Este martes se cumplen 64 años del Túnel de la Bahía de La Habana, una de las siete maravillas de la ingeniería civilcubana del siglo XX.
Fue construido por debajo de la bahía
que toma el nombre de la urbe caribeña.
Su construcción, confiada a la compañía
francesa Societé des Grands Travaux de Marseille, implicó el esfuerzo y la
inteligencia de numerosos profesionales.
Hubo que trabajar durante meses
debajo del agua, con equipos especiales y en medio de un entorno poblado de
animales peligrosos, como tiburones y morenas.
Antes de su construcción, los
pobladores de La Habana anhelaban una vía que facilitara el tráfico hacia el
Este de la ciudad y hacia la provincia de Pinar del Río. Se quería evitar
bordear la bahía en un recorrido de más de 20 kilómetros, por carreteras muy
estrechas y durante más de media hora de viaje.
Fue en 1955 cuando llegó a La
Habana la compañía francesa Societé des Grands Travaux de Marseille con la idea
de construir un túnel flotante, que devendría posteriormente en el túnel que
conocemos hoy. Por la parte cubana, la obra estuvo supervisada por el ingeniero
José Menéndez Menéndez.
Los trabajos de construcción
comenzaron el 19 de septiembre de 1955; duraron dos años, ocho meses y 12 días.
Fue inaugurado el 31 de mayo de
1958, pero, para lograr la obra, se tuvieron que dragar más de 250 mil metros
cúbicos de rocas y 100 mil de arena.
Hubo que diseñar un sistema de tubos de hormigón reforzado para soportar una considerable cantidad de toneladas de agua, y se hicieron levantamientos planimétricos, altimétricos y cálculos de dibujos de terrenos. Se dice que la obra costó 35 millones de pesos, contando con la autopista hasta la Vía Blanca.
El trazado del túnel corre bajo
la Bahía de La Habana, a una profundidad de 12 a 14 metros. Tiene una longitud
de 733 metros, permite el paso de cuatro pistas de tráfico, tiene compuertas de
seguridad (contra ras de mar), iluminación interior, ventilación, sistema de
protección contra incendios y un tendido telefónico con central automática de
28 pares y 7 teléfonos instalados en serie dentro de él.
Las paredes fueron pintadas color
crema pastel para evitar los destellos. Tiene bandas azules trabajadas
psicológica y físicamente, para que el chofer no conduzca de manera lineal.
Cada seis metros tiene dos
lámparas centrales; cuenta, además, con sistemas de alumbrado de refuerzo y
emergencia.
También está diferenciado el tipo
de luz, en dependencia del tiempo meteorológico y la hora, para evitar el “llamado
síndrome del túnel”, que afecta a conductores.
Posee tres entradas e igual número de salidas, capacidad para seis mil vehículos por hora; tiene instaladas más de 300 lámparas de iluminación.
En su libro The Great Works of
Mankind (Londres, 1961), el estudioso Jacques Boudet lo catalogó como una de
las grandes obras de la humanidad.
Si antes tardaba media hora llegar
al Este de la ciudad, hoy un automóvil, a 60 kilómetros por hora, puede, a
través del túnel, llegar al otro extremo, en solo 44 segundos.
Foto: Excelencias Cuba