimiento del gobierno de esa nación, el cual
no hizo nada para evitarlo, de acuerdo con documentos desclasificados en regla
por la propia Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de
Estado.
Las razones son obvias, ayer y hoy, pues para
nadie es secreto el negro prontuario de ambos personeros, quienes tuvieron
tiempo de sobra de hacer carrera activa de torturadores, represores y
corruptos, como cabecillas de la contrarrevolución en el más puro estilo sádico
y mafioso.
Una trayectoria escalofriante, puesta al desnudo
rampante y sin vergüenza no solo registrada en documentos oficiales o en notas
de prensa, sino también en las denuncias de muchas de sus víctimas
sobrevivientes de varios países de América Latina.
Lo inaudito no terminó con ese crimen horrendo y
la impunidad de autores y ejecutores.
A 47 años del suceso y en tiempos en que la
nación conmemora el 6 de octubre como el Día de las Víctimas del Terrorismo de
Estado, los hijos de esta tierra sufren el ultraje y las consecuencias de más
mentiras y de la manipulación política en torno al tema, refiere un servicio
especial de la Agencia Cubana de Noticias.
Con la inclusión de Cuba en la espuria lista de
“países patrocinadores del terrorismo”, el Gobierno de Estados Unidos castiga a
esta nación por su voluntad soberana, pretendiendo presentar a la víctima de su
política genocida como victimaria.
A contrapelo de la mayoría abrumadora de la
comunidad mundial, que lo ha denunciado en foros de la ONU, la región y en
otros escenarios públicos, la falsa acusación no tiene un valor simbólico, sino
que causa sufrimientos agudos al pueblo cubano, al obstaculizar el necesario
intercambio comercial con el mundo y poner serios obstáculos a su desarrollo.
Quien ha venido observando o sosteniendo
relaciones con el Gobierno cubano desde el triunfo de la Revolución hasta
nuestros días, sabe de los acrisolados valores morales que sostienen su
conducta, basados en ideales de justicia, equidad, solidaridad, tradiciones y
en el celoso ejercicio del derecho internacional. Esto no es pura palabrería.
La práctica sostenida de un obrar solidario,
repetimos, y de colaboración con numerosos países, sobre todo los que están en
vías de desarrollo y los más necesitados, distingue los nexos de Cuba con su
entorno geográfico natural, América Latina y el Caribe, y con el mundo en áreas
tan decisivas para el desarrollo del humanismo.
Estas también son verdades como un templo que
enaltecen la moral de los cubanos, quienes no suelen sentirse perfectos, pero
luchan por ser mejores cada día.
De modo que esta tierra que ha perdido a tantos
hijos a consecuencia de crímenes y atentados concebidos por el enemigo desde la
Aurora de Enero, ni siquiera en una errónea “legítima defensa” y mucho menos en
venganza, ha concebido jamás a ningún nivel gubernamental un acto de
terrorismo.
Quienes la condenan y no cesan de urdir campañas
mediáticas lo saben muy bien.
No olvidar la nefasta fecha del llamado Crimen de
Barbados sigue siendo, ahora y para siempre, un deber sagrado, como parte de la
lucha justa que anima cada día a los cubanos y como homenaje a todos los
mártires de hechos tan horrendos.
De acuerdo con cómputos tres mil 748 compatriotas
perdieron la vida en actos monstruosos de terrorismo y más de dos mil 099 han
quedado mutilados o impedidos.
Este año habrá como siempre un recordatorio
especial a los jóvenes deportistas que resultaron víctimas del abominable
crimen, algunos de los cuales ni siquiera llegaban a los 20 años. Entre los
fallecidos también estaban 11 guyaneses y cinco ciudadanos de la República
Popular Democrática de Corea.
Los familiares de los caídos nunca se cansarán de
exigir justicia, como ya se dijo, aunque los oídos sigan sordos en este momento
y se continúe engendrando patrañas increíbles contra la Revolución que ya no
confunden a nadie justo o sensato, pero resultan muy dañinas cuando se
convierten en medidas punitivas, como las de hoy.
El crimen del 6 de octubre fue ejecutado por los
venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo, quienes fueron apresados y sentenciados
a 20 años de prisión. Los cuatro sombríos personajes mencionados en esta
historia acumularon un impresionante accionar internacional gracias a entrenamientos
y recompensas entregadas a ellos por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Recordamos al líder cubano, Fidel Castro, en la
despedida de duelo realizada a las víctimas en la Plaza de la Revolución, ante
los restos de ocho compatriotas hallados:
(…)."No eran millonarios en viaje de placer, no eran turistas que disponían de tiempo y de recursos para visitar otros países; eran humildes trabajadores o estudiantes y deportistas que cumplían con modestia y dedicación las tareas asignadas por la patria.
"En pleno vuelo el avión fue destruido por una carga explosiva a los pocos minutos de haber despegado del aeropuerto de Barbados. Con heroísmo indescriptible los bravos y expertos pilotos de la nave hicieron un supremo esfuerzo para hacerla regresar a tierra, pero el equipo, ardiendo y casi destruido, solo pudo permanecer en el aire unos minutos más”.
¡Gloria a estos cubanos que lucharon hasta el
final con entereza y valentía! (Redacción digital)