Un español fue el primer abolicionista en Cuba (+ fotos)

José María de Andueza

José María de Andueza (1806-¿1865?), abogado y poeta navarro, llegó a La Habana en 1839 como parte del círculo intelectual español liberal.

Su libro Paseo por la Isla de Cuba (1841, Madrid) contenía observaciones explosivas.

Escribía en el característico estilo realista propio del canon español predominante en la época.

Su prosa periodística, incisiva y cortante, pero llena de pasión contenida, habló sin tapujos sobre los ingenios: “El trabajo del negro es continuo, su alimento escaso, su castigo frecuente (…), he visto azotar a una mujer encinta por torpeza al cargar caña”. Sobre la élite criolla, escribió: “Los hacendados hablan de civilización mientras sus mayordomos marcan esclavos con hierros”.

En su capítulo Los ecos de la tormenta (libro II de Paseo por la Isla de Cuba), Andueza documentó el pánico de la élite cubana tras la Revolución Haitiana (1791-1804).

Describió cómo en la provincia de Matanzas, los hacendados organizaban patrullas de “morenos fieles” (esclavos privilegiados) para vigilar barracones, temiendo conspiraciones.

Citó un bando de 1838 del capitán general Miguel Tacón que prohibía hablar de Haití, so pena de 50 azotes, y dio testimonio de que en los ingenios se escondían machetes en pozos sépticos, y cómo los amos atribuían incendios accidentales a imitadores de Boukman.

Paseo por la Isla de Cuba fue uno de los primeros documentos españoles en denunciar la crueldad esclavista, ganándose el exilio de la élite colonial.

Rigores de la esclavitud en Cuba
Rigores de la esclavitud en Cuba. Imagen: tomada de Radio Rebelde.


Fue prohibido en Cuba por orden del capitán general Jerónimo Valdés. Los periódicos Diario de la Marina y La Aurora lo llamaron “herejía antiespañola”.

Andueza no solo era un abolicionista convencido, sino también un hombre de gran valor personal. Lo demuestra el hecho de que mantuvo contacto con dos figuras claves del abolicionismo en Puerto Rico, Julio Vizcarrondo y Ramón Emeterio Betances. El primero, fundador de la Sociedad Abolicionista Española, reveló en su correspondencia personal que Andueza le envió datos sobre el precio de esclavos en La Habana. Betances, líder independentista, en sus Apuntes para mis memorias, escribió: “Un navarro en casa de los Valdés me habló de mulatos habaneros que compraban su libertad y luego armas... después supe que era Andueza”.

Un informe del cónsul francés en San Juan (1845) advierte que “un tal Andueza pasó libros de Victor Schoelcher a través de un boticario de Mayagüez”.

Andueza hizo antes que nadie observaciones muy interesantes sobre la esclavitud urbana y la rural. De la primera dijo: “Los negros de servicio son azotados con varas para no dejar marcas visibles en calles”. También denunció que niños esclavos eran vendidos como “piezas de lujo” a familias ricas, y los llamó negritos de limosna.

También registró el caso de una esclava costurera, “Marcela, de la calle Compostela”, que pagaba cinco pesos semanales a su ama por trabajar libremente, pero “si enferma, debe cubrir los días perdidos”.

Rigores de la esclavitud en Cuba
Rigores de la esclavitud en Cuba. Imagen: tomada de Radio Rebelde.


Sobre las interminables y agotadoras jornadas de trabajo de 18 horas en los ingenios en tiempo de zafra escribió: “capataces que llevan relojes pero no alma”. En los ingenios cerca de Cárdenas, vio “hornos donde quemaban cadáveres de bozales (africanos recién llegados) para evitar contagios... y preguntas”.

Citó leyes coloniales que prohibían marcar esclavos “en el rostro” (Ordenanza de 1789), pero documentó marcas en hombros con “hierros en forma de L de Libertad... ironía cruel”.

Su denuncia descarnada de la esclavitud marcó la fractura entre reformistas y abolicionistas radicales en la isla.

Rechazado por todos los poderes en Cuba, tanto españoles como criollos, regresó a España en 1842, donde publicó La Habana en 1841. En la península, su situación parece haberse tornado muy ambigua. Ni siquiera existen registros de su muerte, por lo que algunos historiadores, como el cubano Eduardo Torres Cuevas, sugieren que pudo haber usado pseudónimos para seguir escribiendo.

Sea cual haya sido su destino final, dejó un legado que influyó en la Historia. Su descripción de los barracones de esclavos fue citada por abolicionistas británicos en el Parlamento en1843. Y es de sobra conocido el papel que desempeñaron los ingleses en el fin no solo de la trata, sino de la esclavitud misma.

En el Archivo Nacional de Cuba, se conserva una carta de 1845, en la cual el compositor Manuel Saumell cuenta: “Un español me dejó antes de irse una contradanza llamada Los Hierros de la Memoria. La toqué una vez y el gobernador militar mandó romperla".

¿Era Andueza ese español? Nunca se supo, pero Saumell luego compuso La Tumba Francesa, basada en ritmos africanos. (Gina Picart Baluja. Imagen de portada: Internet)

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RSL

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