El último día de julio resulta triste para quienes han tenido siempre a la figura de un hombre como guía y ejemplo. Al "eterno historiador de La Habana", que confió en la capacidad de devolverle la belleza a la ciudad cuando parecía imposible, el amante de los animales, la música y las artes en general, se le extraña en toda Cuba.
Eusebio Leal ya no se encuentra entre nosotros físicamente, es cierto, pero la muerte no es más poderosa que su legado y sus lecciones en el cuidado del patrimonio construido e inmaterial.
Como cada 31 de julio, desde hace dos años, directivos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, encabezados por Perla Rosales, directora general adjunta de la institución, y trabajadores de la entidad, se reunieron en el otrora Palacio de los Capitanes Generales -hoy Museo de la Ciudad y lugar entrañable para Leal-, a fin de realizar una peregrinación hasta el jardín Madre Teresa de Calcuta, donde descansan los restos del entrañable historiador.
Junto a ellos, Tamara Placeres, primera secretaria del Comité Municipal del Partido Comunista de Cuba en La Habana Vieja; Freddy Francés Gallo, presidente del gobierno en ese municipio, entre otras personalidades.
Resulta sobrecogedor caminar por esas calles, por esa misma urbe a la que Leal dedicó alma y esfuerzos en verla resplandecer, a su ritmo, poco a poco, con sus destellos, con sus luces y sombras.
Así lo hicieron, sobrecogidos, quienes laboraron con él durante muchos años, junto a otros que quizás no lo conocieron, pero que -a través de anécdotas y palpando su impronta en el quehacer diario- lo tienen como obligado referente.
Luego de depositar ofrendas florales en el lugar donde descansa por siempre el historiador, Perla Rosales afirmó que hay que evocar la vida y no la muerte:
“Es por eso que ya dentro de unos días comenzaremos la campaña para celebrar el aniversario 80 del natalicio de nuestro querido Leal (…) Nuestro compromiso es seguir haciendo, seguir su labor, todos unidos. Primero, por su aniversario; después por el cumpleaños de La Habana el próximo noviembre, y también por el aniversario de la declaratoria de la capital cubana y su sistema de fortificaciones como Patrimonio de la Humanidad. Es por eso que trabajar es la mejor manera de saber que sigue con nosotros, de defender y mantener su obra. De que su legado sigue estando presente”.
Muchos reafirmaron esta idea de la directora general adjunta de la OHCH. Es por eso que evocaron tantas y tantas facetas de Leal en vida.
Recordaron, por ejemplo, que el también Embajador de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas supo cambiar el destino del Centro Histórico de la capital y convertirlo en un sitio para deleitarse con la arquitectura y la cultura.
Para el historiador, defender la ciudad no significaba un compromiso de unos cuantos intelectuales y nada más, sino una misión que involucra a los cubanos por igual, porque la ciudad es un destino cultural memorable o, como también decía: “La Habana es un estado de ánimo, del cual nadie queda indiferente”.
Cuando se reabrió el Castillo de Atarés, en noviembre de 2019, el doctor Leal expresó: “Perdónenme que haya tenido que estar un poco sentado porque estoy un poco fatigado, pero la fatiga no es el resultado de lo que no ha podido vencerme, ni derrotarme, es que vengo caminando hace mucho tiempo, hace muchas décadas, hace mucho siglos; el verdadero misterio es que yo viví hace siglos en otros cuerpos y estuve aquí cuando se construyó el Castillo”.
“Es necesario”, afirmó también el historiador en otra momento de su vida -ideas de actual vigencia- “apartar de nosotros las costumbres que nos desvíen del objetivo principal de nuestro propósito. Es más importante acumular riqueza cultural y riqueza moral que la material. Es necesaria esa idea y ese concepto de que tiene que labrarse una sociedad que, en el marco del orden constitucional que hoy discutimos, con la idea social definida de un Estado que se pronuncia por las necesidades de todos y no de unos cuantos, se construya sobre esa base un proyecto sostenible, sustentable y digno en el tiempo, que no se hace con palabras, tiene que hacerse con obras y de veras”.
En más de una ocasión, el eterno admirador de la belleza hizo extensivo el mensaje de orgullo y satisfacción de vivir en la capital de Cuba. Estas palabras resumían su sentir que siempre quería hacer extensivo a los demás: “Que amen su tierra, que amen su árbol, sus piedras y las tumbas de sus antepasados”.
La muerte llegó para Leal el 31 de julio de 2020, un momento desolador para Cuba. Pero hablamos solo de su partida física, porque a nivel de pensamiento, el historiador de la ciudad de La Habana permanece aquí, guiándonos en el difícil camino de preservar las tradiciones y la espiritualidad de la otrora villa de San Cristóbal. (Habana Radio)