El abogado, político y escritor argentino Carlos Aldao dejó sus recuerdos acerca de José Martí, en los que nos entrega una detallada descripción de su fisonomía, su carácter, los rasgos esenciales de su personalidad y, sobre todo, su dedicación a la independencia de la patria y de nuestra América.
Observador y analista atento, además de
admirador pleno de Martí, Aldao da sus apreciaciones con tanto respeto y cariño
como las ha trasmitido cualquiera de los tantos patriotas cubanos que
escribieron acerca del Delegado del Partido Revolucionario Cubano y de su labor
unitaria y organizativa para alcanzar la Cuba libre.
Según Aldao Martí afirmó en la
intimidad y sin petulancia: “Si yo concibiera que puedo perfeccionarme, lo
haría, porque tengo voluntad.” Tal razonamiento le hace decir a Aldao: “Y la
tenía, sin duda alguna.” Y resume así Aldao su criterio evaluador:
“Inteligencia eximia, corazón bien puesto, gustos delicados, aficiones
artísticas, apreciador de todos los refinamientos del espíritu y del cuerpo,
fue la voluntad férrea la que lo determinó a seguir un camino contrario a sus
gustos y a sus aficiones.”
Esta contradicción en sí mismo
indica la atención que Aldao prestó a Martí y hasta dónde entró en su condición
humana. Quizás fue el primero en advertirlo o en escribirlo claramente. Así, la
voluntad que demostró Martí en todos sus actos le impuso la entrega a la
libertad de la patria para abrir así una república inclusiva en la Isla y dar
puerta ancha a la unidad latinoamericana.
Con sorprendente acierto, dado lo
relativamente breve de los intercambios martianos con el argentino, sujetados
además a la tarea traduccional que acometió para el gobierno del Plata, Aldao
compara “al joven que concurría al bar de Hoffman House cuando era moda
neoyorkina ir todas las tardes para depositar flores al pie de los cuadros de
Bouguereau” con el hombre que se “convirtió en maestro de escuela que daba dos
clases por semana a negros cubanos que habitaban en Brooklyn” y que ya aceptado
como el líder al fundarse el Partido “redactaba en horas y agitado el periódico
revolucionario Patria, vivía en los trenes, avivando el fuego patriótico en
Baltimore, en Filadelfia, en Tampa, en Key West, y donde quiera que latía un
corazón cubano.”
Las cualidades del notable
escritor no escaparon al juicio favorable de Aldao: “Martí escribía
admirablemente; pintaba o traducía con la pluma todos los colores y todas las
emociones; su estilo, nerviosos y movible, que a las veces parecía amanerado,
era espontáneo y fluía abundante y preñado de ideas. Como escribía, hablaba:
era un mago que subyugaba al auditorio”.
Carlos Aldao concluye su texto
contando que fue a despedirlo a su vivienda. Allí le dijeron que regresaría al
día siguiente de Filadelfia y le dejó una carta en la que le decía que fuera a
despedirlo en un vapor que salía para Hoboken y le deseaba que muriera cuando
Cuba fuera libre o él creyera que estaba libertada.
No fue así la muerte de Martí, sino en combate, de cara al sol. Tal fue pues, la muestra final de su entereza y entrega para la patria libre. Seguramente tal caída gloriosa comprometió a Carlos Aldao a su posterior entrega de estos recuerdos de amor por Martí. (Pedro Pablo Rodríguez. Habana Radio)