José Manuel Correa: "La ética es el timón que dirige la cámara" (+ fotos)



Desde que decidió ser fotógrafo, sabía que el arte y el oficio de la fotografía eran mucho más que colgarse una cámara en el cuello y echar a andar.

La fotografía lo cautivó cuando, como chófer de piquera del periódico Granma, trasladaba de una cobertura a otra a periodistas y fotorreporteros. Alternó entonces el estudio de la fotografía para capacitarse profesionalmente en el horario diurno (antes su jornada laboral) con el trabajo de conductor en las madrugadas. Y lo consiguió, con esfuerzo, disciplina y perseverancia.

Transcurridos más de 20 años, José Manuel Correa se desempeña todavía como fotorreportero de Granma. Allí dedica a la fotografía, no solo su tiempo, sino también su alma.

—Como fotorreportero no hay nada que me reconforte más, que lograr la foto que visualizará la noticia, dice Correa.

Para lograrlo hay que superarse; aprender de la vida y de los demás; investigar, debatir, profundizar; entrenarse física, mental y profesionalmente. Y eso hace Correa en su afán por obtener cada vez mejores resultados en su trabajo diario en nuestra prensa.

—Las coberturas más difíciles, las más arriesgadas, son aquellas en las que se logran las imágenes más impactantes y conmovedoras.

En el centro de la acción, su ojo, su corazón y su mente se comportan como un todo indisoluble. Porque si algo tiene claro, es que para ser fotógrafo no hay que ser fotorreportero, pero para ser fotorreportero hay que ser fotógrafo.

Correa cambió el timón por la cámara fotográfica y se siente dichoso por ello. Día a día se esfuerza, junto a sus compañeros de equipo, por cumplir su misión como fotorreportero y además contribuir con sus imágenes a enriquecer el patrimonio visual de la nación.

—Falta mucho por hacer todavía y en eso estamos. No importa si hay mal tiempo. Lo que hay es que crecerse.

Si sigue con esos bríos, esa pasión por la imagen y su fortaleza de espíritu, seguro crecerá.

—Después de transitar por varias instituciones cubanas, llegaste al periódico Granma donde aún permaneces. Eso fue en el año 2000. ¿Cómo fue ese tránsito del timón del auto a la cámara fotográfica?

—Siempre me llamaron la atención las cámaras de video y televisión. Durante un tiempo quise ser camarógrafo, pero nunca tuve la oportunidad de acercarme a ese medio. Cuando comencé en la piquera del periódico y salía de viaje para coberturas periodísticas, me acercaba a los fotógrafos, pues las cámaras fotográficas también me atraían mucho.

“Fue así que un experimentado fotógrafo, ya desaparecido físicamente, Ricardo López Sánchez, al percibir mi “preguntadera” y mi interés por el oficio, me ayudó a conseguir la matrícula en un curso de fotografía que por aquellos días del año 2001 impartía el profesor Félix Arencibia, en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

“El curso tenía una duración de un año, con varias frecuencias en la semana, y eso era un problema para mí, pues trabajaba como chofer en turnos rotativos. Fue entonces que se me ocurrió la idea de proponerle al jefe de transporte del periódico asumir el turno de la madrugada, de manera permanente mientras durara el curso. De ese modo, no interfería el horario de las clases con el trabajo. Me dijo que esa propuesta debía consultarla con el resto de los choferes. Hice la consulta y todos dijeron que a partir de ese día yo sería “el dueño de la madrugada.”

“Fue así como comencé a estudiar fotografía por el día y a dedicarme al timón por las noches. Ya cuando el curso estaba algo avanzado, Juan Varela Pérez, quien por aquellos años era el jefe de la Redacción Nacional, conociendo mi interés por aprender y superarme, me ponía algunos “trabajitos” sencillos.

“Empecé a enamorarme de la fotografía, muy pronto me di cuenta de que son las cámaras las que de verdad me gustan, y que la fotografía es mi verdadera pasión, aunque sigo atraído por aquellas que primero me conquistaron, las de televisión.

“Mi primera fotografía publicada en Granma no la olvido: fue la develación de un busto de Maceo en la Escuela Superior del Partido Ñico López. Esa imagen, de la que aún guardo el recorte de periódico por algún sitio de mi casa, se la agradezco a Varela Pérez y a Frank Agüero, quien era director de Granma y también confió en mí. Todo esto fue antes de terminar el curso. Al finalizar, automáticamente, me dieron el traslado de la piquera para el departamento de fotografía donde comencé como técnico de laboratorio, hasta que paso a paso, me fui ganando el puesto de fotorreportero.

“Más de veinte años después, cuando estoy al frente del equipo de fotógrafos del periódico Granma, sigo aprendiendo todos los días, pues tengo el honor de dirigir a colegas de altos kilates en la fotografía de prensa en Cuba.”

—En tus 20 años de trabajo en Granma, has logrado disímiles fotografías sobre acontecimientos nacionales e internacionales de nuestro tiempo. Me llamó la atención “Valor frente al dolor”. Coméntame lo que hay detrás de esa imagen.

—“Valor frente al dolor” es una imagen tomada en un momento bien difícil para todo el país, cuando aún no se sabía si en aquel siniestro podían encontrarse personas con vida. Ciertamente, había estado antes en coberturas de contingencias, sobre todo en ciclones devastadores, pero nunca en algo como el accidente ocurrido en el Hotel Saratoga.

Valor frente al dolor. Foto: José Manuel Correa

Fue allí donde me di cuenta de lo fuerte que hay que ser para sobreponerse a las emociones y hacer nuestro trabajo, para tener la fuerza y el coraje de levantar la cámara ante el dolor ajeno.

“El rostro de ese rescatista, aún con todos sus atuendos, está marcado por la angustia y la preocupación, tanto por las víctimas atrapadas en el siniestro que refleja sus espejuelos, como por sus compañeros que entraron antes a socorrer a las personas o a buscarlas entre los escombros.

“No lo pensé, casi por instinto levanté la cámara, y acercándome bien a él, le hice la foto. El rescatista estaba tan concentrado en su espera, que ni siquiera me miró, aunque sí supo que yo me lo llevaba en mi cámara.”

—“Ver no es suficiente, tienes que sentir lo que estás fotografiando” ¿Cuánto tiene de cierta esta afirmación del célebre fotógrafo húngaro André Kertesz?

—Yo la comparto. Sin dudas, el fotógrafo no solo elige dónde colocar el ojo, sino también su mente y su corazón. Nuestras imágenes son un reflejo de lo que nos inspira, lo que necesitamos transmitir, lo que nos importa y lo que nos conmueve.

“El arte y el oficio de la fotografía no pueden reducirse a apretar el disparador y congelar una imagen en el tiempo, es mucho más que eso: es experimentar una mezcla de emociones y sentimientos. La fotografía es un lenguaje universal que se ve, se entiende, inspira y se siente.”

Esperanza. Foto: José Manuel Correa

—Además de dominio técnico y vocación, ¿cuáles otras cualidades deben poseer los fotorreporteros?

—Hechos históricos y sucesos cotidianos se recuerdan al paso de los años gracias a la labor de los fotorreporteros, quienes documentan los acontecimientos con sus fotografías. Este profesional debe ser osado y sagaz para enfrentar situaciones difíciles, incluso, peligrosas. Debe ser creativo, y, además, debe saber diferenciar entre la fotografía que simplemente tenga belleza, y aquella que posea, en primer lugar, valor periodístico.

“El fotoperiodista debe tener, además de un buen dominio técnico del equipo con el que trabaja, sensibilidad visual y, evidentemente, conocimiento de la actualidad social, política y cultural que acontece para poder narrar, a través de imágenes, los hechos y los impactos que causan en la gente.

“Creo que la cualidad más importante de un fotorreportero es ser ético, actuar con objetividad y jamás manipular sus imágenes, para mostrar la realidad de lo que quiere transmitir tal y como se presenta. Alguien dijo un día que la ética en el fotoperiodismo es el timón que dirige la cámara.”

Y volvieron. Foto: José Manuel Correa

—El auge de los celulares -con cámaras cada vez más sofisticadas- y el surgimiento de las redes sociales, son retos que hoy enfrenta la prensa a nivel mundial, y en especial, los fotoperiodistas. ¿Cómo deben enfrentar y aprovechar esas realidades nuestros periodistas y fotógrafos de prensa para que la información llegue a todos con puntualidad y veracidad?

—En el escenario tecnológico actual, casi todo el mundo lleva en su bolsillo una buena cámara, o sea, los teléfonos móviles de última generación; y yo creo, que todo el mundo es capaz de lograr una buena foto. Ahora, el reto para esas personas es poder contar una historia a través de esa supuesta “buena foto”.

“Pienso que sí, que, en efecto, debemos aprovechar los avances tecnológicos, en aras de ser más puntuales y veraces en nuestro trabajo, para que nuestras historias lleguen a la gente con la mayor rapidez posible.

“La fotografía de prensa, con cámaras convencionales, no ha perdido su poder, y las nuevas tecnologías conceden a sus profesionales una libertad creativa que tenemos que aprender a usar de manera provechosa, para perfeccionar nuestro trabajo.

“Si no pensamos que ya todo está aprendido, si nos superamos cada día aprovechando las oportunidades tecnológicas que se abren, si seguimos defendiendo la objetividad, podremos enfrentar el desafío de lograr, con inmediatez, contar esas historias a través de imágenes, con absoluta credibilidad.”

—En estos tiempos de duro bregar, ¿te animas a transmitirle algún mensaje a tus colegas de la prensa?


—Que la vocación y la ética sean fieles compañeras. Que la sensibilidad y el olfato periodístico sean inseparables. Que la capacidad de observación sea inagotable. Que defiendan siempre la veracidad. Que no pierdan la capacidad de soñar y de crear, aún en las mayores adversidades. Ese es el mensaje de alguien que veinte años después de la primera imagen, se sigue sorprendiendo y aprendiendo cada día, como un eterno inconforme. (Granma)

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