Mucha luz en El viaje del pez oscuro (+ fotos y audio)

Leer una obra de Gina Picart Baluja es mucho más que disfrutar historias y conocer peripecias de sus personajes, para beber un claro contenido filosófico de asombrosa actualidad.

Así sucede con su más reciente entrega, El viaje del pez oscuro, presentada este fin de semana en el Pabellón Cuba, subsede de la XXXI Feria Internacional del Libro de La Habana.

El maltrato en las sociedades modernas, fundamentalmente el que sufren las mujeres, tanto en el plano físico como psicológico, no escapa a la mirada aguda de esta escritora y periodista de Radio Ciudad de La Habana.

Sus creaciones se anidan en el reparto Santos Suárez, del municipio de Diez de Octubre, desde donde nos transporta por los caminos más insospechados de la cultura universal, en recorrido de permanente aprendizaje.

Pasé varios años de mi vida fascinada por el tema de la estafa. Pero no por la relacionada con bienes materiales, sino la emocional, una de las peores pesadillas humanas, y de la que no siempre se logra despertar, y a veces, aunque se despierte, deja un vacío inmenso en el alma, y una confusión tan profunda que puede no extinguirse nunca, refiere esta autora, que en 2008 dio “un golpe de autoridad” en el ámbito literario cubano, al ganar el premio Alejo Carpentier de Cuento, con su obra Oil on canvas, uno entre tantos lauros obtenidos antes y después de esa coronación.

Aunque un accidente doméstico le impidió a Picart Baluja acudir a la presentación de El viaje del pez oscuro, su esposo, el también periodista Oscar Ferrer Carbonell fue el emisario de las palabras que la creadora hubiera querido exponer personalmente, aunque no perdieran por ello el profundo significado que encierran.

El periodista Oscar Ferrer Carbonell acompaña a las presentadoras de la obra.
Foto: Reinaldo Santana López.

Todos los seres humanos estamos expuestos -escribió ella- a esas manipulaciones frías e insolidarias, a manos de personas a quienes no les importa nada el sufrimiento de la víctima elegida, pero el factor emocional hace que, cuando esa víctima es una mujer, el suceso revista la forma de una violación, en este caso psicológica. Y es un hecho que en el terreno de los sentimientos las mujeres suelen ser mucho más abusadas que los hombres, porque son, tal vez, más espirituales, más vulnerables, más frágiles, y esperan de la vida dones que no son prioridad para los integrantes del bando contrario.

Público asistente a la presentación de la obra. Foto: Reinaldo Santana López.

La propia escritora pregunta en voz alta si El viaje del pez oscuro es una novela de género, para de inmediato responder: “No, si se piensa que los conflictos de género se reducen a un marido alcohólico o violento o infiel, a hijos que resultan proyectos fallidos, a discrepancias generacionales, discriminaciones laborales, políticas o raciales, al choque con un exilio que no siempre es elegido libremente por las mujeres ni forma parte de su proyecto de vida, sino que ellas asumen como una consecuencia de su posición dentro de la familia… Pero la historia de Renata Casal (protagonista de esta obra) y los sucesos en los que ella se vio involucrada, nunca le hubieran ocurrido a un hombre, al menos no de esa manera, ni un hombre habría reaccionado ni terminado como ella lo hizo: sin ninguna posibilidad de salvación”.

Eso –prosigue– lo tiene en común Renata con casi todos mis personajes femeninos, a quienes su condición de mujer convirtió en víctimas propiciatorias de un verdugo que no vaciló en destruirlas por motivos que van desde el fanatismo religioso, político o artístico hasta los intereses más rocambolescos, pero no por eso menos terribles, retorcidos y aniquiladores de la condición humana.

La historia de El viaje del pez oscuro –revela– salió de una simple visita a la necrópolis Cristóbal Colón provocada por una búsqueda detectivesca y obsesiva del fantasma de Catalina Lasa, uno de los demonios más persistentes que pueblan su imaginario creador, y quien, por cierto, fue el revés exacto de una víctima propiciatoria y supo, en su momento, rebelarse contra toda una sociedad plagada de prejuicios para alcanzar sus sueños.

“No me veo como una feminista, pero no dejo de comprender que, si todas las mujeres poseyeran el temple del que hizo gala mi fantasma preferido, no habría en este mundo ni Renatas, ni Alondras, ni Marías ni Flavias, ni honradas ni impuras. Solo habría guerreras invencibles”, concluye Picart Baluja. (Francis Norniella Yaujar. Imagen de portada: tomada de Internet)

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