Los tomates, ajíes, boniatos y las lechugas no le cayeron del cielo a Carlos Pérez, técnico en Telemática de Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S. A. (Etecsa).
Este pequeño productor urbano reside en la circunscripción 96 del
consejo popular Poey, en el municipio de Arroyo Naranjo, del centro-sur de La
Habana.
Hace un año, Carlos decidió
cambiar el área del viejo taller de carpintería por una huerta variada de unos
30 metros cuadrados.
Cada atardecer, comienza
su romance con la tierra negra capitalina, entre canteros reverdecidos que
cuida con amor de padre.
Una vieja mata de güira
custodia el lugar, visitada por colibríes que inspiran.
Realizó este cambio en su
vida, al calor de la campaña popular Cultiva tu pedacito, impulsada por
los Comités de Defensa de la Revolución, y ante los galopantes precios de los
productos del agro.
“Le confieso que yo no tengo ninguna tradición campesina, ni mi
familia, y me di a la tarea de hacer este huerto, pues también los salarios son
bajos, para como está la vida”, afirma, mientras riega la lechuga.
“Yo hago estas labores
extralaboralmente. Cada tarde, los fines de semana, y me ha dado muy buenos
resultados: ahorro para mi familia, y alivio en el bolsillo.
“Yo aprendí por Internet,
mediante videos de agricultura; conocí cómo contrarrestar algunas plagas, las
características de las especies, sus ciclos, cómo tratarlas, y realmente me dio
resultado económico; no he tenido que comprar, como antes, tomates ni otros productos”,
comenta.
“También me relaja de las
tensiones del día, en algo útil y bonito”, explica, mientras aparta la manguera
y siembra una plántula más de tomate por un costado del apretado trillo.
Por vez primera, enfrentó el cultivo a pequeña escala de hortalizas y algunas viandas. Al respecto, valoró para Radio Ciudad de La Habana:
Puede constatarse, incluso, en la escuela de Enseñanza Primaria 9 de
Abril, que también viste sus patios de tierra con brotes en este consejo
popular, donde abundan los patios cultivables.
Carlos expresó que nunca pensó tener tantos beneficios en tan pequeño pedacito de tierra, e instó a que muchas personas prueben a cultivar donde sea posible.
“Hasta calabazas hemos
cogido, aprovechando la cerca. ¡Y lo bien que se nos han dado!”, exclamó.
Al preguntarle cómo
definiría tal suerte, con júbilo y orgullo remarcó:
“Esto para mí ha sido un tesoro, al igual que para mi familia, pues también la tierra es virgen, como muchos lugares de la ciudad, lo que es también un tesoro.” (Alberto Riesgo Vázquez)