En el número del 3 de abril de 1892 del periódico Patria, José Martí publicó un texto titulado Sobre los oficios de la alabanza.
Quizás a muchos de sus lectores debe haberles parecido un asunto raro, hasta sorprendente, que se dedicara espacio, en esa publicación de corte patriótico y de lucha contra el colonialismo, a semejante asunto: la alabanza, considera el historiador y periodista Pedro Pablo Rodríguez, investigador titular del Centro de Estudios Martianos, a cargo de la edición crítica de las Obras Completas del Héroe Nacional cubano.
Lo interesante es que, a mi juicio, es un texto de tal carácter independentista mediante un inteligente manejo de criterios éticos en torno al uso positivo y negativo de la alabanza, y a las consecuencias de su ausencia cuando esta es necesaria, añade Rodríguez, doctor en Ciencias Históricas, académico de mérito de la Academia de Ciencias de Cuba y vicepresidente de la Academia de la Historia de Cuba.
Son seis párrafos no muy extensos por los cuales el autor conduce a sus lectores hacia su conclusión patriótica, haciendo gala de un atrevido y constante empleo del aforismo y la comparación de actitudes, prosigue el profesor titular de la Universidad de La Habana y de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, también de la capital cuban.
En el primer párrafo plantea: “El elogio oportuno fomenta el mérito; y la falta del elogio oportuno lo desanima.” Y añade, con clara diferenciación: “La adulación es vil, y es necesaria la alabanza.” Y en el segundo párrafo traza la oposición entre la alabanza justa y la injusta: aquella “regocija al hombre bueno, y molesta al envidioso”; la segunda “daña a quien la recibe: daña más a quien la hace.” También se opone a la falsa modestia a la que considera una “forma de arrogancia” y llama a desconfiar de “quien tiene la modestia en los labios” porque ese “tiene la soberbia en el corazón”.
El tercer párrafo lo dedica el Maestro a pedir una alabanza “mesurada para el poderoso; pero estima “cobarde” a quien “ve el mérito humilde, y no lo alaba.” En el siguiente afirma: “El que en el silencio del mundo ve encendidas a solas la luz de su corazón… o la apaga y deja el mundo a oscuras. o abre sus puertas a quien le conoce la claridad, y sigue con él camino.” En el quinto párrafo estima “loable la censura de la alabanza interesada, pero la califica de loable cuando “consuela a los tristes”, “proclama el mérito desconocido”, levanta el ejemplo ante los flojos y los descorazonados” y “sujeta a los hombres en la vida de la virtud…”.
Las cuatro líneas que forman el final son un canto a la alabanza útil a la patria:
“Y cuando a un pueblo se le niegan las condiciones de carácter que necesita para la conquista y el mantenimiento de la libertad, es obra de política y de justicia la alabanza por donde se revelan, donde más se las niega, o donde menos se las sospecha, sus condiciones de carácter.”
Aquí, pues, se halla la idea básica: alabar las virtudes del pueblo cubano contribuía a conocer y fortalecer su carácter. El escrito martiano, por tanto, contribuía la unidad patriótica dentro y fuera de Cuba. (Redacción digital. Con información de Habana Radio)