Locura azul en el Festival de Cine de La Habana (+ fotos y video)

La película Zafiros, locura azul enloqueció a La Habana, al punto de ganar en 1997 el premio de la Popularidad en el Festival Internacional delNuevo Cine Latinoamericano.

En entrevista realizada a Miguel Cancio años después de la desintegración del cuarteto —y mucho antes de que su hijo Hugo filmara la película en La Habana—, interrogado por su entrevistador sobre las causas de la desaparición de Los Zafiros del panorama cultura cubano, contó la siguiente historia:

“Miguelito, hay unos extranjeros que quieren hacer un documental de nosotros”, me dijo un día El Chino.

Poco tiempo después, la televisión cubana exhibía el documental de Jorge Dalton, hijo del poeta Roque Dalton y uno de los cineastas más destacados de Latinoamérica, titulado Herido de sombras, donde se contaba cómo Ignacio había muerto en el 81 de una hemorragia cerebral, El Chino vivía alcoholizado en La Habana, y el otro sobreviviente había emigrado de Cuba en el 93.

Las escenas del Chino, esquelético y ya con rasgos de calavera, caminando como perdido por las calles de La Habana, y luego conversando con Dalton en la salita de su vivienda más miserable que humilde, me causaron un efecto devastador cuando las vi hace años, y hoy, de nuevo, me han deprimido profundamente. Dicen que Cancio, al verlo, se sintió muy mal porque estimó que el material dejaba mal parada la imagen del grupo, y fue por eso que su hijo Hugo le prometió reivindicarla, haciendo por su parte otro documental.

¿Qué pasó con Los Zafiros? Fue realmente el alcohol lo que acabó con la mejor agrupación vocal cubana de todos los tiempos? ¿Eran tan indisciplinados? ¿Estaban tan alcoholizados como para morirse en plena juventud o quedar casi convertidos en idiotas mentales? ¿Fueron víctimas de envidias e incomprensiones?

Solamente Miguel Cancio, sobreviviente único, puede hablar en nombre del grupo extinto:

“Uno de los hechos que más influyeron en el declive del grupo fue la cancelación de una segunda gira que teníamos por la antigua Unión Soviética. Eran cuatro meses con actuaciones junto a Los Papines, Rosita Fornés y otros artistas, en Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, Hungría y Alemania. […] Consideramos que iba a ser muy fatigoso para nosotros y renunciamos a continuar aquel tour. Inmediatamente nos mandaron para La Habana y cuando llegamos al aeropuerto nadie nos esperaba. […] Ahí vino la debacle, el tranque en la televisión y en la radio. Durante mucho tiempo nos “cortaron la luz”. […] Eso creó descontento y decepción entre nosotros. Y el recurso que apareció fue el alcohol, el único vicio de mis compañeros. […] Después tuvimos otro período de actuaciones en cabarets, hasta que Manuel Galván, el guitarrista y director musical entonces, decidió abandonar el grupo. […]Yo quedé otra vez como director, pero después lo dejé también porque ya las cosas no funcionaban como antes. […] Ellos siguieron cantando, y yo pasé a trabajar al Centro de Contrataciones Artísticas. Luego me fui a cantar a Camagüey como solista hasta que en el 80 tuve que abandonar la música.”

Sobre cómo fue rodar la película en La Habana, en entrevista a la prensa de entonces, Hugo Cancio explicó:

“Empecé a venir a Cuba a buscar material sobre Los Zafiros en la televisión cubana para hacer un documental. Un incidente hizo que la obra pasara a ser una película.”

Cuenta que, después de algún tiempo de recopilación de información, llegó nuevamente a Cuba, pero encontró ciertas trabas, que pudieron eliminarse a través de la Dirección de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior, de la Cancillería, donde planteó la idea de hacer una película –no ya un documental– sobre la historia de Los Zafiros.

“Entonces me conectaron con el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), con el Ministerio de Cultura y se fue repitiendo en esos lugares el término película hasta que terminamos haciendo eso: un filme que me costó casi un millón de dólares.

“No me arrepiento de ese gasto, a pesar de que nunca la comercialicé. Jamás salió en video ni se exhibió en ninguna sala de cine de forma comercial. El valor sentimental que le puse a ese proyecto me impidió vender sus derechos.

“Era una época difícil; no existía intercambio entre Cuba y Estados Unidos. Lo que hicimos fue una combinación de riesgo premeditado y total ingenuidad. Dije: ‘lo voy a hacer porque tengo el derecho, es mi país, mi cultura, la historia de mi padre…’, y con esa convicción continuamos el proyecto.

Fue la primera película realizada de manera independiente al ICAIC. Los acuerdos se hicieron con RTV Comercial, que estaba recién creado, y al ICAIC se le compraron servicios.”

(Gina Picart)

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