Los primeros médicos de La Habana

Los primeros médicos de La Habana

Diciembre es siempre un mes especial para recordar a los médicos.

En esta ocasión, quiero rendir homenaje al primer galeno que tuvo La Habana y a la primera mujer graduada de Medicina en Cuba, hijos ambos de la ciudad de las columnas, como la bautizó para siempre el escritor Alejo Carpentier.

Con respecto a Diego Vázquez de Hinestrosa (La Habana, 26 de noviembre de 1626-¿-?), escribe el doctor Gregorio Delgado en una breve biografía publicada en el sitio Medimay, de Mayabeque, lo siguiente:

Primer cubano graduado de médico. Nació en la ciudad de La Habana el 26 de noviembre de 1626, hijo del Capitán Diego Vázquez de Hinestrosa e Inés de Artes. Recibió la enseñanza elemental en su ciudad natal. Se graduó de Bachiller en Filosofía en la Universidad de San Hipólito de México (1648) en el Virreinado de la Nueva España. En esta misma Universidad obtuvo el título de Bachiller en Medicina (1651). Realizó los dos años de práctica en la propia capital azteca, el primero con el doctor Juan de Torres y Moreno y el segundo con el doctor Pedro de los Arcos y Monroy. Ante el Real Tribunal del Protomedicato de México obtuvo el título de Médico (1653) con el que podía ejercer legalmente la profesión. El 16 de abril de 1655 presenta su título ante el Cabildo de La Habana y en esta ciudad va a desarrollar su actividad profesional hasta 1658, en que regresa a México para optar por los grados mayores, y ese mismo año se recibe de Licenciado en Medicina (14 de febrero) y de Doctor en Medicina (24 de febrero). Ejerce nuevamente en La Habana (1658-1665) y vuelve a México llevado por su vocación por la enseñanza. En su alma mater mexicana realiza cinco ejercicios de oposiciones a cátedras sin alcanzar su propósito: dos a la de Temporal de Filosofía y una a las de Propiedad de Retórica, Vísperas de Medicina (Patología) y Prima de Medicina (Fisiología). Por fin logra obtener, el 12 de agosto de 1670, la de Temporal de Vísperas en sustitución de su maestro el doctor Juan de Torres y Moreno. A partir de 1674 no vuelve a aparecer en la Crónica de la Universidad, por terminar su cuatrienio profesoral y no volver a ganar la cátedra. Su obra científica conocida comprende sus tesis de Bachiller en Medicina. “Temperamentum nihil aliud est”. Apud Viduam Bernardi Calderón, México, 1651; Licenciado en Medicina. “En Secundo Aphorismorum 52”. Apud Viduam Bernardi Calderón, México, 1658 y Doctor en Medicina. “Per circumcifionem corpus”. Apud Viduam Bernardi Calderón, México, 1658. En su título de Médico del Real Tribunal del Protomedicato consta: “que es un hombre delgado de buena estatura y rostro de color trigueño”. La última mención documental que se tiene de él es que en 18 de octubre de 1689 asistió a la inauguración del Curso de Estudios de la Universidad de San Hipólito de México. Se desconocen la fecha y lugar de su fallecimiento.

Por otra parte, Laura Martínez de Carvajal (La Habana, 1869-La Habana, 24 de enero de 1941) fue la primera cubana que se graduó de Medicina en el país antillano. También ejerció como oftalmóloga.

Hija de españoles radicados en La Habana en el siglo XIX, tuvo que romper, durante sus estudios, la barrera de los prejuicios sociales de su tiempo, que se interponían a su presencia en las aulas, por ser mujer.

Terminó el bachillerato con solo 14 años de edad y matriculó las carreras de Ciencias Físico-Matemáticas y de Medicina. La última la terminó con notas sobresalientes, el 15 de julio de 1889.

Tras graduarse, trabajó con su esposo, el también médico y oftalmólogo Enrique López Veitía.

Tuvo amplios conocimientos de botánica, música, artes plásticas y literatura.

Gran amante de los animales, fue miembro del Bando de Piedad, fundado y dirigido por Jeanette Ryder.

Murió de tuberculosis.

Lo que más llama la atención de esta habanera valerosa no es solo su inteligencia, sino también que sus padres españoles la respaldaran en una decisión que era, para la época, una ruptura de la trama social en toda regla.

No es difícil imaginar el clima de burla y rechazo al que tuvo que enfrentarse a su llegada a la facultad antes de ganar el respeto de sus condiscípulos. (Gina Picart Baluja)

Publicar un comentario

Gracias por participar

Artículo Anterior Artículo Siguiente