El 23 de enero de 1869, hace 155 años, José Martí con apenas 16 años y enardecido por el inicio de la primera de nuestras guerras de independencia, publicó el poema épico-dramático Abdala, un símil de sus ideales y prefiguración de lo que sería su vida inmolada por la independencia de la Patria.
En ese entonces era un brillante estudiante del
Colegio de San Pablo y fundó los periódicos revolucionarios El Diablo Cojuelo y
La Patria Libre, en el cual publicó Abdala durante los pocos meses que duró la
efímera Ley de Imprenta aprobada por el Capitán General Domingo Dulce, de
ciertas ideas liberales.
Sin embargo, la iniciativa de Dulce dirigida a
calmar los ánimos independentistas, no le sirvió de mucho por la presión de los
círculos más reaccionarios del colonialismo en la Isla, que le impusieron la
derogación de dicha legislación y posteriormente conllevaron a su propia
renuncia, señala un artículo publicado por la Agencia Cubana de Noticias.
El poema Abdala se desarrolla en el antiguo
territorio africano de Nubia, en la región de Túnez, donde el joven guerrero de
igual nombre lucha al frente de su pueblo contra la invasión árabe, y fallece
feliz al cumplir con su ideal cuando derrota a los invasores.
Aunque el autor utiliza una alegoría histórica
basada en una tierra muy lejana, no oculta su verdadera intención de traer la
ficción a la realidad de la causa de la guerra de independencia de su país, que
había iniciado Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 en Demajagua.
En uno de sus versos Martí pone en voz de Abdala
un claro concepto de Patria: "El amor madre a la patria, no es el amor
ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas, es el odio
invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca".
La obra desarrolla la dolorosa disyuntiva para
Abdala entre el amor materno que quiere preservarlo del sacrificio y el deber
ante la Patria, dolor que causa la disyuntiva entre el reclamo de la
progenitora y el deber con su pueblo.
El joven cubano viviría esos sentimientos muy
pronto cuando preparaba la edición de su poema en la casa de su mentor, el
patriota Rafael María de Mendive, en la noche del 22 de enero de 1869, y los
voluntarios masacraron al público en el Teatro Villanueva por clamar consignas
independentistas y extendieron sus desmanes a toda la ciudad.
Esa noche su madre, Leonor Pérez, bajo el fuego
salió a buscarlo y protegerlo del peligro al que sus ideas lo exponían, otro
noble gesto maternal sin que el hijo renunciara a su deber.
En octubre de ese mismo año Martí cayó preso al
ser descubierta, en un registro en el domicilio de un compañero, una carta que
le escribió a un condiscípulo acusándolo de apostasía por ingresar en el cuerpo
de voluntarios, y en consecuencia resultó condenado a seis años de trabajos
forzados en las Canteras de San Lázaro.
Entonces, no solamente la madre se volcaría con
todas sus fuerzas a lograr su libertad, también su padre Mariano, quien
escenificaría una tierna anécdota cuando al visitarlo y ponerle una almohadilla
en su pie ulcerado por los grilletes de hierro, echó a llorar abrazado a él.
Comenzaría para el Héroe Nacional, después de una
corta vida familiar de la que nacería su hijo, un peregrinar por América Latina
y Estados Unidos, que culminaría en la organización de la Guerra Necesaria,
como él nombró la gesta iniciada el 24 de febrero de 1895 y en la que
ofrendaría su vida como su Abdala, a quien imaginó en su adolescencia y que él
mismo superó en la realidad. (Redacción digital)