La dirección de la Revolución en Cuba está consciente de que los problemas del país deben resolverlos los propios cubanos, pese a cualquier valladar, el mayor de los cuales es el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos.
Y ello ha sido una
convicción, desde siempre, del liderazgo del proceso socioeconómico y político más
revolucionario del hemisferio occidental.
A los errores propios, la ineficiencia, la corrupción, las indiscliplinas, las ilegalidades y otras
flaquezas hay que anteponer, ante todo, una inconmovible postura defensora de
la independencia y la soberanía de la patria, pues, una revolución que renuncia
a sus principios equivale a un edificio al que arrasan sus pilares.
No menos importante es el ataque frontal a la burocracia y al delito en todas sus vertientes y manifestaciones.
Tan clave como eso es mantener la unidad en torno a la dirección del proyecto que este pueblo se dio a sí mismo desde el 1º de enero de 1959.
Pero si hay algo que resulta tan determinante como la unidad, es el avance de la economía, sin el cual
se comprometen las realizaciones materiales y espirituales de la Revolución.
Una vez aclarados estos aspectos esenciales, compartimos con
los internautas un artículo que publicó esta semana el diario Granma (órgano
oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba), acerca de la arreciada
guerra financiera que Estados Unidos aplica al país, como parte del bloqueo que
le impone desde hace más de 60 años, cerco que constituye el mayor obstáculo al
desarrollo de la nación caribeña y la principal violación de los derechos
humanos de quienes la habitan.
Sobre la guerra
financiera que se nos hace se titula el trabajo periodístico en cuestión, de
la autoría del economista cubano Antonio Rodríguez Salvador (Sancti Spíritus,
1960).
El también poeta, narrador, dramaturgo y ensayista, a quien se le considera una de las voces más
sobresalientes de la actual narrativa latinoamericana, se refiere a que la primera
fase de la guerra económica contra Cuba persigue destruir la Revolución.
Especifica que, en consecuencia con ello, se busca limitar
al máximo posible la entrada de divisas al país antillano. La segunda incluye
la utilización de plataformas como El Toque, para estimular la inflación
interna.
Por su importancia, Radio Ciudad de La Habana reproduce el
texto íntegro del artículo:
SOBRE LA GUERRA FINANCIERA QUE SE NOS HACE
La semana pasada leía yo en
Granma la noticia sobre la filtración de una estrategia de inteligencia de
Estados Unidos contra Cuba, con el objetivo de distorsionar nuestras finanzas.
La primera fase de esa guerra
económica, que persigue destruir la Revolución, ha consistido en limitar al
máximo la entrada de divisas al país. La segunda, incluye la utilización de
plataformas como El Toque, para estimular la inflación.
Argumenta la nota que
procedimientos similares fueron llevados a cabo por ese país en Nicaragua,
Zimbabue, Argentina (Dólar Blue vía Telegram) y Venezuela (Dólar Today vía web)
Afirma que "el denominador común
de las tentativas es el empleo de redes sociales digitales como Facebook,
WhatsApp y Telegram, en las que individuos anónimos y desconocidos ponen precio
a la moneda libremente convertible, en un círculo cerrado, al cual resulta muy
difícil acceder".
En fin, es algo que ahora se
confirma; pero que en lo particular no me sorprende. Hace año y medio, en
septiembre de 2022, escribí un artículo en el que argumentaba sobre el
retorcido método utilizado por El Toque para "calcular" sus tasas de cambio.
Según ese medio, financiado por
el Gobierno estadounidense, para el cálculo de las tasas se toman datos
"confiables" procedentes del mercado informal, y luego se emplea la mediana de
compra y venta en divisas en grupos de redes sociales y sitios de clasificados.
Yo formulaba entonces un par de
preguntas: ¿Quiénes son esas personas que administran grupos de venta informal,
y que les generan tanta confianza a los de El Toque? ¿Hay familiaridad o pacto
comercial oculto entre ellos?
En cuanto al empleo de la mediana
como método de cálculo, también lanzaba una pregunta: ¿Cómo podemos llegar al
valor central de ofertas ordenadas por magnitud, si en ese cálculo solo se
toman precios "indicativos", sin tener en cuenta los volúmenes reales de ventas
que con estos se generan?
Es algo que no resiste un
análisis de mediana seriedad. Ni son confiables esos datos –que, por demás,
pueden ser manipulados con el empleo de falsos perfiles– ni pueden usar la
técnica de la que dicen valerse, al menos con un mínimo de rigor científico.
Por supuesto, en nuestro país
tenemos una alta inflación motivada por el exceso de circulante sin adecuado
respaldo de ofertas.
Sin embargo, hay un amplio
segmento de esas tasas, cuyo incremento no parece responder a este factor.
En septiembre de 2022, el dólar
se cotizaba a 150 cup, mientras el salario medio se hallaba próximo a los 4 000
cup. Hoy el salario medio ha crecido apenas un 15 por ciento respecto a esa fecha, pero
las tasas de cambio lo han hecho en un 213 por ciento.
Sé que en el balance inciden
otras variables, pero en nuestro país es el salario la principal fuente de
liquidez monetaria.
En mi página de Facebook,
publiqué los datos anteriores, y esto generó un debate. Ciertas voces apuntaban
que se había emitido dinero para cubrir el déficit fiscal, y sugería disminuir
el volumen del Presupuesto nacional.
Semejante opinión, amén de
invertir el asunto, induce a arribar a conclusiones muy peligrosas. En términos
nominales, hoy los presupuestos están cada vez más ajustados, mientras en
términos reales la situación es peliaguda, pues ya no permiten operar de forma
adecuada.
En cuanto al déficit fiscal, en
anteriores artículos hemos señalado distorsiones en la política tributaria.
El aumento de las tasas de cambio
informales ha servido de “justificación” para aumentar precios minoristas en
productos y servicios, y esto deriva en que hoy un hospital deba invertir mucho
más para garantizar la alimentación de pacientes, dar mantenimiento a los
equipos de climatización o pintar salas, por poner elementales ejemplos.
Qué vamos a hacer con los museos,
galerías de arte, teatros, cines y demás instituciones patrimoniales y de la
cultura, si la espiral inflacionaria ya apenas permite darles un mínimo de
mantenimiento. ¿Renunciamos a la cultura como derecho del pueblo? ¿Privatizamos
la Salud y la Educación?
Obviamente, no es por lo que
apostamos la gran mayoría de los votantes en el Referendo Constitucional de
2019. Si es una guerra que se nos hace, habrá que accionar acorde con ese
escenario.
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RSL