Uno de los hechos más notables del reconocimiento a José Martí se encuentra en nuestra realidad de hoy: su estatua en el Parque Central de La Habana, inaugurada el 24 de febrero de 1905.
El proceso para llegar a ese día
fue bastante inusual y muy ilustrativo. El 1.º de enero de 1899 se había
iniciado la ocupación militar de Cuba por los Estados Unidos, con lo que
terminaba oficialmente el dominio colonial español.
Por ello constituía una contradicción la presencia de la estatua de
Isabel II en zona tan relevante; de ahí que fuera derribada, dando comienzo así
al proceso que llevaría al nuevo monumento.
El semanario ilustrado El Fígaro, del 30 de abril de 1899,
publicó en su portada una foto del pedestal con un signo de interrogación en el
lugar de la estatua, y añadía: “¿Qué estatua debe ser colocada en nuestro
Parque Central?”, con lo que anunció la encuesta que, de modo inicial, se
digirió a personalidades seleccionadas dentro del independentismo y de la
intelectualidad cubana.
El Fígaro reveló las proposiciones de 109 personas, en las cuales
hay marcada diversidad de criterios, pero la elección más reiterada fue José
Martí con 15. También hubo nueve que lo propusieron para grupos alegóricos; y
otros, al explicar de alguna manera su selección, mencionaron a Martí entre las
figuras relevantes de la patria, aunque no lo contemplaran dentro de la posible
estatua a erigir. Entre quienes se inclinaron por Martí hay expresiones que
resultan altamente simbólicas.
Martina Pierra, viuda de Poo,
escribió: Mi opinión franca y leal/ pues me la pide V a mí,/ es que del Parque
Central/ el hermoso pedestal/ debe ocuparlo Martí.
Otra mujer, Aurelia Castillo de
González, dijo su elección: “Nada me parecería más hermoso ni más
equitativo que ver en nuestro Parque Central la estatua de Carlos Manuel de
Céspedes y de José Martí, pasando aquel su espada a este”, pero
planteaba que, si no se veía adecuado el grupo, escogía a Martí por
considerarlo “la fuerza decisiva” para el triunfo que queda en la memoria de
los pueblos.
La idea de Céspedes y Martí,
asimismo, fue apoyada por José Comallonga: (…) Poned columna alta y fuerte,/
símbolo de nuestra suerte,/ y en la altura, modelados,/ dos mártires abrazados/
cariñosos por la muerte./ Los dos que tengan allí/ la majestad de la luz,/ dos
que sean algo así/ como Céspedes la cruz,/ y la bandera Martí.
Entre las propuestas de Martí
para aquel monumento, la de Enrique Loynaz del Castillo tiene un simbolismo
especial: en las condiciones de país ocupado por una fuerza extranjera, y
cuando no había claridad acerca de cuál sería el futuro de esa presencia, el
general Loynaz fundamentaba su criterio:
Tallad, cubanos, con buril de
gloria/ del Redentor supremo la memoria/ en mármol eternal:/ del excelso Martí,
mientras suspire/un cubano leal,/ querrá la estatua donde el Morro mire,/y,
levantada frente a la extranjera,/ ese mármol será nuestra bandera.
Por Martí votaron, además de los
mencionados, Mercedes Matamoros, Nieves Xenés, Fermín Valdés Domínguez, Diego
Vicente Tejera, Leopoldo Berriel, Esteban Borrero Echeverría, el general Daniel
Gispert, Félix R. Zahonet, Pedro Mendoza, Rodolfo Rodríguez de Armas, Andrés
Segura, M. F. Viondi, y el general Emilio Núñez.
Quienes lo incluyeron en grupos
alegóricos, junto con los citados, fueron, de acuerdo con la lista que publicó El Fígaro: Rosario Sigarroa, José Jerez
y Varona, Andrés Clemente Vázquez, el general Carlos Roloff, Enrique
Villuendas, Zerep y Manuel Despaigne. Argumentos como los de Rosario Sigarroa
también fueron muy ilustrativas sobre el modo de ver a los grandes de la
independencia. Ella propuso a Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo, la Libertad,
pero señaló que Martí era el “alma y
cerebro de nuestra Revolución, encarna la más sublime abnegación y constancia”.
Muchos de los encuestados
planteaban figuras alegóricas a la libertad, a un mambí, a la república, a la
revolución u otras similares, junto a nombres que resultaban icónicos para los
cubanos, por ejemplo, con frecuencia se encuentra el de Martí.
La dispersión de propuestas llevó
a su inclusión en una encuesta más amplia entre los lectores de El Fígaro, cuyo resultado se publicó el
28 de mayo. Según el jurado, presidido por Enrique José Varona, el primer lugar
fue para Martí, con 375 votos, seguido por el tema de la Libertad, con 371.
Esta pequeña diferencia no puede tomarse como lo definitivo, pues se
añade la aclaración de que muchos no marcaron en las boletas, sino que
escribieron el nombre de su preferencia y, en ese caso, dice la nota, ha
obtenido una mayoría abrumadora la de José Martí.
Por tanto, la estatua que preside el Parque Central fue resultado de una consulta en la cual el Apóstol capitalizó la mayor parte de los votos, lo que evidenció su lugar como símbolo para los cubanos. (Francisca López Civeira. Tomado del periódico Trabajadores)