Lo lamentaría si alguien llegara a pensar que me gusta el periodismo refritado, pero hay hallazgos tan impresionantes que una no puede librarse de las consecuencias, y eso exactamente me ha ocurrido con dos números del Diario de La Marina hallados en la biblioteca de mi esposo, abismo sin fondo donde toda aparición es posible.
Son excelentes, serios, con valiosísima información y escritos en un estilo
elegante y nada festinado. Este que gloso hoy, publicado en 1957, es sobre la
moda, tema imperecedero en cualquier circunstancia histórica, política,
económica y social, siempre capaz de interesar a más de la mitad de la
Humanidad que, como bien se sabe, es hembra.
Según nota aclaratoria insertada al comienzo del texto, la información
manejada por su autora, madame Rie, le fue facilitada por el señor Ismael
Bernabeu, a quien se deben, además, las fotos que ilustran el artículo. Prometo
averiguar quién era madame Rie. Bernabeu
fue un exitoso modisto catalán que se instaló en La Habana y tuvo una clientela
de lo más selecta.
En La Habana colonial, las opciones recreativas no eran muy variadas.
Asistir a veladas culturales, fiestas privadas, bailes, reuniones en casas de
familias, paseos en coche por las alamedas y visitas a los ingenios y
cafetales, eran las ocasiones en que las féminas podían lucir sus mejores
galas.
La elegancia de la mujer habanera fue siempre proverbial. A cualquier lugar adonde llegara una dama
cubana se convertía en centro de la atención por esa cualidad, como sucedió
con La Avellaneda en Madrid y la condesa de Merlin en París, y la condesa de
Jibacoa y Catalina Lasa del Río, y tantas otras que pasearon su hidalguía por
el mundo y han quedado como ejemplos de buen gusto en su vestuario y joyería.
(Gina Picart)