La Habana, testigo del valor de sus jóvenes

La Habana, testigo del valor de sus jóvenes

La esquina de 12 y Malecón, en El Vedado habanero, no solo es desenfado y vivacidad de cientos de universitarios albergados en la residencia estudiantil.

Aquella noche del 15 de febrero de 1964 prometía ser apacible, pero dos hechos fortuitos convirtieron el Malecón capitalino en un infierno.

En el edificio 23 de la calle 12, María Teresa Cabrera encendió un fósforo para preparar el café de siempre, y un escape de gas en el apartamento vecino le jugó la mala pasada. La explosión prendió su ropa, avivando las llamas cuando decidió aplacarlas con la alfombra.

Los gritos de pánico de María Teresa, desde el balcón, despertaron a los estudiantes que dormían en la beca de enfrente. Un grupo de ellos acudió, encabezado por Israel de Armas, quien hacía guardia de Milicias. Con la premura, equivocaron el origen del S.O.S.

Tronquito (así lo nombraban por su fisonomía pequeña y gruesa) rompió a culatazos de fusil la puerta. Trágico error causado por el desespero: una nube de gas inundó por completo el pasillo y cuando por fin abrieron la casa de María, las llamas que ya se extinguían cobraron vida nuevamente.

Una lengua de fuego los alcanzó. Alguien intentó llegar al balcón, pero resultó imposible. El dolor de las quemaduras se hacía insoportable. Los muchachos bajaron del edificio convertidos en antorchas humanas.

Los lesionados del accidente fueron ingresados en varios hospitales, entre ellos el Nacional, el Luis Díaz Soto y el Calixto García. De 13 heridos graves ocho murieron, indistintamente del 16 al 21 de febrero.

Israel de Armas, José Valdés, Heriberto Gutiérrez, Juan Nogueras y Ramón Ríos tenían de 18 a 22 años y cursaban distintas carreras en la Universidad de La Habana.

Los otros fallecidos fueron María Teresa, José Argüelles Lopeira (oficial de las Furezas Armadas Revolucionarias que visitó ese día el edificio) y Jorge Borges González, residente en el apartamento 7 y funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores.

En su discurso del 13 de marzo de 1964, en la escalinata de la Universidad de La Habana, en el acto conmemorativo por el séptimo aniversario del asalto al Palacio Presidencial y toma de Radio Reloj, el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, resaltó la valentía y los principios de quienes, con José Antonio Echeverría al frente, se inmolaron en aras de la igualdad social y la soberanía verdaderas.

Acerca de los jóvenes fallecidos, Fidel destacó el ejemplo de siete jóvenes cubanos que semanas antes habían muerto por salvar a otras personas:

A consecuencia de las quemaduras que recibieron al ir a auxiliar a aquellos familiares, perdieron la vida valientísimos jóvenes que soñaban todas las cosas que ustedes sueñan ahora. Y es realmente digno que se resalte este ejemplo, porque pocas cosas dirán tanto de la juventud de hoy. [...] Los estudiantes universitarios dieron el ejemplo; ellos despertaron la emulación de los demás jóvenes, despertaron el honor, el patriotismo de nuestra juventud con su sacrificio. [...] Nuestros jóvenes no solo han caído al conjuro de la lucha patriótica. [...] Ha perdido la universidad, ha perdido el país, su contribución valiosa; pero aun así han dejado un ejemplo alentador y hermoso, que ha de servir de consuelo a sus compañeros y ha de servir de consuelo a sus seres queridos.

(Redacción digital. Con información y foto de Juventud Rebelde)

RSL

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