Para una nación como la cubana,
marcada por su historia y la defensa de su soberanía frente a las más adversas
tempestades, el proceso para elegir a los representantes del
pueblo en la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento), es un acto de compromiso con
el que se defiende también la identidad de todo un país.
No podía ser de otra manera en una Revolución que tiene a la unidad
como estandarte, y a la participación popular como clave estratégica para
perfeccionar el quehacer del gobierno en función de alcanzar una sociedad más
próspera y sostenible.
Por ello, cuando en Cuba se habla
del advenimiento de comicios generales nadie piensa en campañas politiqueras o
en prebendas sin honra para el pueblo a favor de uno u otro candidato. Se
piensa, eso sí, en cómo los diputados –con esa enorme responsabilidad de ser la
voz y el sentir de sus electores en el Parlamento– encauzarán el tratamiento a
las problemáticas, necesidades y aspiraciones de los cubanos.
Porque se sabe, como ha expresado
el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que la X Legislatura no será una
Asamblea Nacional en la cual los diputados llegarán a resolver los problemas.
“Estos se van a solucionar con el vínculo
entre los diputados con el pueblo, porque el pueblo es el principal protagonista.
Nosotros lo que iríamos a esa Asamblea es a representar al pueblo”.
Ahí radica la confianza de todos
los que en la mayor isla de las Antillas saben que defender este proceso cívico
y democrático es la mejor manera de
proteger las garantías que ha dado la Revolución a lo largo de sus más de seis
décadas de existencia: contar con asistencia médica en todos los rincones del
país, incluso en zonas intrincadas del Plan Turquino; que las escuelas y
universidades sean una casa abierta para todos los niños y jóvenes sin
distinción de ningún tipo; y que el acceso al deporte, la ciencia, la cultura o
a cualquier otro campo del conocimiento y la creación, no estén limitados a
reducidas élites de abultados bolsillos.
Esas mismas esencias blindan a
nuestro proceso eleccionario de un carácter único, que aquí hace realidad lo
que en otros muchos países sigue siendo una utopía: candidatos a diputados que
no son el resultado de la propuesta de un partido, sino hombres y mujeres
salidos del pueblo; es decir, campesinos, científicos, estudiantes, dirigentes
de base… o líderes comunitarios, cuya mayor divisa es la de ser ejemplos de
abnegación e integridad.
Con esa certeza de que es el pueblo el que elige a sus representantes para seguir construyendo el país mejor al que aspiramos, se irá el próximo 26 de marzo a las urnas, para desde allí dar un voto que enaltezca nuestra identidad y soberanía. (Redacción digital. Con información de Granma)