En La Habana, Bola de Nieve “con su sonrisa y su canción”

El 2 de octubre de 1971, falleció a los 60 años de edad el pianista, cantante y compositor Ignacio Villa Fernández (Bola de Nieve), uno de los hijos más distinguidos de Guanabacoa, La Habana.

Con su estilo muy personal y genialidad sin par, comenzó su carrera artística junto a Rita Montaner, quien lo bautizó con un nombre que quedaría para siempre: Bola de Nieve.

Tras una exitosa etapa inicial de trabajo en México, a instancias del maestro Ernesto Lecuona, Bola de Nieve regresó a la patria.

Su magia conquistó los más diversos escenarios de América, Europa y Asia, donde caló en el alma de tan variado público.

A propósito de esta efeméride, Radio Ciudad de La Habana reproduce el siguiente artículo, publicado en Cubarte, el portal digital de la Cultura Cubana:

NICOLÁS GUILLÉN: "BOLA CON SU SONRISA Y SU CANCIÓN"

“Veamos pues a Bola como siempre. Bola con su piano, Bola con su frac. Bola con su sonrisa y su canción”; así expresó el Poeta Nacional Nicolás Guillén, entonces presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, ante la tumba del cementerio de su natal Guanabacoa donde reposan los restos de Ignacio Jacinto Villa y Fernández, uno de los músicos más geniales de todos los tiempos, trascendido al mundo como Bola de Nieve, quien había fallecido días antes, el 2 de octubre de 1971, en México.

Considerado como una de las figuras más emblemáticas de la música iberoamericana del siglo XX, el extraordinario pianista, cantante y compositor, nació el 11 de septiembre de 1911, en el seno de una humilde familia conformada por la madre, Inés Fernández, ama de casa; el padre, Domingo Villa, cocinero de una fonda; y doce hermanos, quienes a pesar de la pobreza en que vivían se destacaban por su alborozada participación en los ambientes festivos de aquella localidad, cuya cultura e idiosincrasia —permeadas por la herencia afrocubana— marcaron la personalidad alegre, bohemia y creadora del artista.

“La música y yo somos uno. Es lo único que me gusta. El único gran placer que experimento es hacer o sentir música. En mi vida me he detenido a pensar en otra cosa. Cuando la gente no habla de música, ¿de qué habla?”; había dicho el genial artista en una entrevista que le realizó el colega Ciro Bianchi en su apartamento de la Avenida 26, frente al Parque Zoológico, poco menos de un año antes de morir, en diciembre de 1970, ocasión en que igualmente enfatizó “Yo no tengo aparatos ni discos, ni tocadiscos, ni televisor, ni reloj, ni almanaque, ni pijama, pero tengo un piano que es todo para mí, donde estudio de tres a cuatro horas diarias y me da mucho gusto”.

Bola de Nieve poseía un estilo muy personal. Su técnica vocal no era depurada, como tampoco era un hermoso galán. “Cuando actúo —decía؅؅— siento de todo: un torrente de sensaciones, desde lo erótico a lo ingenuo, desde el entusiasmo a la desesperación. Siempre soy un niño; pero soy más niño cuando actúo. Yo soy un hombre que siempre está alegre”.

De baja estatura, siempre estuvo pasadito de peso, con pronunciados labios, más negro que el ébano y evidentemente homosexual, en tiempos de extremas manifestaciones de racismo y homofobia; Bola  lograba inmediata comunicación con los grandes auditorios en cualquier latitud del mundo que aclamaban su presencia y ovacionaban sus actuaciones, suerte en la que se apoyó en su voz inconfundible y en la alegre y singular manera en que disfrutaba sus interpretaciones; amén de su vasta cultura y de dominar, de forma bastante fluida, los idiomas inglés, francés, italiano y portugués.

"Yo soy la canción que canto"

Luego de conquistar la fama internacional, y ser aplaudido en los principales escenarios de numerosos países de las Américas, Europa y Asia, con la modestia y sencillez que le acompañaron siempre, decía: “Cuando interpreto una canción ajena no la siento así. La hago mía. Yo soy la canción que canto; sea cual fuere su compositor. Por eso, cuando no siento profundamente una canción, prefiero no cantarla. Si yo canto una canción porque está de moda, pero no la siento, entonces no la puedo trasmitir, no le puedo dar nada a quien me escucha. Yo entiendo por arte dar las cosas como uno las siente, poniendo al servicio del autor la propia personalidad, y establecer esa corriente que hace que el público ría o llore, o guarde silencio”.

La mayor influencia recibida en su formación vino de la célebre pianista, compositora y cantante cubana María Cervantes, de quien tomó los elementos rítmicos y la singular forma de acompañarse al piano. Muchos críticos y especialistas llegaron a  compararlo  con Maurice Chevalier, famoso intérprete francés de películas musicales de los años 1920 y 1930 y una figura emblemática de la cultura francesa del siglo XX, y con el afroamericano Nathaniel Adams Coles, más conocido como Nat King Cole, renombrado cantante y pianista estadounidense de jazz, líder de grupos del swing ​ y uno de los mejores cantantes de toda la historia del jazz.

La clave de su éxito estaba en el estudio

Bola de Nieve fue un extraordinario comunicador. Sobre los escenarios deleitaba con historias que parecían improvisadas o dichas por un cuentero popular. En esas narraciones se refería a diferentes personajes que, como un excelente actor, montaba en el guion de sus espectáculos a través de rigurosos ensayos. La improvisación para él no existía. La clave de su éxito estaba en el estudio, en el fogueo cotidiano.

Su encuentro con el mundo de la música se produjo a los ocho años de edad, cuando comenzó a estudiar solfeo y teoría musical en el conservatorio Mateu; aunque su mayor deseo era hacerse doctor en Pedagogía y en Filosofía y Letras, pero cuando se matriculó en 1927 en la Academia Normal para Maestros, la crisis derivada del mal gobierno del  dictador Gerardo Machado le obligaron a dedicarse a la música para tratar de sobrevivir.  Luego trabajó como pianista acompañante de filmes silentes en el cine Carral de Guanabacoa; ocasión en que demostró sus excepcionales dotes en la ejecución de este instrumento y le abrió las puertas para asumirlo en la Orquesta de Gilberto Valdés que se presentaba en el cabaret La Verbena. Trabajó con la soprano Zoila Gálvez, y acompañó por vez primera a Rita Montaner en el Roof del Hotel Sevilla, donde esta cantó El manisero, de Moisés Simons, y Canto siboney, de Ernesto Lecuona. Allí surgió lo que con el tiempo devendría gran amistad.

Bola de Nieve junto a Rita Montaner

A mediados de enero de 1933 vino su primera gira junto con la Montaner  a Yucatán, México, donde actuaron en un espectáculo de variedades. Allí se dio a conocer como Bola de Nieve. Sin embargo, no ha quedado claro en qué momento el artista adquirió ese mote. Algunos aseguran que la ideó la Montaner durante un espectáculo en el habanero Hotel Sevilla alrededor del año 1930. Otros alegan que quien se la puso fue un médico del barrio, Carlos Guerrero. Cualesquiera de las dos versiones no contradice la probada afirmación de que su gran amiga y cantante fue quien popularizó el apodo y fue ella quien hizo que por vez primera apareciera en un cartel de anuncio de un espectáculo de ambos en México. Cuentan que al cantante, no le agradaba mucho ese seudónimo.

Bola de Nieve hizo sus primeras presentaciones en México como solista, con simpáticos temas como Bito Manué, Tú no sabe inglé, música de Emilio Grenet y letra de Nicolás Guillén; después fue contratado por la radioemisora XW para mantener un programa de una hora diaria. También con la Montaner visitó Estados Unidos y tras su regreso a  Cuba, en 1935, fue contratado para trabajar en la Compañía de Ernesto Lecuona, con la que se presentó en Argentina, Chile y Perú; y en 1947  fue contratado por la Compañía de Conchita Piquer, con la que participó en una revista de variedades en varias ciudades españolas. Al año siguiente volvió, junto con la compañía de Lecuona al viejo continente y Estados Unidos.

En 1950 mantuvo en CMQ radio el programa Gran Show de Bola de Nieve, en el que además dirigía la orquesta, y entre 1951 y 1958 efectuó varias giras por Francia, amén de visitar Dinamarca e Italia. Su fama ya era internacional; sin embargo, tal vez por su condición de negro, hasta el año 1960 ninguna disquera cubana se preocupó en hacerle un disco. Lo hizo la firma Sonotone. Entonces el gran artista dijo: “Es la primera vez que una compañía cubana solicita que yo grabe para ella”.

En representación de la cultura insular, y de su música, ahora redimensionada a través de una nueva política promovida por la naciente Revolución Cubana, a partir de 1961, Bola realizó numerosas giras por Checoslovaquia, Unión Soviética y República Popular China, en tanto cumplía importantes contratos de trabajo en México.

Algunas de las más connotadas personalidades del arte y la cultura hispanoamericanas elogiaron la altísima y singular presencia de Bola en infinidad de escenarios de todo el mundo. Nicolás Guillén también dijo de él: “Desde 1930 su nombre fue una enseña victoriosa y en la riquísima década nacional que culmina aquel año, lo cual nos ofrece nombres de resplandor alto y fijo, anunciadores del despertar o del nacimiento de una conciencia cubana, Bola de Nieve junto a Rita Montaner (no porque le acompañara al piano sino porque estaba acompañándolo en la historia), es ya una figura popular, tomando esta palabra en su sentido más decoroso, más sobrio y digno”.

Una gracia sin medida

Por su parte, el prestigioso director de orquesta, compositor, pianista y profesor Harold Gramatges, uno de los más importantes representantes de la creación musical cubana del siglo XX, dijo: “Su auténtica musicalidad, su amplia cultura y una gracia sin medida hacen de él un personaje singular dentro del arte que cultiva… Por eso es universal nuestro cubanísimo Bola”; en tanto el gran poeta chileno expresó: “Bola de Nieve se casó con la música y vive con ella en esa intimidad de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los teclados del cielo. ¡Viva su alegría terrestre! ¡Salud a su corazón sonoro!”.

 

Asimismo, el eminente escritor Alejo Carpentier,  uno de los artífices de la renovación de la narrativa latinoamericana, aseveró que “Bola de Nieve nos pone a todos de acuerdo, evidentemente. Pero ha tenido, por encima de eso, el talento necesario para ponerse de acuerdo con todos los pueblos del mundo; mientras que el guitarrista clásico español, Andrés Segovia,  padre del movimiento moderno de la guitarra clásica, sentenció que “escuchar a Bola es asistir al nacimiento conjunto de la palabra y la música. A Bola de Nieve, más que impresionar, le interesó expresar, tocar la sensibilidad del que escucha, y en eso, quizás, se encierra el misterio de su arte, su magisterio artístico”.

Aún en nuestros días su presencia es cada vez más fuerte

A medio siglo de su partida y en el año 110 de su nacimiento, varios destacados músicos, de diferentes generaciones, se unieron para grabar un disco en homenaje a esta gran figura del pentagrama insular. La producción de este CD, grabado en los estudios Abdala y perteneciente al sello de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem) estuvo a cargo del experimentado Michel Herrera, y entre las figuras que participan se encuentran Polito Ibañez, Luna Manzanares, El Noro, Paulo Fg y Beatriz Márquez, acompañados por connotados instrumentistas como Cucurucho Valdés, Aldo López Gavilán, Ruly Herrera, Roberto Fonseca.

En declaraciones a la prensa, Herrera dijo que durante la preparación y selección de los temas, para recrear la obra de Bola de Nieves, descubrió el cronista que era, un artista en cuanto a espectro sonoro en cuanto a espectáculo. 

Este fonograma en evocación de Bola está igualmente pensado en recordación del aniversario 35 de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), entidad que convoca a una beca con el nombre de Ignacio Jacinto Villa, dirigida a los jóvenes músicos cubanos.

En su diálogo con Ciro Bianchi el inmortal maestro dijo: “Siempre he dicho que yo no canto, sino que expreso lo que las canciones, pregones o poemas musicalizados tienen dentro. Cultivo la expresión más que la impresión. No me interesa impresionar. Lo que me interesa es tocar la sensibilidad del que escucha. Por eso creo que mi forma de trabajo puede gustar a un cuarenta del cien”.

Pero Bola de Nieve nunca pudo saber que esa cifra quedó muy por debajo al superar sus cálculos. Aún en nuestros días su presencia es cada vez más fuerte y las nuevas generaciones no solo disfrutan de sus interpretaciones, sino también se nutren de su valioso legado. (Redacción digital)

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