Recién se estrenó el primer capítulo de la tercera temporada de la teleserie cubana Calendario, que convida a la familia a meditar, recreándose.
Teniendo en cuenta la cantidad de público atento a cada entrega de este audiovisual, Radio Ciudad de La Habana reproduce a continuación el artículo Calendario: de desmotivaciones y desesperanzas, de la cuenta en Facebook Telenovelear.
Calendario: de desmotivaciones y desesperanzas
Imposible es negar que el capítulo inicial de esta tercera temporada que acabamos de presenciar se mostró demasiado reposado y blando, en comparación con las temporadas anteriores. Un aire de complacencia autoimpuesta se siente en la construcción de los diálogos y situaciones, y también, ¿por qué no decirlo?, en la puesta en escena. Son demasiados los ojos puestos en Calendario, demasiadas agendas que cumplimentar, y eso a la corta o a la larga le pasa factura hasta a la más brillante de las obras.
Es entendible que Amílcar Salatti se haya dado a la tarea en este primer episodio de acomodar y explicar los conflictos anulados y los personajes ausentes. Nuevamente la migración de muchos actores, o la decisión personal de abandonar la serie, afectaron la fluidez dramatúrgica de un producto que tiene, como gran reto en esta temporada, cerrar un ciclo, y hacerlo bien.
Sí, reposada y blanda fue, pero también efectiva. Salatti tiene la habilidad de hacer fluir las situaciones y que el espectador conecte de inmediato con la propuesta dramatúrgica. En esta ocasión, el dilema personal de la profe Amalia se complejiza con este nuevo rol de madre a la fuerza que ha tenido que asumir. Tal punto de giro le permite al guionista discursar sobre un tema que a Calendario le estaba faltando: la desmotivación y el cansancio profesional, que a todos nos termina por alcanzar una vez en la vida, sobre todo en tiempos de carencias y dificultades. En ese sentido, el experimentado escritor borda con hilos de oro aquello que quiere contar, y de inmediato nos hace olvidar lo forzado de algunas soluciones.
De los conflictos juveniles que les queda, maneja muy bien el progreso de la relación homo-afectiva entre Natalia y Sofía, y los miedos y prejuicios de esta última. El baño de agua fría recibido por Gustavo ante la realidad de tener que repetir el año, remarcó algo que no siempre nuestros niños y jóvenes tienen claro: no todo tiene un precio.
Una aspereza en la relación de Israel y su padre se siente a raíz de la decisión del adolescente de seguir con su novia, pese a las “modernas” maneras de pensar de esta última, que entran en contradicción con la conservadora y rural educación que ha recibido el “Nagüe”. El guionista se las ingenia para cuestionar sin juzgar las dos posturas de este conflicto: ¿es realmente indecente que una mujer de estos tiempos tenga la posibilidad de elegir cómo expresarse sexualmente y cómo condicionar esa expresión a sus relaciones afectivas? ¿Es reprobable que un padre renuncie a sus conceptos de lo moral? ¿Vivir en una gran ciudad obliga a las personas a renunciar a los valores con los que han crecido? Salatti pone las cartas sobre la mesa, pero está en nosotros elegir la baraja que más nos “cuadre”.
Cecilia vuelve a casa con su hijo Orestes, luego de un año de terrible encarcelamiento. Vuelve redimida, sin fuerzas para “luchar” de la manera que estaba acostumbrada. Vuelve con amor para su hijo; un hijo que regresará por necesidad, a los mares de la prostitución, esta vez sin una novia que le ponga frenos ni le haga ver la verdad de tan deleznable labor.
De la temporada anterior, además de estas, quedan otras líneas argumentales que, de seguro, se tratarán con mucho tacto e inteligencia. La más marcada es aquella relacionada con la pedofilia, un tema que no puede quedar sin soluciones dramatúrgicas.
Pero dos nuevos temas se posaron con discreción en este primer capítulo. Dos temas pedidos por el público, según las investigaciones, y que por fin tendrán su reflejo en esta temporada. El primero de ellos es la discapacidad motora en un adolecente, y cómo esto puede afectar las relaciones sociales con sus contemporáneos y la aparición de un bulling velado muy natural en estas edades. El personaje de Abdel, interpretado con todos los hierros por Enmanuel Castillo (algo de lo que haremos referencia en instantes), aparece en la trama, no solo para contar su historia, sino para agregarle colores a la de Vladimir, de una manera insospechada por él y que descubriremos, seguramente en los próximos episodios.
Otro tema que se las trae, y que ha de ser tratado en esta temporada, es el de la religión, representado por una frágil y temerosa adolescente, María, contenida por una fe no elegida; una fe que ha puesto en sus espaldas su padre, alguien a quien Amalia tendrá que persuadir desde la ternura y la razón. El hecho de que el episodio terminara al abrirse la puerta de este hombre de preceptos inamovibles, nos hace presentir un montón de nuevos obstáculos para Amalia, aderezados por esta nueva condición maternal que ha afectado la calidad de sus clases y su puntualidad.
Todas estas nuevas propuestas dramatúrgicas del rey Midas del guion en Cuba, fueron, como de costumbre, excelentemente interpretadas por Magda González Grau y su equipo técnico. La puesta en escena es la misma y a la vez es diferente.
Hay aquí un conocimiento cabal de cómo se debe mover la cámara y en qué momento fraccionar la escena desde el montaje. La fotografía no renuncia a la luz y a la multiplicidad de colores, muy típico en una serie juvenil.
La música de Magda Rosa Galván y Juan Antonio Leyva sigue aportando muchos matices melódicos a esta serie. Las nuevas tramas también son representadas desde la música, para sugerir caminos y estados de ánimos, que a simple vista podrían perderse.
Las actuaciones, en su conjunto, vuelven a hacer el gran plato fuerte de esta serie. De Clarita García y Osvaldo Doimeadiós, hay poco que decir a estas alturas; solamente acotar que, con su relación padre e hija, ha evolucionado en la escena, de una manera que solo dos grandes actores pueden asumir.
La incorporación de Enmanuel Castillo, como Abdel, el joven con discapacidad, no pudo ser mejor elegida. Aquí hay un actor estudioso, astuto, que captó desde la observación la gestualidad de un joven con semejantes condiciones físicas. Es totalmente creíble, orgánico. Su única escena en este capítulo bastó para corroborar el enorme talento que posee: un talento que le hará estar en igualdad de condiciones frente a Frank Daniel Martínez, Vladimir, con el que evidentemente se generarán conflictos de diversas índoles.
Anabel Novo también hizo su aparición en una sola escena, como María, la joven cristiana reprimida por su padre e imposibilitada de vivir su adolescencia como las demás chicas de su edad. La joven actriz, que en su día a día es de un temperamento fuerte y alegre, aquí regula todas sus emociones y minimiza cada rasgo de su gestualidad natural. María en ella es una niña presa de los deseos de otros, algo más frecuente en nuestra sociedad de lo que pudiéramos imaginar.
A Ray Cruz, habrá que seguirlo con mejor detenimiento: en estas pocas escenas en las que se le vio, se mostró algo artificioso y fuera de tono. Quizás sea esa la intención, quizás el personaje tome vuelos insospechados, pero lo innegable, en Cruz, es su capacidad camaleónica y lo poderoso de su caracterización física para este rol.
La tercera temporada de Calendario ha comenzado, logrando estar a la altura de las anteriores. Se sienten algunas costuras, y algunos intentos fallidos por ocultarlas, pero en sentido general es un comienzo, digno, hermoso, a la altura de las expectativas del público.
Hoy fue un capítulo para hablar de las desmotivaciones y desesperanzas que a todos nos rondan en una sociedad llena de carencias, dificultades económicas, pero donde el amor y la entrega no faltan. Seguiremos de cerca a Calendario, pues nuevamente nuestra inocencia será iluminada y nuestros corazones abiertos. (Redacción digital. Fotos: red social Facebook)
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