Para decir quiénes somos muchas veces sobran las palabras. Lo que se hace, el cómo se procede, junto a quiénes caminas son indicadores más confiables que una biografía o una historia contada por uno mismo.
La vimos
reunirse con los trabajadores de nuestro centro cuando nos disponíamos a
desfilar el 1ro. de Mayo. Poco tiempo después, junto con un gran equipo del
periódico, se sumó a un trabajo voluntario en la agricultura, convocado por el
Partido. Aunque varios lo pensamos, nadie se atrevió a decirle que se quedara,
que a los 83 años sería una tarea fuerte incorporarse a la faena: nadie se
atrevió, porque de su persona emana una voluntad fuerte, que tal vez no acepte
con gusto tales recomendaciones.
La doctora
Luisa Gaínza González trabaja en el consultorio de nuestro centro, adscrito al
policlínico universitario doctor Cosme Ordóñez, de Plaza de la Revolución.
Hasta allí nos llegamos para conversar con ella. Sobre la mesa, un sobre que
–nos dice– buscó días antes, cuando supo de nuestro interés en escucharla.
Impresionante
es el aval que constatan los documentos atesorados en su larga carrera de
Medicina. Una vida de entrega a los demás habla desde ellos. Ha sido 16 veces
Vanguardia Nacional, en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud; en
tres ocasiones cumplió misión internacionalista (Etiopía, Angola y Venezuela); ha
prestado servicios en la Dirección Provincial de Salud, y en la Universidad de
La Habana, acompañando eventos nacionales e internacionales de la Casa de Altos
Estudios, e impartió en el extranjero varias conferencias sobre el Sistema de
Salud Cubano.
Cuidadosamente
guardadas, vemos también medallas y distinciones, entre ellas, la Medalla de la
Alfabetización, la Medalla Conmemorativa 40 Aniversario de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias, la Medalla Jesús Menéndez, y las distinciones Manuel Fajardo
Rivero y la 23 de agosto.
«Siempre quise
ser médico, pero cuando estudié la carrera, que empecé en Santiago y terminé en
La Habana, ya me había graduado como profesora de primaria en la Escuela Normal
de Santiago de Cuba. Eran los tiempos de la clandestinidad. Mi mamá era directora
de escuela y cuando le faltaba algún maestro, me pedía sustituirlo. Entonces lo
estudié, pero mi pasión era por la Medicina».
Desempolvados
aquellos lejanos recuerdos, la doctora Luisa se remonta a su vida profesional,
repleta de anécdotas. En todas hay un punto común, el gusto de sentir que el
paciente no es el mismo que llega cuando un profesional lo escucha, le explica
y lo conduce a combatir la enfermedad.
La doctora
recuerda a varios de sus pacientes en el extranjero, «siempre esperanzados y
humildes, impactados muchas veces con la presencia de un médico que algunos han
visto por primera vez».
Hay en ella ese
resorte que inquieta el reposo. «Siempre respondí a todos los llamados, incluso
los que tenían que ver con la dirección; a veces quisiera volver a vivir esas
experiencias difíciles pero muy enriquecedoras», nos dice. Por eso «continúo
trabajando a pesar de mis años de servicio y de mi ya avanzada edad. Me
acompañan el ímpetu y la lucidez, y no quiero desperdiciarlos en un descanso
inútil».
Tras un
silencio reflexivo, se le escucha decir: «Aún me siento capaz de brindar y de
devolverle la sonrisa y la esperanza a todas aquellas personas que buscan, para
preservar su salud, la ayuda profesional del médico».
https://rciudadhabanaoficial.blogspot.com/2025/12/manos-habaneras-por-la-salud.html
(Por Madeleine
Sautié – Granma)
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