Larga serpiente dormida a la orilla de La Habana (+ fotos)

Larga serpiente dormida a la orilla de La Habana


¿Conoce la historia de esta larga avenida que discurre, junto al litoral de La Habana? Pues lea con atención porque vamos a contársela.

Los anales del Malecón habanero se remontan a mediados del siglo XIX, cuando comenzó la expansión de la villa de San Cristóbal de La Habana más allá de su recinto amurallado.

En esa época, el tramo de costa comprendido desde la entrada de la bahía y el torreón de San Lázaro no era más que una ribera inhóspita llena de rocas y matorrales, bañada por las cristalinas aguas del golfo de México.

De día iban allí algunas familias a disfrutar del sol y tomar baños de mar, y por la noche era escenario de furtivas citas amorosas.

Larga serpiente dormida a la orilla de La Habana

Desde donde está hoy el parque Maceo hasta la desembocadura del río Almendares, el litoral era una estrecha franja de agudas rocas, conocidas como “diente de perro”, que comulgaba con una impenetrable maleza, considerada una barrera infranqueable, por lo que dieron en llamarle el monte vedado.

En 1859 comenzó a circular el ferrocarril a lo largo de las que son hoy las calles San Lázaro y Línea, hasta la boca del curso de agua que los aborígenes llamaban Casiguaguas. Esto propició la aparición de algunos asentamientos poblacionales, como los barrios de El Carmelo y El Vedado.

Por esa época, se pensó en mejorar el agreste litoral, y se le encargó la tarea al ilustre ingeniero don Francisco de Albear, aquel que diseñó el acueducto que hoy todavía brinda servicio a una parte de La Habana.

Para el Malecón, Albear concibió una formulación compleja y acertada de lo que debía construirse, a cuatro metros sobre el nivel del mar, separado de la orilla, y en su parte inferior una larga sucesión de 25 bóvedas.

Con un costo estimado en 850 mil pesos de la época, el proyecto comenzó a ejecutarse en 1901, luego de dictarse algunas disposiciones que incluían precios de los terrenos, títulos de propiedad y otras regulaciones por el estilo.

Después del primer trecho, para el que se demolieron algunas instalaciones públicas, como los balnearios, siguió la construcción en 1921 hasta la entrada de El Vedado.

Larga serpiente dormida a la orilla de La Habana

A mediados de la tercera década del siglo XX, alcanzó la altura de la calle G y, de 1948 a 1952, llegó hasta la desembocadura del Almendares, pero no fue hasta 1958 que se terminó totalmente y alcanzó los siete kilómetros de extensión que hoy tiene.

La avenida es una suerte de aliviadero por el que fluye limpiamente el tráfico vehicular de este a oeste, y viceversa, ahorrando tiempo y kilometraje.

A lo largo de su historia, esta arteria y el muro que la separa del mar han gozado de popularidad por los habaneros, quienes acuden allí a tomar el sol si hace frío, a bañarse si hace calor, a pescar, descansar, enamorarse, trotar para bajar de peso y mantenerse en forma, a conversar con los amigos y hasta a “descargar”, guitarra en mano y botella de ron por medio.

Sus anchas aceras proveen espacio ideal para el esparcimiento de los niños que pueden desplazarse raudos en sus patinetas o carriolas.

Y qué decir del Malecón cuando llegan los carnavales. Entonces se llena de música, colorido y alegría.

Hasta en la música está presente. Recordemos aquel tema, popularizado por la orquesta de Enrique Jorrín, que asegura que bañarse en el malecón es un peligro “porque en el agua hay un tiburón”, nada más alejado de la realidad.

Al contrario, esta larga y amplia serpiente de concreto y asfalto, bañada por el sol y acariciada por la brisa marina, es un deleite y un orgullo para los habaneros. (Gilberto González García, redacción digital. Fotos del autor)

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