El alzamiento del PartidoIndependiente de Color y su masacre final, ocurridos en 1912, en los cuales perdieron la vida miles de cubanos negros, excombatientes del Ejército mambí y sus líderes, Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet, se inscriben entre los episodios más controvertidos y polémicos de la historia de Cuba.
Existe una nutrida documentación
sobre el tema de los Independientes de Color, y no toda proviene de fuentes
cubanas, pues especialistas de otras nacionalidades también se han interesado
en este cruento episodio de nuestra historia.
Un libro en especial, La
conspiración de los iguales, La protesta de los Independientes de Color en 1912,
de Rolando Rodríguez (publicado por la Casa de Altos Estudios Don Fernando
Ortiz), me ha llamado la atención, no solo por su tono inhabitual, casi conversacional
y por momentos exaltado, un poco raro en un texto de historia, sino también por
su enfoque de una de las figuras más importantes de ese movimiento, el general
Evaristo Estenoz, dignificado y respetado en las aulas universitarias y en las
instituciones encargadas de custodiar la memoria histórica de la nación.
Ese libro ha sido el centro de una polémica entre su autor y otros investigadores, y no es mi intención sumarme a ella; sin embargo, el tratamiento dado a la figura de Estenoz, teniendo en cuenta la numerosa bibliografía citada por Rodríguez en las páginas finales (una respetable abundancia de fuentes, ¡quién lo dudaría!) me desconcertó y me llevó a ampliar mi información al respecto.
Evaristo Estenoz era, según fuentes confrontadas, hijo de “una criolla” y un francés (no sé cuál de sus padres era negro o mulato, pudo ser una criolla blanca y un francés descendiente de esclavos, o una negra criolla, vale decir nacida en Cuba, y un blanco de Francia), habiendo sido legitimado por su progenitor. En alguna foto aparece de pie, con un aspecto y porte que recuerdan levemente a Antonio Maceo.
Dispuesto a luchar por la
independencia, regresó del exilio a la Isla como parte del cuerpo
expedicionario del buque Three Friends, al mando del coronel Rafael Portuondo,
y desembarcó junto con sus compañeros por playa Baconao, probablemente el 30 de
mayo de 1896.
Estenoz se unió al Ejército mambí, en el cual combatió a las órdenes de los generales José Maceo y José María Aguirre, y al fin de la guerra había ganado el grado de Teniente. Al ser licenciada esta fuerza militar por el presidente Estrada Palma, se radicó en La Habana y trabajó como contratista de obras.
Fue una de las figuras de mayor relevancia en el gremio de los albañiles y uno de los principales organizadores de la huelga que estos llevaron a cabo en 1899, considerada una de las más significativas de su época. Es posible que fuera en medio de este incipiente proletariado donde adquirió las ideas de reforma social tan avanzadas que más tarde puso de manifiesto en la plataforma del Partido de los Independientes de Color. Sin embargo, fue acusado de poner fin al paro bajo presiones norteamericanas.
Decepcionado, como tantos de su
raza, por el fracaso de los ideales, promesas y expectativas relativos a la
igualdad entre negros y blancos con que se había adornado el nacimiento de la
nueva Cuba tras el fin de la guerra, Estenoz visitó los Estados Unidos,
supuestamente para conocer in situ la situación de los negros en aquel
país.
Según Rodríguez, Estenoz “no se
volvió un crítico de aquella sociedad”, aunque parece poco probable que durante
su estancia en esas tierras no se percatara de que el racismo inficionaba todo,
ni de los muchos crímenes que se cometían contra los antiguos esclavos, los
linchamientos, las quemas, las violaciones y asesinatos de toda laya.
A su vuelta a Cuba, pasó a
militar en las filas del Partido Liberal, y se fue a la manigua junto con sus
cófrades políticos en la llamada guerrita de agosto de 1906, donde los
liberales se alzaron para impedir la reelección del presidente Estrada Palma.
En esa contienda, peleó a las
órdenes del general negro Quintín Banderas, luego asesinado, quien,
presumiblemente, le concedió los grados de General. Rodríguez no parece estar
muy convencido de este otorgamiento de rango militar a Estenoz, y en realidad
resulta extraño que en tan breve duración como tuvo aquel alzamiento, un teniente
ascendiera a general, o brigadier general… Raro, pero no imposible, si ello
dependía de la voluntad de un solo hombre, y voluntad le sobraba a Quintín
Banderas. ¿Lo hizo…? Desconozco si existe alguna prueba acreditada del
nombramiento. Si el hecho fue cierto, colocaba a Estenoz en igualdad de
condiciones con generales mambises como Loynaz del Castillo, Gerardo Machado,
Orestes Ferrara y otros tribunos que llegaron muy lejos en la carrera política.
Según ciertos testimonios, en
1907 Estenoz habría escrito a varias figuras importantes a lo largo de la Isla
para proponerles “formar una partida de hombres de color pertenecientes al
Partido Liberal”. Parece ser que la única referencia existente a este hecho son
unas cartas personales procedentes de Santiago de Cuba, donde alguien comentaba
que otras dos personas, de modo confidencial, le habían contado haber recibido
estas invitaciones del mencionado Estenoz, de cuyo propósito afirmaron
discrepar absolutamente.
Tal vez sea esta la primera
formulación tácita del rechazo que iba a encontrar la fundación del Partido de
los Independientes de Color en muchas esferas del poder político y del pueblo.
Ciertamente, las esperanzas de igualdad por las que los negros habían peleado
contra España se habían visto burladas por el Gobierno de Estrada Palma de un
modo no solo indecoroso, sino completamente vejatorio, ya que los negros no
podían ocupar cargos públicos y seguían relegados a los oficios más bajos,
además de que la segregación racial en parques, escuelas y otras instituciones
no daba muestra alguna de desaparecer, y los negros se sentían sumamente
incómodos y ofendidos.
Por una parte, el fantasma de
otra revolución como la de Haití continuaba recorriendo la Isla de punta a
punta y llenando de terror a la población blanca, tanto criolla como española;
y por otra, no solo los políticos blancos, sino también los políticos negros,
con Juan Gualberto Gómez a la cabeza, se daban cuenta de que la fundación de un
partido basado únicamente en motivos raciales dividiría a los cubanos en
momentos en que la República era aún recién nacida y fragilísima, siempre en
riesgo de ser intervenida por las tropas norteamericanas y de irse a pique la
soberanía nacional.
Hasta los mismos negros estaban
divididos, y ni la indignación justísima que sentían bastó para nuclearlos en
masa compacta alrededor de Estenoz y sus ideas —y, sin embargo, no era aquella
la primera agrupación negra surgida en Cuba: durante la Colonia el propio Juan
Gualberto Gómez había creado y dirigido el Directorio Central de la Raza de
Color, una agrupación de cabildos, cofradías y sociedades negras, orientada a
defender al negro recién liberado de la esclavitud—.
Más tarde, cuando el senador
mulato Martín Morúa Delgado presentó su proyecto de enmienda a la Ley Electoral
para proscribir al Partido de los Independientes de Color y sus demandas, fue
acusado de traidor, de vendido a los blancos y de “querer hacerse famoso”,
imputaciones de las cuales ni siquiera lo redimió el morirse de un infarto en
medio de tantos disgustos. Curiosamente, Morúa Delgado también fue acusado de
conspirar con Estenoz para proclamar una República negra en Cuba a la manera de
Haití. Sin duda, eran tiempos de mucha confusión.
Tras las elecciones de julio de
1908, donde ningún candidato negro resultó triunfador y el mismo Estenoz no
llegó a obtener 100 votos, este fundó con otros líderes negros la Agrupación
Independiente de Color, renombrada después como Partido Independiente de Color
(PIC), del que asumió la presidencia. También fundó el periódico Previsión
(órgano oficial de dicho partido), que dirigió personalmente. Un editorial
publicado en su primer número afirmaba:
Nada puede esperar la raza de color cubana de los procedimientos usados hasta aquí por los partidos políticos porque nada han hecho que pueda ser para nosotros apreciable… Vamos a demostrar que practicando una candidatura en la que todos sean de color, fuera de los partidos políticos, nadie podrá negar que por muy poca que sea la minoría que dé el resultado será siempre mayor que el alcanzado hasta ahora…
El nuevo partido, contra lo que
pensaban muchos entonces, no tenía una plataforma racista, sino un programa muy
avanzado para su tiempo que abogaba por la igualdad de derechos de los negros,
pero también tenía muy en cuenta los intereses de todo el pueblo cubano. (Gina
Picart)