Desde su fundación, el 14 de noviembre de 1987, los especialistas del Gabinete de Arqueología, perteneciente a la Dirección de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de La Habana, centraron buena parte de sus investigaciones en obtener un retrato lo más fiel posible de cómo era la vida en la ciudad durante la etapa colonial.
La doctora en Ciencias Históricas Lisette Roura
Álvarez, su actual directora, brinda detalles sobre cuánto ha avanzado la
institución en alcanzar ese conocimiento y las aristas que distinguen el
quehacer de la institución.
–¿Cuáles son las funciones principales del Gabinete de Arqueología y qué espacio ocupa dentro de ellas la investigación y la ejecución de proyectos?
–Si bien surgió con la finalidad de institucionalizar la práctica de la arqueología en la Habana Vieja, hoy es un centro de referencia y consulta cuando se habla sobre arqueología histórica y/o urbana en el país. Esa especificidad de la investigación arqueológica tiene el propósito de indagar en yacimientos enmarcados dentro del periodo de contacto y establecimiento del colonialismo europeo en América, es decir, desde el siglo XVI en adelante.
“Posee un objeto de estudio orientado hacia la búsqueda de información vinculada a los procesos políticos, económicos y comerciales que centraron las estructuras sociales, de producción, distribución y consumo entre las metrópolis europeas y sus colonias, y en el transcurso del periodo poscolonial”.
–¿Cuánto han aportado las investigaciones emprendidas a lo largo de 35 años para determinar el modo de vida de los habaneros en el pasado?
–Cuando surgió la institución, La Habana Vieja y su sistema de fortificaciones habían sido declarados, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Patrimonio de la Humanidad, en 1982. Dicho reconocimiento condujo a la necesaria ejecución de investigaciones arqueológicas, previas a las labores de restauración y rehabilitación.
“La sistematicidad que adquiere la disciplina, a partir de la fundación del Gabinete –denominada Arqueología Colonial y posteriormente Arqueología Histórica– ofrece un conocimiento sin precedentes. Así trabajamos con una proyección más integradora y abarcadora de la ciudad, sus suelos, sus inmuebles, entendidos todos como un yacimiento único.
“Numerosas han sido las intervenciones del Gabinete, en las cuales cada hallazgo, más allá de su tamaño o valor monetario, reviste vital importancia para la historia de la ciudad, especialmente para el Centro Histórico de La Habana Vieja. Mencionar uno u otro yacimiento o artefacto sería discriminatorio, pues si algo define la labor del arqueólogo es tener en cuenta que el estudio de un pequeño fragmento de cerámica puede cambiar la historia.
“Las investigaciones arqueológicas han permitido determinar, por ejemplo, cuáles eran las vajillas más utilizadas en la mesa de los habaneros, independientemente del estatus social y económico. Buen ejemplo de ello es el hallazgo de platos y tazas de porcelana china en casas pertenecientes a familias de bajo poder adquisitivo, uno de los artículos más codiciados y costosos.
“Igualmente, las excavaciones dentro de iglesias y conventos católicos posibilitaron constatar la gran acumulación de enterramientos humanos y la incapacidad de los templos para brindar sacra sepultura en tiempos de epidemias, además del incumplimiento de la ubicación de los cuerpos según disposición eclesiástica.
“Mediante la recuperación y el estudio de los restos de alimentos (incluyen huesos, cáscaras, semillas), y de instrumentos de trabajo confeccionados con materiales biológicos (raspadores, anzuelos, platos, vasijas y perforadores, se ha desarrollado la bioarqueología, disciplina a través de la cual pudo determinarse las fechas de introducción en la ciudad de animales y plantas, costumbres alimentarias y supervivencia de tradiciones autóctonas, etc.
“Una de las novedades más ilustrativas consistió en el primer reporte para el área del Caribe de restos del pato doméstico, la elevada talla del ganado vacuno introducido desde España, así como también la localización de un cuerno de venado macho adulto, que constituyó la evidencia más temprana de la presencia de dicho animal en nuestra región.
“Las referidas investigaciones, junto al estudio de la cerámica, el vidrio, así como otros materiales, edificios, comercio, permiten conformar una visión integral de la urbe y de sus habitantes.
“En estos momentos el Gabinete realiza excavaciones arqueológicas en el Convento de Santa Clara de Asís, en el inmueble de la calle O’Reilly, No. 312, y en el sitio aborigen La Cañada, en Matanzas. Los proyectos contemplan colaboraciones con la Universidad de Siracusa, ee. uu., Saint Mary University, de Canadá, y la Universidad Complutense de Madrid, España.
“De manera particular, el Gabinete de Arqueología se encuentra liderando el proyecto Arqueo-Cuba: arqueología y sostenibilidad ambiental por una cooperación territorial de enfrentamiento al cambio climático, que abarca un amplio cronograma de trabajo, para desarrollar por un equipo multidisciplinario cubano-italiano hasta el 2024”.
–¿Existe un estimado de cuántos barcos yacen en el fondo de la bahía habanera y hasta cuándo hubo asentamientos indígenas en las cercanías de la ciudad?
–La Bahía de La Habana, desde su descubrimiento y ocupación, tuvo siempre capital importancia por la posición geográfica que ocupa en el Caribe, y porque ha acogido un sinnúmero de embarcaciones procedentes, no solo de los puertos americanos y europeos, sino también asiáticos. El número y tipologías de las naves que naufragaron en sus aguas fueron creciendo a medida en que avanzaban los siglos.
“Solamente debido al azote de ciclones se conoce la existencia de 750 naufragios, además de los hundidos por diversas causas (explosiones, incendios, averías por colisiones, mal estado del casco). Algunos pudieron ser trabajados desde la arqueología subacuática, como es el caso de los nombrados San Antonio y Sánchez Barcaíztegui.
“En cuanto a los pueblos de indios, hacia 1554 se
estableció el nombrado Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa, pues los
indios naturales cohabitaban en la villa con comportamientos que no agradaban a
la población blanca.
“Tal panorama no resultó exclusivo de La Habana, pues a lo largo del archipiélago se fundaron otros pueblos de indios. Ejemplo de ellos fueron Jiguaní y El Caney, en una obvia estrategia colonial para ejercer el control sobre este sector poblacional.
“En 1720, se otorga permiso para fundar un segundo pueblo de indios en la jurisdicción de La Habana, el denominado San Francisco Xavier de los Quemados de Marianabo (Marianao). Los documentos históricos y las evidencias arqueológicas denotan la presencia de descendencia indígena en la región habanera hasta la segunda mitad del siglo XVIII”. (Granma. Foto: Lisette Roura)