Este 25 de noviembre se cumplen seis años de la partida física del Comandante en Jefe Fidel Castro. Todavía conmueven las imágenes de aquellos días tristes, el traslado de occidente a oriente, el viaje a la semilla, a la ciudad donde entró en la historia.
Desde el asalto al cuartel
Moncada, Fidel devino principal protagonista de nuestra realidad.
El fracaso militar inicial se convirtió primero en un presidio que el
propio Fidel denominó prisión fecunda, porque sirvió para ajustar los preparativos
de la lucha por la independencia definitiva de Cuba, fieles al compromiso
realizado en el año del centenario del natalicio de José Martí (1953).
Luego, planes en el exilio, en
México, y la promesa de convertirse en libres o mártires, que fue cumplida con
la victoria del 1ro. de enero de 1959.
Luego vinieron momentos luminosos
y tristes (Crisis de Octubre), cuando su figura se agrandó aún más.
Se convirtió en líder de un movimiento que traspasó las fronteras de
esta Isla e impulsó a revolucionarios del mundo entero a seguir su ejemplo.
Han pasado seis años, y cada día
se le extraña más. Hemos vivido momentos difíciles en este tiempo, situaciones
que nunca esperamos ver.
Entre crisis internacionales
generadas por la voracidad del capitalismo, pandemia de COVID-19 que supimos y
pudimos resistir por su visión futurista que posibilitó construir y extender
los polos científicos por todo el país, incrementar la preparación de médicos,
fundar la Escuela Latinoamericana de Medicina, con el precepto de crear
médicos, no bombas, porque creía firmemente en la capacidad de resistencia de
su pueblo.
Bajo la guía de Fidel, enfrentamos agresiones mediáticas y el
incremento de nuevas medidas para recrudecer el genocida bloqueo que Estados
Unidos impone a Cuba desde hace más de seis décadas.
En medio de los errores y
tendencias negativas, hemos aprendido a mantener su legado, algunas veces con
más éxito que otras.
Cada agresión del Gobierno de
Estados Unidos y sus aliados -como la aplicación de 243 medidas punitivas
adicionales, al manojo de regulaciones injerencistas que componen el bloqueo-
nos obliga a pensar en cómo Fidel actuaría para enfrentar estas acciones
imperialistas.
Cada error cometido en medio de
esta intensa presión duele el doble, porque en nuestro fuero interno pensamos
que esto, con Fidel, no hubiera pasado o se hubiera resuelto diferente.
Pero la realidad es así de dura,
y ya no tenemos su presencia física, solo la continuidad de su pensamiento y
sus enseñanzas; y el deber de ponerlas en práctica en todo momento.
Dice un amigo que ya la Revolución está hecha, y yo pienso que no. Que
la Revolución se hace cada día, enfrentando todo tipo de situaciones,
defendiendo las mismas banderas que enarboló y nos legó Fidel.
En estos tiempos complejos en que
algunos –a través de campañas mediáticas subversivas- se empeñan en manchar su
imagen y su legado, o utilizarlos para sus propios fines (financieros),
incluidos los mercenarios pagados por la embajada de Washington en Cuba, de
ambiciones por alcanzar escaños en el Congreso de los Estados Unidos, debemos
todos salvaguardar su memoria.
Fidel no debe ser recordado en
una fecha, o convertirlo en una efigie, como él mismo rechazó.
A Fidel hay que homenajearlo cada día, con la convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar su verdad y sus ideas, luchando por sus sueños de justicia. (Redacción digital. Con información de Tribuna de La Habana)