Máximo Gómez Báez, El Generalísimo

 


Dominicano de nacimiento, cubano de corazón, era la expresión de José Martí cuando, al referirse al general Máximo Gómez, reconocía la historia de un hombre comprometido, desde fecha bien temprana, con los destinos políticos de la Cuba colonial.

Aquel joven amante del baile, la buena música, la poesía y de todo su entorno natal banilejo, decidió enrolarse en un proceso de liberación que lo llevó a convertirse, según sus propias palabras, en “revolucionario radical”. Desde entonces luchaba, no por sostener los intereses de un caudillo militar en busca del poder político, sino por “cambiar cosas y hombres viejos, por cosas y hombres nuevos”.

La primera referencia formativa del joven Gómez se remite a la educación que recibiera de sus padres, Andrés Gómez y Clemencia Báez, “tan honorables como severos y virtuosos". Una disciplina férrea, propia del campo dominicano, solo delegable en la figura de los maestros de escuela – “maestros de látigo y palmeta hasta por una sonrisa infantil”, como los calificara Gómez.

Esta influencia familiar transcurrió en un contexto marcado por la inestabilidad política de Santo Domingo que lo condujo a incorporarse a los batallones dominicanos para enfrentar al invasor haitiano en 1855, fecha en que recibió su bautismo de fuego en los campos de Santomé. La incorporación a la vida política del país, con apenas veinte años de edad, fue clave en el proceso formativo de la personalidad. El campo de batalla impuso al joven otras reglas diferentes a las conocidas en su hogar; había acontecido en su vida lo que él definió como “transición eléctrica”.

Un lustro después, otro hecho político impactaría en su vida: el llamado del general Pedro Santana a la anexión de República Dominicana a España en 1861. El joven de 25 años de edad se alistó en las Reservas Dominicanas como Secretario de la Tenencia de Gobierno de Baní: “Tan inexplicable locura más tarde debía pagarse muy cara. Aquello fue un aturdimiento nacional que dejó a la juventud dominicana huérfana, sin guía ni directores; Santana, jefe de un Partido, capitanea la anexión, pues se hallaba en el poder, Báez, caído y fuera del país, viste la faja de Mariscal de Campo del ejército español”.

El triunfo de la Revolución Restauradora contra la anexión lo obligó a salir de su tierra natal en compañía de su madre y dos hermanas. Los escasos cuatro años que mediaron desde su llegada a Santiago de Cuba, en julio de 1865, hasta su incorporación a la guerra de independencia de Cuba, en octubre de 1868, comprendieron una etapa que podría denominarse “primeros descubrimientos”. La impronta de la realidad colonial esclavista cubana condicionó rápidamente en Gómez un proceso reflexivo que giró en torno a la revalorización de su conducta en tierras dominicanas.

En sus primeras notas autobiográficas, fechadas el 28 de marzo de 1876, en plena guerra de independencia en Cuba, se refirió al impacto de la “fatídica y degradante institución" de la esclavitud: “Cuando poco a poco me fui informando sentía unas impresiones horrorosas y sentía que se levantaba en mi alma un sentimiento que me hacía odiar a los españoles” y años después agregaba: “Muy pronto me sentí yo adherido al ser que más sufría en Cuba y sobre el cual pesaba una gran desgracia; el negro esclavo. Entonces fue que realmente supe que era yo capaz de amar a los hombres”.

Desde entonces hizo causa común con los independentistas cubanos levantados en armas el 10 de octubre de 1868, al llamado de Carlos Manuel de Céspedes, quien no tardó en asignarle al joven dominicano un puesto en la revolución naciente a las órdenes del general Donato Mármol.

Pronto su nombre quedó asociado a muchas de las más importantes acciones militares de la Guerra de los Diez Años. La primera carga al machete en Pinos de Baire, apenas fue el preludio en su extensa carrera militar en Cuba. En circunstancias difíciles para las fuerzas mambisas emprendió la invasión y campaña de Guantánamo (1871-1872) y tras la muerte del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz asumió el mando del Camagüey. La campaña en esa región (1873-1874) tendría como objetivo principal preparar las condiciones para invadir Las Villas y de ahí continuar la marcha invasora hacia el extremo occidental de la Isla. A pesar del exitoso cruce de la trocha de Júcaro a Morón, el 6 de enero de 1875, factores diversos condicionaron el incumplimiento de los objetivos tácticos y estratégicos del proyecto invasor de Gómez durante la Guerra Grande.

Luego de la firma del Pacto del Zanjón, el 10 de febrero de 1878, dejó la Isla, sin que por ello abandonara el ideal independentista. Años difíciles le esperaban. Las enfermedades y muerte de muchos de sus hijos, las secuelas de la pobreza, los fracasos de sus empresas económicas, y las contradicciones con importantes líderes revolucionarios.

Pero los conflictos personales fueron subordinados en todo momento al ideal independentista, siempre con el apoyo de su esposa Bernarda Toro, Manana. Cuando José Martí viajó a República Dominicana, en 1892, a ofrecerle el cargo de Delegado del Partido Revolucionario Cubano, algunos emigrados consideraron fracasada de antemano la misión. Alegaban que Gómez, de seguro, le guardaría recelos al joven revolucionario, a causa de su separación del Programa de San Pedro Sula en 1884. Pronto, el veterano de la Guerra Grande descartó los rumores, cuando en carta dirigida al general Serafín Sánchez expuso: “Porque Martí y yo somos dos átomos ante la grande idea de la redención de un pueblo y por la cual ambos nos encontramos fuertemente interesados. Cuando los hombres somos afines en sentimientos, el engranaje es un hecho, los pequeños estorbos, de forma o de carácter, esos se allanan con el roce”.

Una vez más se despide de su familia, deja atrás el hogar para enrolarse en el movimiento independentista cubano que estalla en 1895, esta vez electo General en Jefe del Ejército Libertador por el ramo de la guerra del Partido Revolucionario Cubano (PRC). En la nueva contienda lo anima, tanto la anhelada unidad alcanzada por el delegado Martí, como la oposición de importantes sectores y grupos de las “clases privilegiadas” o los “favorecidos de la fortuna” al ideal independentista: “Nos dejan solos. Ahí está mi fe, porque todas las revoluciones que hacen los pueblos son las que principian por hacer temblar y concluyen con el triunfo. Sólo el proletario tiene corazón bastante para llegar, donde quiera y por cualquier camino”.

El 11 de abril de 1895 desembarcó junto a Martí y otros expedicionarios por Playita de Cajobabo, días después de haber firmado el Manifiesto de Montecristi redactado por el Delgado del PRC. Una vez más se imponía la contienda invasora. La audacia e intrepidez sin límites se evidencian en cada una de sus campañas: la campaña Circular; en Camagüey (junio-octubre de 1895), La Lanzadera; en La Habana (enero-febrero de 1896), hasta llegar a la impresionante campaña de La Reforma, en Las Villas entre 1897 y abril de 1898. Un ejército colonial muy superior en hombres y armamentos tras sus pasos y la muerte siempre al acecho.

El 10 de diciembre de 1898 quedó firmado el tratado de paz acordado en París entre España y Estados Unidos. Al igual que lo sucedido en el protocolo de paz suscrito en Washington al concluir las hostilidades, no se mencionaba la independencia de Cuba. La crítica situación suscitó que el general Máximo Gómez, hasta ese momento atento al desenlace de los acontecimientos, rompiera el silencio y, en carta enviada a Edmond S. Meamy desde Yaguajay, manifestara sus criterios sobre la conducta “dudosa” de “los hombres del Norte”: Primero, contemplando indiferente por largo tiempo el asesinato de todo un pueblo, y segundo, y a la postre cuando se determinaron a intervenir en la cuestión y suprimir el verdugo, ya exánime el Pueblo, se le cobra el tardío favor con la humillante ocupación militar de la tierra sin un motivo racionalmente justificado.

Durante la ocupación militar de Estados Unidos de 1899 a 1902, la proyección del Generalísimo evidencia la concepción de una estrategia política orientada a la retirada de las tropas interventoras en un plazo breve y el inmediato establecimiento de la república de Cuba.

Los proyectos para la creación de las Milicias Cubanas y la reconstrucción económica del país, las gestiones realizadas con las autoridades interventoras y posteriormente con los alcaldes electos en las diferentes municipalidades, orientadas a lograr la colocación de figuras procedentes del campo independentista en los destinos públicos del país, formaban también parte de sus proyecciones políticas. En el centro de ese accionar estaba la búsqueda de la unidad entre el fragmentado independentismo. La concepción y defensa de la candidatura de Tomás Estrada Palma como presidente y de Bartolomé Masó como vicepresidente de la república, se insertó entre sus postulados claves de unidad consustanciales a sus definiciones estratégicas.

Los consejos al pueblo cubano publicado en la prensa de la época después de establecida la república el 20 de mayo de 1902 continuaron hasta su muerte en La Habana, el 17 de junio de 1905. Nunca abandonó a los cubanos en su suerte, ni aun en las circunstancias más difíciles, tal como le ratificara al puertorriqueño Sotero Figueroa: “En el pueblo está la razón de nuestra existencia, y con el Pueblo y por el Pueblo estaremos, aun cuando agotemos toda la amargura del cáliz”. (Granma)

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