La directora, guionista y profesora Magda González Grau, ha logrado un nombre de respeto debido a la fundamentada solidez de su pensamiento y la manera creadora en que expresa inquietudes artísticas y sociales por medio de la realización audiovisual.
¿Por qué lloran mis amigas?, El club de los perdedores, Desamparo, Añejo cinco siglos, Sol y sombra, Puertas y otras ficciones, documentales y doblajes son obras meritorias de esta artista, algunas de ellas muy premiadas. Pero Calendario la definirá por siempre.
Las dos primeras temporadas de esa serie juvenil regresan a la pantalla televisiva para dar paso a la tercera y final, por lo que Juventud Rebelde conversó con la directora general sobre particularidades de la realización.
La tercera temporada ha sido muy bien escrita por Amílcar Salatti, quien reconoce que este es uno de sus trabajos más queridos. Él se esmeró en cerrar todos los conflictos de manera coherente con el desarrollo de los personajes y los temas expuestos con anterioridad.—¿Por qué puede resultar controversial la tercera temporada?
En cuanto a la realización, traté de estar a la altura de los guiones. Creo que la última temporada está muy redondita. Puede ser que a algunos de los espectadores no les guste la solución que le dimos a los conflictos, pero, al ver el resultado en edición, me siento satisfecha.
—Si en la segunda fue polémico el tema de la relación sentimental entre una estudiante lesbiana y otra bisexual, en la propuesta final traemos desenlaces que también pueden ser motivo de debate. Ese conflicto continúa y se mantienen los temas anteriores de alguna manera. Además, hay nuevas historias referidas a una expresión específica de la religiosidad y a la discapacidad.
—¿Qué razones motivaron a introducir esas problemáticas?
—Calendario surgió como respuesta a inquietudes de los públicos respecto a la educación y la juventud. Los dos nuevos conflictos fueron resultado de las indagaciones realizadas por el Centro de Investigaciones Sociales, el cual, mediante estudios de audiencia, hurga en las preocupaciones más acuciantes de la sociedad. Realmente estoy muy contenta con el desarrollo de esas dos historias y la calidad interpretativa con que fueron defendidas.
—La serie pudo superar las consecuencias de la pandemia y otros contratiempos de producción. ¿Qué obstáculos surgieron en la temporada que despide Calendario?
—Nos quedamos sin director de fotografía a mitad de la tercera temporada. Pensé en invitar a otro especialista, pero no me sentía segura sobre esa decisión porque iba a ser una persona desconocedora de la serie, que no había hecho los guiones técnicos. ¡Y yo no iba a suspender! Decidí ascender al primer camarógrafo a director de fotografía, y con su colaboración y la del especialista en luces seguimos trabajando.
Un joven asistente, que hasta ese momento había hecho un buen trabajo y sus pininos con la cámara, asumió el trabajo de camarógrafo. Al principio se equivocaba, había problemas con el foco y se sintió a punto de renunciar, pero ahí salió todo lo que tengo de pedagoga y le di confianza en que las cosas se podían hacer. Estoy muy contenta porque se mantuvo la misma estética fotográfica y el mismo concepto de iluminación. Fue duro, pero salimos adelante.—¿Aprecia que existe desprofesionalización en las especialidades del audiovisual?
—Sí. A veces se hace muy difícil conformar un equipo porque no existe una calidad pareja. Hay que ser muy cuidadosa a la hora de seleccionar el staff y en ocasiones no tienes cómo cubrir algunas especialidades muy del audiovisual moderno, como los foquistas: no los hay.
En ocasiones trabajamos con personas que se forman de manera empírica y la filmación se convierte en una escuela. En toda la serie ha habido gente que ha ido aprendiendo desde el punto de vista profesional. También los actores que hicieron una primera incursión televisiva con Calendario han madurado.
—¿Cómo se puede atraer la atención del público juvenil hacia la
televisión?
—Pienso que la realización audiovisual debe abordar la realidad que
viven los jóvenes y presentar sus problemas por medio de una imagen bella,
atractiva, límpida, bien iluminada, que no acentúe la negatividad de las
situaciones complejas o los ámbitos menos favorecidos.
Debemos buscar el equilibrio al mostrar nuestra realidad: yo sería muy irresponsable si solo mostrara lo peor de nuestra vida. Queremos contribuir a un cambio de conducta, siempre con el optimismo de que las cosas pueden ser mejor.
—¿Se siente satisfecha con la respuesta de los televidentes ante la
retransmisión de la serie?
—Estoy feliz porque la gente se ha vuelto a "enganchar" con Calendario.
Yo pensaba que se había puesto hace muy poquito y tenía mis dudas, pero entendí
el concepto de repetir las dos partes para sostener la continuidad hasta el
estreno de la tercera temporada.
—¿Por qué Calendario ha calado en las audiencias?
—Pienso que tiene que ver con la diversidad de temas tocados con
responsabilidad y honestidad, la existencia del coprotagonismo coral de los
muchachos, el aula y el personaje de la maestra como solista, su manera de
acompañar a la familia.
Tratamos de ser profundos, siempre con un sentido positivo y sin emitir recetas, porque no hay fórmulas exactas para los problemas que se presentan. Nuestro propósito es mostrar cómo los sentimientos y los valores apuntalan cualquier crisis ética.
—¿El personaje de Amalia es una utopía?
—No lo creo. En las tres temporadas he encontrado muchas personas que me dicen: "Yo tuve mi Amalia; Amalia existe", y me cuentan la historia de sus maestras con nombre y apellidos. Amalia es una pedagoga que se interesa por lo que pasa con sus alumnos. Eso es lo que queremos lograr en Cuba: maestros que, además de instruir, eduquen. (Tomado del diario Juventud Rebelde)