San Antonio Chiquito, el camino más antiguo de La Habana

San Antonio Chiquito, el camino más antiguo de La Habana

Quienes nos ocupamos de La Habana, ya sea por razones de trabajo o porque la amamos demasiado o las dos cosas, tropezamos una y otra vez en nuestros estudios e investigaciones con un nombre: San Antonio Chiquito.

Fue un antiguo camino, cuyo trazado resulta intrigante por el hecho de que historiadores, cronistas, arquitectos, urbanistas, escritores y periodistas no acaban de ponerse de acuerdo sobre su verdadero emplazamiento y trayectoria, lo que no sería demasiado grave porque suele ocurrir cuando los siglos pasan y el polvo sepulta la memoria histórica.

En el caso de este camino evasivo, la importancia que tuvo en una época ya muy remota de nuestra villa lo convierte en foco especial de la atención del investigador, ya que, hasta la construcción de la célebre Calzada de Jesús del Monte, no hubo otra forma para salir de la villa de San Cristóbal que transitando por él.

Dondequiera que miro aparece, e incluso mientras investigaba para uno de mis últimos trabajos, dedicado a los jardines El Fénix, de repente encuentro que su dueño escogió el emplazamiento para el que muy pronto se convirtió en próspero negocio porque era un punto estratégico en el camino de San Antonio Chiquito.

Este camino que hoy nos ocupa, fue el primero que tuvo La Habana o, al menos, se le reconoce así por autoridades de varias disciplinas.

Tomó su nombre de un ingenio propiedad del regidor Blas de Pedroso, ubicado al oeste de la villa, concretamente en la zona que hoy corresponde a la Plaza de La Revolución, donde había también una especie de pequeño pueblo o reparto homónimo formado por un caserío de unas 100 viviendas diseminadas en las laderas del Castillo del Príncipe.

A ese ingenio conducía el camino o de él salía, según la perspectiva de quien lo transitara. Su ruta comenzaba en las Murallas de La Habana, atravesaba el Campo de Marte (hoy zona del Parque de la Fraternidad), bordeaba la Zanja Real, enlazaba con lo que sería Carlos III y terminaba en ese ingenio. Y eso casi puede afirmarse, sin temor a polémicas ni contradicciones, porque hay consenso, y el consenso entre especialistas equivale a una especie de Pax romana. Cualquier error les corresponde a ellos.

Pero es el caso que en la misma época hubo poco después otros caminos, me refiero concretamente a dos: el de La Chorrera (probablemente anterior) y el de La Sierra; y ahí es donde la madeja se enreda.

En planos antiguos de San Cristóbal, puede apreciarse que San Antonio “llevaba a la necrópolis de Colón y al puente De la Madama”[1]. No creo que muchos habaneros hayan oído hablar de ese puente, que no era otra cosa que un “pontezuelo de madera sobre pontones en el fondo del tajo que allí hace el río Almendares”. El otro nombre le venía de encontrarse en sus cercanías una casa de placer, un prostíbulo regentado, al parecer, por una matrona francesa, aunque es tradición en Iberoamérica llamar Madama (del francés madame, señora) a las dueñas de esa clase de sitios porque, aunque las primeras prostitutas europeas llegadas al Nuevo Mundo, o al menos a su mitad inferior, fueron españolas, las francesas no tardaron en invadir ellas también las tierras “descubiertas”, y se impusieron de inmediato en el oficio por su arte de amar, famoso por su liberalismo y desinhibición, amén de por otros detalles bastante escabrosos, algo que las españolas rechazaban con escándalo por muy prostitutas y degradadas que fueran. Así que la Madama del puente pudo ser francesa o no, pero ¿a quién le importa? Todo lo que necesitamos saber es que aquel Paso se encontraba en lo que es hoy Nuevo Vedado.

Hecha esta necesaria aclaración, continuemos intentando imaginar el camino de San Antonio Chiquito.

En el mismo plano de la antigua villa, también aparece el camino de La Chorrera, así que no es posible que fueran el mismo, como en ocasiones se ha sostenido, porque las autoridades que gobernaban San Cristóbal no querían ninguna vía que comunicara fácilmente al Monte Vedado con la ciudad, para que no pudiera ser utilizada por piratas saqueadores y otros elementos indeseables que solían rondar las cercanías de la villa con aviesas intenciones.

Pero los aislados (e ilegales) asentamientos costeros de indios y pescadores, más allá de El Vedado, tenían una población más nutrida de lo que pudiéramos imaginar y que practicaba diversos oficios, como el contrabando y, en algunos casos, negociaba directamente con el Cabildo como, por ejemplo, en la venta de madera para los Astilleros Reales, la venta de leña y el acarreo de ganado y productos agrícolas provenientes de las fincas de las afueras y abastecían los mercados de la villa.

Es de suponer que algunos de estos marginales —entre los que había cimarrones y también delincuentes buscados por la justicia, convictos fugados e indios que hubieran debido estar congregados en Guanabacoa por orden de las autoridades coloniales— no se sentirían entusiasmados de visitar San Cristóbal, andando tranquilamente por el camino de San Antonio Chiquito, pero se sabe que, entre el poblado de La Chorrera y más o menos la Caleta de San Lázaro, había una especie de terraplén, un pedregal arenoso bañado por el mar, y por allí sí era más seguro para quienes no querían hacerse ver por las autoridades que custodiaban San Cristóbal.

Si ese era el camino llamado de La Chorrera, entonces el de San Antonio debió estar “más al sur y por la falda posterior de la loma”, deduce Artiles. Pero hay un problema: La Chorrera, según algunos especialistas, era en realidad la zona de Puentes Grandes, considerada distrito, algo que a mí, al menos, me sume en una gran confusión porque no le veo sentido, ya que, hasta donde sé, Puentes Grandes no tiene nada que ver con la costa norte, aunque sí con el curso del Almendares. En Puentes Grandes se encontraba la casa familiar de los Borrero, y Julián del Casal refiere haber visto a Juana Borrero con su caballete y sus pinceles pintando plácidamente a la orilla del río.

Artiles, sin embargo, en el trabajo antes mencionado, ofrece una posible explicación para el intríngulis:

Anteriormente, al hablar de los motivos que hubo para el traslado del nombre de la Chorrera, de Puentes Grandes a la desembocadura del río [Almendares], se explicó cómo el viejo camino de la Playa se trazó por esta época algo tierra adentro, siguiendo tal vez la dirección de la calle Calzada actual en el Vedado, como vía de comunicación más cómoda y directa con el torreón que se levantó en la boca del Almendares hasta pasar el río por el puente de hierro de hoy. El desarrollo del barrio del Carmelo y del de Medina así como la construcción de la “línea” del tranvía a Marianao (es significativo que la vieja línea, la de “zanja”, corría por las inmediaciones del antiguo camino de la Chorrera), facilitó poco más que en nuestros días la apertura e importancia de la calle de Línea en el Vedado que cruza el río por el puente de hierro de las vías del tranvía. Una desviación del camino de la Chorrera viejo, poco más allá de la ermita de San Luis Gonzaga, en el comienzo de la loma del Príncipe, subiendo hacia lo que fué ermita de San Antonio Chiquito, sería el comienzo del camino de este nombre, que siguió aproximadamente la dirección de la actual calzada de Ciénega y Zapata y, pasando por las tapias de la finca que fue más tarde Cementerio de Colón, se precipitaba cuesta abajo en difícil y empolvada cuesta hasta el río Almendares, que cruzaba por el puente de madera llamado de la Madama, antecesor del espléndido puente actual de la calle 23.

Luego —siempre según el citado investigador— el desarrollo de la parte alta de El Vedado (repartos Carmelo y Medina), donde construyeron sus mansiones representantes de la alta burguesía y la aristocracia habaneras, y más tarde la alta oficialidad mambisa, tuvo entre sus muchas consecuencias el tránsito de coches y de recién estrenados automóviles, y así se puso de moda “otro camino que se había ido abriendo por entre manglares y bosque un poco más abajo del camino de San Antonio y que enlazaba la antigua Pirotecnia (loma de la Universidad de hoy) con el Puente de la Madama: la calle 23”[2]. Tantas ventajas ofrecía ese nuevo camino ancho y bastante transitable, que llegó a conectar a La Habana con Marianao y Pinar del Río.

Otro dato interesante es que, por el camino de San Antonio Chiquito, siglos después, Juan de Pedro Baró, el rico hacendado matancero, llevaba a su entonces todavía amante, la bella dama Catalina Lasa del Río, a pasear por la campiña y celebrar algún discreto y solitario picnic para solaz de sus amores perseguidos por la puritana sociedad de las primeras décadas de la república.

Y aquí surge otro punto en el que hay discrepancia entre especialistas: San Antonio Chiquito no parece haber llevado al puente de La Madama, o al menos no directamente, sino por uno de los tramos que nacían de su ruta, conocido como camino de La Sierra. Este tramo desembocaba en el antes mencionado puente o Paso de La Madama, ubicado a la altura de la actual calle 37 de Nuevo Vedado. Pero… ¿en qué punto exacto del camino de San Antonio Chiquito nacía el tramo de La Sierra? Lo que al parecer se sabe de cierto es que este tramo

salía de la ciudad por el camino de San Antonio […] Tomaba la trayectoria actual de las calles Reina y Carlos III, doblaba aproximadamente por lo que hoy es Zapata, pasaba por el ingenio San Antonio Chiquito, bordeaba el cementerio de Colón por el este y seguía […] hasta el río, que era atravesado por el Paso de la Madama.

¿No es esta descripción casi la misma de la trayectoria del camino de San Antonio…?

Otro dato interesante es que, en 1735, el camino sufrió reformas que redundaron en su mejoramiento: se le dio rectitud a su trazado irregular, y la Orden Jesuita, propietaria de estancias en San Antonio Chiquito, le financió la colocación de aceras de piedra. En 1751, fue construida una pequeña ermita dedicada a San Luis de Gonzaga, un joven santo jesuita. Este pequeño templo quedaba en las cercanías de lo que es hoy la esquina de la gran arteria de Belascoaín, y fue demolido en 1835 por el gobernador Miguel Tacón, quien la consideró un obstáculo para la construcción de su Paseo Militar o de Tacón. Se cree que la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús fue erigida en el mismo sitio que ocupó la primitiva ermita. En 1844 “se hermoseó la calle, construyéndose las actuales anchas banquetas y sembrándose el arboledo”[3]. Fue entonces cuando el viejo camino de San Antonio Chiquito se convirtió en la flamante Calzada de La Reina, hoy simplemente Reina para los habaneros y para todos los cubanos. (Gina Picart Baluja)



[1] “El camino de La Chorrera”, La Habana de Velázquez, de Jenaro Artiles.

[2] Dato curioso: este NO era el camino que conducía desde el corazón de la villa hacia los célebres baños costeros (Calle E), donde siglos después una pequeña y luego gran escritora cubana, la entonces centrohabanera Dulce María Loynaz, sería llevada con sus hermanitos a “tomar las aguas”, como se le llamaba entonces a darse un chapuzón y asolearse después en la arena.

[3] Tomado de La calle Reina, de Alfredo Prieto.

Publicar un comentario

Gracias por participar

Artículo Anterior Artículo Siguiente