Crecí en un mundo de cuentos de hadas, de magia y fantasía donde no estuvieron, en mi biblioteca de niña, los hermosos libros que Dora Alonso creó para la infancia cubana. La conozco mucho mejor como guionista de televisión.
A veces suceden cosas en la vida que son presagios, y no nos damos cuenta hasta que el paso de los años lleva a su cumplimento. Cuando yo era una joven que no se perdía ni un capítulo de Sol de batey ni de Tierra brava, dos de las mejores telenovelas que se han hecho en Cuba, no solo por sus elencos de excelencia, sino por sus guiones magistrales, que Dora escribió, no podía imaginarme que un día yo también escribiría guiones para la radio y la televisión.
En aquellos tiempos, ni siquiera tenía la menor idea de que llegaría a ser una periodista profesional, oficio que Dora ejerció con gran brillantez. Sin embargo, hoy me doy cuenta de que aquellas telenovelas, como otras muchas de las grandes creaciones de la televisión cubana, fueron los cimientos de lo que hoy sé sobre la escritura de guiones, la dramaturgia y el manejo de los clímax. Fueron una verdadera escuela para mí.
Dora Alonso nació en Matanzas en 1910 y murió en La Habana, tras vivir una larga vida y dejar tras de sí una extensa obra que abarcó casi todos los géneros literarios. Fue periodista, guionista de radio y televisión, poeta, dramaturga, escritora para niños y adultos y creadora de Pelusín del Monte, quien, junto con Amigo, el niño guajirito de los hermanos Camejo, fue uno de los dos personajes más importantes del guiñol cubano. Fue una pluma precoz, pues a los nueve años de edad ganó el primer premio del concurso literario provincial Estela Brochs de la Torriente y publicó su primer poema en 1926 (Amor, en el diario El Mundo).
Dora fue una mujer de pensamiento político y social avanzado para su época, y eso tiene en común con otra gran escritora cubana, Renée Méndez Capote, y no es difícil imaginar el escándalo que debió desatarse en ciertos círculos de la sociedad cubana de la época, cuando en 1953 adoptó a un niño mestizo de siete años.
Siempre tuvo un amor profundo por la niñez, lo que influyó, junto con su gran talento natural para la escritura, en el hecho de que haya sido la autora cubana de literatura infantil más traducida y publicada en el extranjero y la que cuenta con mayor número de ejemplares, o que le valió en 1997 ser merecedora del Premio Mundial de Literatura Infantil José Martí.
Pero, el medallero literario de Dora Alonso estuvo muy nutrido con premios y reconocimientos que, a lo largo de su vida, ganó tanto dentro como fuera de Cuba, incluidos dos premios Casa de las Américas y el Nacional de Literatura (1988). (Gina Picart Baluja. Foto: tomada del sitio epmjmo.wordpress.com)
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