Beatriz Corona y el oficio de crear (+ fotos y video)

Beatriz Corona. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.


Beatriz Corona es compositora, arreglista, productora, profesora, madre de tres infantes. Lo recuerda siempre, aun a quienes la conocen, y aunque ellos, ya no lo sean tanto. Vive en la misma casa en que nació un día como hoy hace 60 años: calle 70, Playa, La Habana.

Si bien se especula que tiene más de 600 obras, ella prefiere el sintagma “creación abundante”. Sin números. No las ha contado. Tampoco tiene piezas favoritas porque “quien decide el valor son los otros”. El día de su cumpleaños, Cubadebate invita a leer esta entrevista de nuestros archivos.

Le dicen “maestra” aquí, en Argentina, Colombia, Estados Unidos, Noruega, Finlandia, Alemania, España …y de seguro, en cualquier otro rincón del mundo al cual lleguen sus partituras. Hace música de concierto en casi todos sus formatos.

No deja de sorprenderse con los límites geográficos. Supo de la interpretación de “Linda hermanita mía” en China, aun cuando ni siquiera la tenía digitalizada. O como aquella vez, que los “niños”, a quienes llevaba a todas partes, se percataron en el programa de un festival, que interpretarían una obra suya.

—Imagínate, un coro de mujeres de Islandia. Yo no sabía. Fui, me les presenté: Soy Beatriz Corona. De primera no me entendían, luego sí. También pensaban que podía ser mucho mayor, porque son muchos años — dice.

De hecho, son 40 de carrera, creación y trabajo permanente, porque asegura, el “talento no lo es todo”.

Lo más importante en un creador es hacerse de un oficio. Después vienen los deseos de hacer, las metas que te puedas plantear, pero tienes que tener oficio. Te libera, facilita todo, viabiliza las cosas. Y además tranquiliza. El acto de creación no es tenso, ni la vida cotidiana. Todo se mezcla y fluye de una manera tranquila, agradable.

Beatriz no cree en las “musas”, ni en “el estado de gracia”, menos tiene un ritual para sentarse a escribir las notas musicales. Sus procesos son atípicos. Se acostumbró a hacerlo sin aislarse, a que la abrieran la puerta mientras hacía los manuscritos, o “ni cerrada, porque esa privacidad nunca la necesité”.

“Me acostumbré a la dinámica de estar escribiendo y que me dijeran hace falta que vayas a comprar esto, me hace falta esto para cocinar… Y de soltar, hacer otra actividad de lo cotidiano y después volver con mucha facilidad a la partitura.

“Después con los niños... estar haciendo una obra y decirme: ‘mamá, agua; mamá esto, mamá lo otro’. Y estar pendiente, porque tú comprenderás que una mujer sola con tres niños no se puede encerrar a escribir música”.

Tampoco es que el acto en sí sea sencillo. — Ojalá uno se pusiera un chip y ya — dice, mueve las manos como si hiciera un conjuro y continúa —.

Uno tiene que pensarla, clicar nota por nota, terminas agotada; es la única manera de que quede, que pueda tener tantas interpretaciones como la música amerite o la gente quiera; depurar todo eso. ¡Pero es tan bonito, chica, a mí me encanta!

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“Lo más importante de un compositor es ser útil”, Beatriz Corona. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Cuando se enteró de que al cursar el nivel medio dejaría de estudiar ciencias, “decidió” dejar la música. Quería ser matemática. Pensó en irse al preuniversitario y coger la carrera, llegar a la universidad. Miriam Concepción no la dejó. Era su maestra de piano.

Una mujer encantadora, súper dulce... pero me manejó de una manera que no me di cuenta, porque le dije: “me voy” y ella me cameló. Hicieron una prueba, en la que, además, toqué bastante mal. Pensé que me iban a suspender, pero me dieron el máximo. Como resultado me mandaron para la Escuela Nacional de Música a estudiar piano, incluso hice tres años nivelados, para poder estar acorde con el curso. Ya te digo, una encerrona para que siguiera estudiando música.

Dice que ha sido muy afortunada desde el inicio. Desde entonces su trabajo ha tenido muy buena acogida y ese es un buen incentivo para un compositor, “sobre todo cuando no tienes ninguna promoción atrás, ni un calzo, solo lo que puramente estás haciendo”.

Es la garantía de que lo que haces será aceptado y útil, — recalca— lo más importante de un compositor es ser útil.

Ella aplica el término en toda su extensión. Ha estado donde la han necesitado. Lo mismo de directora del coro de Cienfuegos, que, en Camagüey, dando clases de dirección, en el conservatorio Amadeo Roldán, en la Escuela Nacional de Arte o de asesora de Música en la Presidencia Nacional de la Organización de Pioneros de Cuba.

Todo eso mientras rayaba las pautas en una especie de papel carbón, con tinta morada, para “poder multiplicar sus partituras”.

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“La música de concierto no tiene, ni por asomo, la misma promoción que la popular”, Beatriz Corona. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.


Beatriz tiene la distinción por la Cultura Nacional. También varios premios. Entre ellos el Cubadisco 2000, por Aire Nocturno. Justo hoy, hace una semana, se convirtió en el primer músico cubano en ganar el Ibermúsicas de Composición para Obra Coral. Sin embargo, mucha gente no la conoce.

“La música de concierto no tiene, ni por asomo, la misma promoción que la popular. No es visible. La promoción es que te saquen por televisión, no sé cuántas veces y ya, aunque estés haciendo lo que sea.

“Pero dentro del mundo de la música, siento que tengo reconocimiento de los alumnos, de los colegas, de la institución, de alguna manera; pero es que incluso, ese reconocimiento también está ligado a los procesos mediáticos, es una cosa que se une. Hace falta promover más a la música de concierto”. 

También aclara, que el hecho de que haya gente que “haga suyo lo que tú haces”, no tiene precio. Se refiere a las decenas de coros, orquestas, solistas, dúos, tríos… que se apropian, para bien, de las partituras, las cuales “se escapan y suenan por aquí, por allá”.

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“Con la música uno se expresa, se muestra”, Beatriz Corona. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Mientras nos habla, Beatriz proyecta tanta energía que a Irene le cuesta hacer una foto con el movimiento congelado. Mueve las manos, con tanta delicadeza y fuerza, como solo quien es capaz de enfrentarse a una orquesta sinfónica puede hacerlo.  Se ríe, incluso, de ella misma.

Nos cuenta de cuando cantaba, “pero que ya luego parecía un perro ladrando” — imposible, con esa voz tan profunda— pero igual le reímos el chiste. O de ese momento, en la juventud, cuando quiso empezar a escribir las letras de las canciones y se dio cuenta de que “era malísima”.

Entonces llegó la poesía.

Cuando te encuentras ese mundo, esa magia, te dices cómo es posible que, con palabras, supuestamente, tan sencillas o simples, nada de metáforas, de cosas rebuscadas o complicadas, pueda ser tan nítido, con tanta belleza, ese dominio del lenguaje.

La cuestión es que Beatriz, en su catálogo, tiene una amplia cantidad de piezas construidas a partir de los versos de disímiles autores: José Martí, Nicolás Guillén, Mario Benedetti, Gabriela Mistral, Adolfo Martí, Federico García Lorca…

Nos explica que no es el hecho de ponerle una música de fondo a la poesía, sino que ella misma tiene su tiempo, su estado de ánimo.  Y el deber es “traducirla, ser consecuente con ese mensaje, dibujarlo en una partitura para que haya coherencia entre una y la otra”.

Esos poemas son también la garantía de su creación, del acto que ella llama  honesto, y “te representa, traduce, mediante el cual socializas, te muestras”.

Dice que crear tiene que ser un trabajo, pero el que lo haga pensando solo en remuneración, premio o cosas… “está embarcado”. La creación es una postura ante la vida, es como la felicidad, un estado de ánimo. Yo lo vivo así —sentencia (Cubadebate)

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