El IV Festival Internacional Camagua Folk Dance concluyó con saldos positivos para las parejas de baile de La Habana participantes en los concursos convocados para ese evento, que acoge la ciudad de Camagüey.
Fue la primera ocasión en que se organizan concursos en ese certamen, y
para ello fueron establecidas las categorías de Parejas de baile de la Enseñanza Artística y Parejas de baile de Compañías Nacionales.
Vale destacar que fue también el estreno de las academias, en el evento
presidido por el maestro Fernando Medrano Vireya, mientras que, por segunda
ocasión, se convoca a duetos de compañías profesionales.
En la primera de las categorías, La Habana trajo a casa el Gran Premio para el dúo representante de la
Escuela Provincial de Danza Alejo Carpentier y el tercero para los bailarines de la Escuela Nacional de Danza.
Para los profesionales de este arte en la capital cubana fueron los
tres lauros en su categoría: los representantes de la compañía Santiago Alfonso
obtuvieron el tercer lugar; el segundo fue para los de la Universidad de las
Artes, y el primero para la Compañía de Danzas Tradicionales de Cuba JJ.
El tratamiento a la danza folclórica y sus diversas miradas, desde los
estilos propios de cada compañía participante, fue un elemento que provocó
cuestionamientos y preocupaciones entre los profesionales de la danza participantes
en la recién finalizada edición, pero, en mi criterio, no basta con la
preocupación. Es imprescindible mayor ocupación al respecto.
Las expresiones de la cultura
popular y tradicional son elementos que definen la identidad de cada nación,
entonces no cabe espacio para las distorsiones en sus aspectos medulares.
Aunque con una mirada dialéctica y la inserción de aspectos que las
acerquen a cada tiempo, las expresiones artísticas tradicionales o folclóricas
no pueden ser tratadas violentando aspectos medulares que las han hecho
trascender en el tiempo y, junto al Himno y la Bandera nacional, convertirse en
emblemas de cubanía.
Fue alentador ver cómo, desde el lenguaje contemporáneo, algunas compañías
folclóricas desplegaron sus estéticas de manera respetuosa y apegadas a lo
raigal, conquistando el respeto del público y de los expertos.
Pero esto no fue mayoría, y en ese sentido deben ser proyectadas
estrategias y acciones que ayuden a encaminar las diversas visiones que existen
sobre el fenómeno danzario actual, siempre cuidando el diálogo respetuoso con
los aspectos que definen sus esencias.
Por la magnitud de acciones que proyectan y la relevancia de las
personalidades de la danza que convocas, espacios
como el Festival Internacional Camagua Folk Dance están llamados a ser
plataformas para profundizar en temas relativos a la preservación de la
identidad nacional y trazar pautas para su tratamiento en academias, acciones
comunitarias y formaciones profesionales, siempre con las miradas puestas en la
salud y el futuro de la cultura popular y tradicional cubana.
Esa es una responsabilidad de todos los comprometidos con la identidad
cultural cubana.
Renglones aparte para las propuestas llevadas desde el Conjunto
Folklórico Nacional de Cuba, la más antigua e importante formación
músico-danzaria dentro del universo de agrupaciones cultoras de la tradición.
El binomio integrado por Harold Ferrán y Yandro Calderón mostraron su
talento y calidad, atributos que, sumados a sus condiciones artísticas, fueron
ovacionados en cada una de sus presentaciones ante el público.
Ellos, cumpliendo con el encargo social de la compañía y con el legado de grandes de la danza, como Zenaida Armamentos, Silvina Fabars, Juan de Dios Ramos, Nieves Fresneda y muchos otros referentes, mostraron el camino, dejando ver que no existe divorcio entre tradición y contemporaneidad, cuando se hace desde resultados de investigaciones, trabajo comprometido y pasión por el arte. (Digna Rosa Pérez Morejón)