Hay confusión, dudas, contradicciones en cuanto a la fecha fundacional, pero la más antigua que esgrimen los especialistas es la del 23 de agosto de 1822. Es entonces que aparece por primera vez una taberna y pulquería llamada Mantilla, que se erigía a la vera del camino que llevaba desde La Palma al Calvario y a Managua. Es el mismo origen de otras muchas poblaciones cubanas, digamos Luyanó.
Ya para entonces El Calvario contaba con 197 casas y una población de 865 habitantes, mientras que el caserío de Managua lo componían 18 casas de mampostería, tres de madera y 14 de embarrado y guano, para una población de 358 habitantes.
Mantilla fue en sus primeros años un cuartón del barrio de El Calvario y luego un reparto de esa localidad, hasta que la división político-administrativa de 1976 convirtió a Mantilla en un consejo popular del municipio de Arroyo Naranjo.
Hubo en la zona siembra de caña de azúcar, café y frutos menores, pero se abandonaron esas tareas, bien porque la tierra se agotó o no dio nunca lo que se esperaba de ella. Y sus pobladores sobrevivieron gracias a la venta de comidas y bebidas y de otros productos a los viajeros.
En 1841, Mantilla contaba con 139 habitantes y se registraban 25 fincas y 200 establecimientos comerciales. En 1856 eran 185 sus moradores.
El Castillo
En 1917 se construye el llamado castillo de Averhoff, edificación de estilo inglés que se erigió en la zona del Tumbadero, en la finca San Carlos, entre Mantilla y El Calvario.
Fue un regalo del poderoso farmacéutico Ernesto Sarriá a su hija Celia, con motivo de su boda con Octavio Averhoff, que en tiempos de la dictadura de Machado fue rector de la Universidad de La Habana y ocupó las carteras de Educación y Hacienda en el gabinete presidencial.
Tras la caída de la dictadura, el 12 de agosto de 1933, Averhoff salió del país en el mismo avión del dictador y, tanto el castillo como su residencia, en la esquina de Malecón y Lealtad, fueron visitados por el pueblo y saqueados.
Averhoff, a quien apodaban Coquito, regresó a Cuba en 1936 o 37, acogido a la amnistía que benefició a los machadistas e inició un largo proceso para obtener la devolución del castillo, que había sido confiscado y donde funcionaba una unidad de la Policía montada. Logró su propósito. Se instaló en una gran casa de 17 esquina a L, en El Vedado. Todavía su nombre aparecía en las guías sociales y libros de oro de la sociedad habanera correspondientes a 1960.
La familia Averhoff nunca vivió en el castillo. Fue siempre una casa de campo o de verano, donde, dice el comentario popular, tenían lugar grandes orgías, lo que no parece ser cierto.
Tampoco son ciertos los calabozos y cuartos de tortura subterráneos que el imaginario popular asegura existieron en el castillo para encerrar y martirizar a los opositores de Machado. Y mucho menos el túnel que lo conectaba bajo tierra con el castillo de Atarés. Nunca se encontró rastro de eso en la propiedad.
Tras el triunfo de la Revolución se ha dado al castillo diversos usos. Fue sede de entidades estatales, de la Asamblea Provincial del Poder Popular de la provincia de La Habana y, ahora, de un instituto preuniversitario.
La Ruta 4
De suma importancia para la vida de Mantilla fue la instalación en la localidad del paradero de la Ruta 4 (Mantilla-Avenida del Puerto). Sus antecedentes se remontan a 1928, cuando se fusionó la línea de ómnibus La Esperanza, de El Calvario, con la ruta de Mantilla, lo que dio lugar a La Esperanza de Mantilla, que devendría Ruta 4.
A partir de ahí, la vida de la comunidad giró, directa o indirectamente, en torno a esa fuente de empleo. Fue de las rutas de ómnibus más eficientes de la capital, con una frecuencia de salida de sus carros que todavía corta el aliento. Fue nacionalizada a comienzos de 1960. El antiguo paradero, siempre con sus alrededores tan llenos de vida, es en la actualidad un parqueo de ómnibus escolares.
Muy importante, asimismo, resultó para Mantilla la creación en 1954 de la cremería pasteurizadora El Lucero, en la carretera de ese nombre. Fue nacionalizada el 15 de septiembre de 1961.
El Bar de Alipio
Memorable es asimismo en la zona el Ali Bar, el bar de Alipio García, en la carretera de El Lucero esquina a la calle Dolores. Abrió sus puertas en 1940. Estaba en la línea de los llamados cabarés de segunda, pero la presencia habitual, cantara o no cantara, de Benny Moré en el establecimiento a partir de 1953, le confería realce especial. Fue allí que Benny hizo la apuesta que dio motivo a esa canción suya que dice: “Hoy se cumplen 21 días que no me doy un trago...”. Por su escenario pasó lo mejor de la canción romántica de su tiempo: Orlando Vallejo, Orlando Contreras, Ñico Membiela, Blanca Rosa Gil y Fernando Álvarez, y artistas foráneos como el español Juan Legido. Existe aún el Ali Bar, pero muy venido a menos.
La Iglesia y el Vivac
La iglesia local está puesta bajo la advocación de San Rafael.
La Casa de Socorros se instituyó en 1929. Dejó de serlo en 1956, cuando el alcalde batistiano Justo Luis del Pozo hizo construir una moderna instalación de salud. La vieja Casa de Socorros se convirtió en vivac de mujeres, tanto para las acusadas de delitos comunes como políticos, en sustitución del vivac de Guanabacoa. Allí estuvieron recluidas luchadoras antibatistianas como Aida Pelayo y Nilda Ravelo. También América Domitro, quien fuera novia del legendario Frank País. El Museo municipal de Arroyo radica en lo que fue la cárcel.
El liceo de Mantilla, creado en 1904, fue famoso por sus bailes populares. Ya no existe. Viejos mantilleros lo recuerdan con nostalgia y fueron inútiles los reclamos de la vecinería para reactivarlo. Ya no será posible, al menos en el mismo sitio, porque el local fue subdividido para viviendas. (Redacción digital. Con información de Cubadebate. Foto tomada de Facebook)