La Capitanía General
de Cuba fue dueña y señora de la Florida por mucho tiempo, y Cuba contribuyó de
manera decisiva a la independencia de los Estados Unidos.
Resulta asombrosa
esta verdad histórica, pero, además, también divertida para quienes disfrutan
las tremendas paradojas de la historia. ¿Cómo sucedió?
La Florida española
fue descubierta por el navegante y explorador hispano Ponce de León en 1513, y
fue el primer asentamiento importante europeo en América del Norte. Formó parte
de la Capitanía General de Cuba, del Virreinato de Nueva España y del Imperio
español durante la colonización española de América.
Los primeros
trabajos de exploración de aquellas tierras no establecieron fronteras
claramente definidas, por lo que La Florida de entonces abarcaba un área mucho
más extensa que la del actual estado del mismo nombre, y era un vasto
territorio costero entre el golfo de México y el océano Atlántico, ubicado
entre la desembocadura del Río Pánuco y la bahía de Chesapeake, que incluía,
además, gran parte del actual sureste de Estados Unidos.
Por esa razón, más
allá de varios asentamientos y fuertes construidos por España, la Corona nunca
logró ejercer un control real sobre ese inmenso territorio, aun cuando
resultaba de gran importancia estratégica y política para la defensa de sus
posesiones en El Caribe.
Fue ese interés
geopolítico imperial el que hizo que el rey de España nombrara al militar
extremeño don Hernando de Soto, Comendador de la Orden de Santiago, gobernador
de Cuba y Adelantado de la Florida, y le encomendara la misión de explorar la
península, sobre la cual corrían muchas historias, incluida la deslumbrante
narración de un fraile sobre la existencia de las siete ciudades de Cibola,
cuyas calles y cúpulas de palacios estarían cubiertas de oro.
Tal fue la verdadera
razón de que en 1539 don Hernando, ya instalado en La Habana, armara una gran
expedición y se hiciera a la mar, aunque la búsqueda de la supuesta “Fuente de
la Juventud” pudo haber sido su motivación personal. En rigor, solo cumplía
órdenes de la Corona.
Su expedición
terminó en fracaso total y don Hernando, víctima de unas fiebres malignas, fue
sepultado por sus hombres en las márgenes de un río, sin que hasta hoy se sepa
dónde yace.
De manera que fue el
rey de España el verdadero responsable de la triste viudez arrastrada por doña
Inés de Bobadilla en su castillo habanero.
La historia de esos
trágicos amores, que duraron apenas un año, quedó para siempre unida a la
existencia de la estatua de La Giraldilla, emblema de la urbe habanera.
Otros aventureros
españoles continuaron explorando los nuevos territorios descubiertos al norte
de la isla de Cuba. Desembarcaron cerca de la bahía de Tampa a mediados del
siglo XVI, llegaron hasta los Apalaches y siguieron hacia el oeste, hasta lo
que hoy es el Estado de Texas. En 1565, la Corona, preocupada por la presencia
francesa en la zona, dio orden a Pedro Menéndez de Avilés de fundar un
asentamiento que fue el primer enclave español en La Florida y en Norteamérica.
Se le llamó San Agustín.
Monumento a Pedro Menéndez de Avilés en San Agustín. |
En ese mismo año, fue fundado un presidio en la costa atlántica de Florida. En 1569, tuvo lugar la fundación de Pensacola, y durante los siglos XVI y XVII se establecieron las primeras misiones católicas a lo largo del noroeste de Florida, Georgia y Carolina del Sur, con lo que quedó consolidada la presencia española en esa zona.
La conquista
española de Florida no resultó un paseo feliz. Aunque jamás fueron halladas las
míticas siete ciudades de Cibola, la región nunca estuvo despoblada. La
habitaban algunas tribus amerindias, como los Timucua, Calusa, Tequesta,
Apalache, Tocobaga y Ais, guerreros feroces y astutos que durante siglos
resistieron la expansión española, pero ya en el siglo XVII estas etnias habían
colapsado, hostigadas por los ingleses, los franceses y los mismos españoles, y
las epidemias traídas por los invasores habían diezmado su número de forma
significativa, de manera que, a principios del XVIII, ya eran apenas un triste
conglomerado humano.
Jefe de la tribu timuca saturiwa. Grabado de Theodore Bry. |
Como a mediados de ese mismo siglo los colonos ingleses fueron expulsando tribus nativas del norte del país, algunas, como los Creeks, emigraron hacia la Florida española.
También comenzaron a
llegar a la región los primeros afroamericanos, quienes iban huyendo de la
esclavitud, pues, aunque la cruel institución también existía en las colonias
españolas, tenía condiciones mucho menos duras que en los territorios ingleses
y franceses, por lo que San Agustín se les antojaba a los negros un santuario
donde podían vivir en paz, sin que las familias fueran separadas, con derecho a
poseer y vender propiedades, con castigos prácticamente inexistentes y con la
posibilidad muy real de emanciparse y ser hombres libres.
En 1738, la llegada
de un centenar de negros propició el surgimiento de una población fortificada,
el fuerte Mosé, a solo unas millas de distancia de lo que más tarde sería uno
de los principales monumentos militares del llamado Nuevo Mundo.
El gobernador
español declaró libres a todos los esclavos que estuvieran dispuestos a servir
como soldados de la Corona, y puso al frente de este fuerte a Francisco
Menéndez, un mandinga evadido de las colonias británicas.
La guarnición,
formada por más de un centenar de libertos a los que acompañaban sus familias,
tenía sus propias plantaciones y comerciaba sin obstáculos con el resto de
habitantes de esa región.
Este fuerte fue la
primera ciudad de negros libres en el territorio de los Estados Unidos de
Norteamérica.
También, desde las primeras expediciones a la Florida, comenzaron a llegar, como hombres libres, curtidos marineros, soldados y colonos de raza negra, como por ejemplo Juan de las Canarias, marino que había servido en la tripulación de La Santa María bajo las órdenes de Cristóbal Colón; Juan Garrido, que partió desde Sevilla, por su propia voluntad, hacia La Española (Santo Domingo), donde se enroló en las exploraciones de Ponce de León y luego en las campañas de Cortés, con quien combatió en Tenochtitlán. Y también el legendario Estebanico, explorador de Pánfilo de Narváez, quien, tras el fracaso de su capitán en la Florida fue, entre 400 hombres, uno de los cuatro que sobrevivieron a aquella tragedia, para andar durante ocho largos años desde la Florida hasta México sufriendo todo tipo de penalidades y agonías, para acabar sus días muriendo en combate contra los indios zuni. Y muchos otros de larga ejecutoria en osadía, lealtad y valor personal a toda prueba.
Según afirma el
investigador canadiense Michael Francis, erudito y experto en historia de la
Florida, existe mucha documentación sobre la presencia española en la que fue
una de sus fronteras imperiales, y asegura que los archivos más importantes se
encuentran en la parroquia de San Agustín, aunque durante la Colonia se
guardaron en La Habana.
Incluso, hay un dato
interesantísimo: el primer matrimonio católico ocurrido en esas tierras tuvo
lugar entre los españoles Miguel Hernández, herrero y soldado de Segovia, y
Luisa Ábrego, una negra libre que había trabajado de sirvienta en Jerez de la
Frontera. El dato apareció en una pesquisa por supuesta bigamia instruida por
el Santo Oficio de la Inquisición en México en 1575. Ábrego y Hernández
llegaron juntos a Florida en la expedición fundacional de Pedro Menéndez de
Avilés (1565) y se casaron ese mismo año.
Existe una base de
datos con -hasta hace unos años- un registro de tres mil 711 colonos, y hay
constancia entre ellos de variedad de oficios: “Por ejemplo siete barberos
españoles, un calafate (el que tapaba las juntas de las maderas de las naves
con estopa y brea para que no entrase agua), seis escribanos, un zapatero,
cuatro herreros o diez carpinteros. En la expedición del capitán Menéndez de
Avilés iba hasta un maestro cervecero”.[1]
La mezcla entre nativos, negros, españoles y cubanos dio lugar a la cultura
seminola.
Guerrero seminola. |
La basílica de San Agustín es la congregación religiosa más antigua de los Estados Unidos, y fue establecida en 1565, al mismo tiempo que la fundación de la ciudad. San Agustín tuvo el primer nacimiento de padres europeos en el Nuevo Mundo: el niño Martín de Argüelles, quien vio la luz en 1566 o 1567. Valga recordar que desde 1565 a 1787 las iglesias de San Agustín estuvieron bajo la jurisdicción de la diócesis de Santiago de Cuba y, posteriormente, hasta 1793, por la entonces diócesis de San Cristóbal de La Habana.
Museo de la cultura seminola. San Agustín. |
Los corsarios franceses e ingleses comenzaron a hostigar la naciente villa desde su nacimiento (en 1586, fue atacada por el corsario inglés Francis Drake y sus primitivas edificaciones de pino y madera fueron arrasadas y quemadas), de modo que las autoridades españolas construyeron varios fuertes para la defensa del sitio, primero de madera, pero más tarde, en 1672, sobre los emplazamientos de estas rudimentarias estructuras, levantaron el castillo de San Marcos, majestuosa mole de corte renacentista y una de las muestras más importantes de la arquitectura militar española en las Américas, para cuya construcción no emplearon la piedra, sino la coquina, roca formada por una mezcla de moluscos y arena aglutinada por la cal de las conchas, un material en el que los proyectiles no solo no causaban daño, sino que se hundían en ella sin consecuencia alguna. La mano de obra fue traída desde La Habana y la construcción demoró 23 años. Cuando en 1740 los ingleses lanzaron un asedio contra la fortaleza, una flota de auxilio procedente de La Habana tomó cartas en el asunto, al punto de que los ingleses se vieron obligados a quemar sus barcos. San Marcos nunca fue tomado.
Se sabe, sin
embargo, que los cubanos residentes en San Agustín desaparecieron como por
ensalmo. La explicación es la siguiente: cuando los ingleses tomaron La Habana,
España se vio obligada a firmar en 1763 el Tratado de París, mediante el cual
entregaba todas sus posesiones territoriales en la Florida a cambio de
recuperar la villa de San Cristóbal.
En menos de un año, por temor a las represalias inglesas, la Corona dio orden de evacuar a los 3104 vecinos de San Agustín, quienes fueron traídos a Cuba. Desembarcaron en el puerto de La Habana y se establecieron en ciudades cercanas, como Regla y Guanabacoa, y posteriormente se asentaron en otras ciudades del interior. (Gina Picart Baluja)