El arte en Cuba: La enseñanza, la escultura, el dibujo, 1900-1930, una valiosa trilogía, fruto de largos años de investigación de la doctora Llilian Llanes, deviene importante contribución a la cultura cubana y a la preservación de la memoria histórica.
Al presentar estos libros, en el Museo Nacional de Bellas Artes, la profesora de la Universidad de La Habana, María del Carmen Barcia, señaló que, “para reconstruir el pasado el historiador necesita imaginarlo, pero tiene que hacerlo sobre elementos reales, debe trasladarse a otras épocas que tienen diversos lenguajes. Para este discernimiento, no solo son imprescindibles los documentos escritos, sino también las representaciones y estas aparecen en publicaciones, por lo general, seriadas, como son las revistas”.
Al respecto, enumera algunas de las estudiadas por Llanes: El Fígaro, Social, Avances, La semana o Carteles. Para Barcia, “es preciso leer, interpretar las imágenes femeninas y masculinas, cargadas de significación. Estas muestras gestos y poses que van evolucionando, categorías sociales diversas y moldes sociales que se van deconstruyendo y recomponiendo”.
Al analizar las imágenes incluidas en los volúmenes, destaca: “no hay que contemplar estáticamente esas imágenes. Es preciso leerlas e interpretarlas. En los retratos, por ejemplo, hay gente exitosa, vestuarios y joyas que remiten a la moda, pero también aparecen objetos que rodean a los personajes”.
Se detuvo también a analizar la escultura, no solo desde el punto de vista de su calidad artística, sino también de la significación de un momento histórico, que en no pocos casos se enlaza con las luchas por la independencia.
Llilian Llanes -destacó Barcia- “muestra los autores y sus obras y explica con maestría y profunda dialéctica tanto sus características como el papel que desempeñaron, la significación que tuvieron, cuáles fueron sus aportes, de qué fuentes bebieron y cómo desplegaron sus individualidades en cada momento”.
En el caso de la gráfica, reflexionó, independientemente de su formación, “se consagraron básicamente a ilustrar la vida social, el humorismo, el folclor y la propaganda comercial, cuestiones que contribuyen a reconstruir la vida cotidiana de una época, a partir de las costumbres y conductas de diferentes grupos sociales, desde las élites hasta el sujeto común: la psicología de hombres y mujeres, sus hábitos y costumbres, la evolución de tradiciones, los avances femeninos, “no solo en moda y actividades, sino también en la proyección social de cambios y rupturas”.
La trilogía fue publicada con el apoyo de la Embajada de Suiza y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude). Para el embajador de Suiza en Cuba, Mauro Reina, “es un gran orgullo haber apoyado ese proyecto, primero, por la calidad de la autora”, y también saber que este trabajo va a beneficiar a jóvenes estudiantes de institutos de cultura y universidades de todo el país, que fue una de las razones que llevó a apoyar la publicación.
La autora se refirió a cómo a las murallas que aparecieron en el camino para publicar cada uno de los tomos fueron cayendo -no sin mediar varios años-, todas las veces por el empuje de colegas, amigos, instituciones. En cada caso, agradeció a quienes hicieron posible que apareciera cada uno de ellos y que se pudiera completar la investigación a lo largo del país, para rescatar esculturas y monumentos que forman parte del segundo tomo, del cual está muy orgullosa. “Me dio un gran placer hacer este segundo tomo y sobre todo, haber podido incluir en este tomo a nuestros grandes próceres e intelectuales además de esos 30 años”, destacó.
En la presentación, a la que asistió el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Jorge Fernández, se anunció que ejemplares de los libros serán entregados a universidades, escuelas de arte, así como a instituciones de la cultura y artistas. (Tribuna de La Habana)