La obra es fruto del trabajo de tres investigadores: Alejandro Hartmann, historiador de Baracoa; Beatriz Marcheco, directora de Genética Médica; el sociólogo Enrique Gómez, del CIPS, y dos fotógrafos artistas: Héctor Garrido y Julio Larramendi.
“Es un trabajo muy motivante y muy laborioso que hemos desarrollado juntos en los últimos cinco años, como parte de las investigaciones sobre el mestizaje de nuestra población”, explica la Dra. Marcheco.
Y aclara que al hablar de mestizaje se refiere a los estudios realizados a nivel del ADN y de los genes de las personas porque, en términos culturales, no hacen falta muchas indagaciones para definir a la cubana como una población culturalmente mestiza.
Pero, si bien se conoce bastante sobre nuestros ancestros africanos, europeos o incluso asiáticos, llegados estos últimos sobre todo en la segunda mitad del siglo XXI, según Beatriz “ha sido un poco más complejo en la percepción que se nos ha trasladado durante años, conocer cuánto tenemos de componente amerindio”.
¿Y cuánto tenemos?
—Según el estudio de ADN realizado como parte de una investigación de nuestro Centro Nacional de Genética -que ha trabajado en este tema durante varios años-, los cubanos poseemos, como promedio, alrededor de un ocho por ciento de nuestra información genética, que hemos heredado fundamentalmente por vía de nuestras madres y que procede muy probablemente de los habitantes originales de nuestra isla”.
¿Cómo se combinan tantos autores relevantes, pero de perfiles distintos, en un solo libro?
—El libro nace de la insistencia de muchos años del historiador de Baracoa, Alejandro Hartmann, quien, en conversaciones con el fotógrafo español residente en Cuba, Héctor Garrido, y con el también fotógrafo cubano, Julio Larramendi, les había trasladado su inquietud en relación con el estudio de un grupo de comunidades asentadas en regiones montañosas de difícil acceso de Baracoa, Manuel Tames, Yateras, Imías, Veguitas, San Antonio del Sur, Maisí, todas en Guantánamo, y también otras zonas del oriente cubano como Jiguaní en Granma o Rafael Freyre en Holguín o de Santiago de Cuba como el Caney de las Mercedes.
“Hartmann, que es un historiador muy motivado, se ha encontrado en múltiples ocasiones (en sus largos años de trabajo) con familias y personas en esas comunidades que, por sus rasgos físicos muy característicos, muestran atributos muy semejantes a los descritos, tanto en el diario de Colón como los escritos del Padre de las Casas y en testimonios de otros marinos que acompañaron al Almirante en su viaje a nuestra isla.
“Con esas inquietudes, fue Héctor Garrido quien primero se acercó a nuestra institución, para proponernos un estudio conjunto con nuestros investigadores especializados en Genética, sumando a un sociólogo, que es Enrique por el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), para abordar aspectos de las tradiciones y descripciones de la vida social en esas comunidades y con la participación también además de Hartmann y del Doctor Julio Larramendi, quien como se conoce, es un fotógrafo muy conocido y reconocido en nuestro país y fuera de nuestro país por haber participado en muchísimos libros que dan cuenta de diferentes y diversos aspectos de nuestra cultura.
“Evidentemente, los autores del libro coinciden en advertir cómo se han conservado las características singulares de esas poblaciones, a pesar del mestizaje y de las incesantes mezclas en la evolución demográfica de nuestra población, pero hay algo más”.
¿Cómo es posible distinguirlas del comportamiento promedio, de características digamos fenotípicas y físicas de lo que uno ve, de lo que aprecia a simple vista, en el resto de la población?
—Estas familias tienen otros elementos en común, como son los apellidos: Rojas Ramírez, Romero Rivero y otros, que son muy frecuentes entre personas que a la vez tienen características físicas significativas como tallas y estaturas más bajas que el promedio de la población, pieles acaneladas, o de color cobrizo, ojos almendrados y otras características como la cara, que se ha descrito como “atartarada”.
“Muchas de estas características no van siendo tan parecidas a esas descripciones originales, pero aún son notables”.
¿Cuánto más podemos encontrar en el libro?
—El libro contiene el resumen de ese trabajo que hemos hecho a lo largo de años. Eso es lo que nos ha permitido entrar en contacto directo, en zonas muy remotas de la geografía cubana, con estas personas que como te decía, conservan las características señaladas, pero que, además, tienen su pertenencia a ese grupo de lo que ellos llaman de descendientes de aborígenes cubanos”.
Hablemos de los estudios del ADN. ¿Están también sus resultados en el libro?
—El libro tiene un capítulo dedicado a todas las contribuciones y hallazgos en el ADN. Ahí se describen con mayor detalle los elementos encontrados en cada una de las familias.
“De la familia con mayor porcentaje de genes amerindios está su árbol genealógico. Esa familia habita en la región de la Ranchería, cerca de Caridad de los Indios en el municipio Manuel Tames, pero también hay otras ramas de la familia, lo mismo en Yateras que en la ciudad de Guantánamo, a donde se han trasladado a vivir algunos de ellos.
“Ese capítulo que fue el que nos correspondió en este caso a los investigadores, tiene todos los resultados del estudio de ADN y un gran árbol genealógico, unido a fotografías tomadas en el transcurso de la investigación, de las tomas de las muestras y otras fotografías excelentes, dada la experiencia de estos fotógrafos con los que tuvimos la suerte de contar, que dan cuenta de cómo es la vida actual en esas comunidades, en el contexto de esas familias que son personas que viven en condiciones muy humildes, de pobreza diría yo”.
¿Cuáles son las costumbres cotidianas? ¿Cómo está conformada la familia? ¿Cuáles son sus actividades fundamentales?
—Todo está descrito y expuesto ahí, desde la perspectiva de la sociología por parte de Enrique, y finalmente aparecen unas cincuenta páginas con cincuenta fotografías e infografías de cada una de las personas que tuvieron proporciones, considerables más elevadas que el promedio de la población cubana, en términos de ancestría amerindia.
“Es sorprendente confirmar al reunir las fotos, que algunos tienen atributos físicos muy característicos de esos grupos autóctonos y su porcentaje de amerindio en el ADN no es tan elevado, mientras que otras personas con un porcentaje elevado poseen menos atributos físicos.
“Ahí podemos darnos cuenta de que no siempre el fenotipo, las características físicas, traducen o trasladan de manera exacta lo que aparece en las huellas de nuestro ADN. En esas infografías hemos tratado de representar los porcentajes que encontramos en cada persona respecto a sus ancestrías.
“Reflejamos de cada persona cuánto tenía de ancestros africanos, cuánto de ancestros europeos y cuánto de ancestros amerindios y asiáticos.
“También hay un mapa de Cuba donde está señalada la provincia en específico de donde procede esa persona o esa familia y dentro de la provincia el municipio o la comunidad en donde residen esas personas”.
Es una joya editorial. Y de una calidad de impresión hermosa.
—Sí, es un libro que también tiene una calidad impresionante. Por suerte, tuvimos el muy favorable apoyo de la Agencia Española de Cooperación, que tuvo a bien asumir los gastos por la impresión del libro que tiene, además, muchísimas fotos de esos paisajes maravillosos que encontramos en las regiones estudiadas. Una belleza de paisajes, con sus impresionantes accidentes geográficos, el exacto escenario de vida de los rostros singularísimos de esas personas en sus comunidades, desarrollando sus vidas cotidianas”. (Cubadebate)