Está el ambiente muy escandalizado porque el multimillonario Elon Musk, el hombre más rico del mundo, con 247.000 millones de dólares, se ha convertido en el dueño de Twitter.
Se está diciendo que ahora esta red social será menos libre bajo el férreo control de Musk, pero no creo que, con el cambio de propiedad, vayamos a perder mucha democracia. Como si antes Twitter no fuese también de los millonarios. Concretamente era de los fondos de inversión Vanguard Group, Morgan Stanley, BlackRock y StateStreet.
Lo curioso es que las principales redes sociales y grupos de comunicación se están convirtiendo en caprichos de lujo de los multimillonarios.
Si el más rico se ha quedado con Twitter, otro destacado acaudalado, Jeff Bezos, propietario de Amazon con 114.500 millones de dólares, es también el dueño del Washington Post.
Muy reñido con él en el ránking de multimillonarios se encuentra Bernard Arnault, con 159.600 millones de dólares, dueño principal del grupo Lagardere, accionista mayoritario en muchos medios de comunicación, además de numerosas empresas de armamento.
El quinto más rico del mundo es el principal accionista de otro gran poderoso de la información mundial, Google. Se trata de Larry E. Page, con 111.900 millones.
Asimismo, el accionista principal de otras redes como Facebook, Instagram y Whatsap es Mark Zuckerberg, algo caído en desgracia financiera con “tan solo” 55.300 millones, de los 125.000 que tenía a principios de año.
Si históricamente los grupos de comunicación han sido propiedad de grandes grupos empresariales, la concentración todavía es ahora más insultante y, por tanto, menos democrática.
La llegada de internet primero, y de las redes sociales después, nos presentó el espejismo de una comunicación y una información que creíamos por fin democratizada. Sin embargo, el capitalismo vuelve a mostrar la capacidad de neutralizar cualquier avance tecnológico que pudiese suponer más reparto de poder o de libertad.
Una vez más, se confirma que, como dirían marxistas y anarquistas, la propiedad es el fundamento que lo condiciona todo. Nuevas herramientas que podían haber sido liberadoras, como un buscador universal o unas redes digitales de relaciones horizontales, han terminado neutralizadas por la propiedad, el mecanismo de intervención capitalista por excelencia.
Volvemos a la eterna confirmación del comunismo: nada se puede democratizar si se deja a merced del mercado. (Redacción digital. Con artículo de Pascual Serrano. Tomado de Cubadebate)