Las casualidades de la vida, aceptadas no sin discusión por el enfoque marxista, unieron en una misma historia patria -la de Cuba- a dos titanes de la rectitud y el coraje, combatientes inmortales por la libertad: el Lugarteniente General Antonio Maceo (1845-1896) y el Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara (1928-1967) en la fecha del 14 de junio, señalada como el natalicio de ambos, aunque en distintos tiempos, lugares y siglos.
Entonces, los cubanos cada año viajan gustosos al
mundo de las metáforas y las coincidencias gracias a los guiños del devenir, ya
sea de manera independiente o vinculándolos en celebraciones conjuntas por la
efeméride, conscientes de que tales héroes no solo pertenecen a la memoria de
esta nación, sino que, además, fueron dos grandes de América Latina y la
humanidad, cuyas vidas son ejemplo, inspiración y guía sin distingos de épocas,
publica un artículo de la Agencia Cubana de Noticias.
El general mambí Antonio Maceo Grajales, nacido
en San Luis, Santiago de Cuba, en el oriente del país cuando la Isla sufría el
yugo colonial español, y Ernesto Guevara de la Serna, natural de Rosario,
Argentina, quien luchara por la libertad de esta tierra con gran coraje y
adhesión, amándola como un hijo más, aunque no fueron coetáneos, se integran
sin dicotomía al mundo de los cubanos de hoy por su accionar incansable y sus
pensamientos medulares e imbatibles.
En Cuba, a Maceo también se le recuerda bajo la
aureola de la grandeza de su estirpe, al ser el vástago mayor de la
familia fundada por Mariana Grajales, hoy venerada como Madre de la Patria
por su propia trayectoria, y Marcos Maceo, igualmente combatiente del Ejército
Libertador, muerto durante los combates.
Entró joven y lleno de bríos extraordinarios en
la historia de Cuba, en la cual es uno de los símbolos más altos de la moral,
fidelidad y combatividad revolucionaria-Mangos de Baraguá, 15 de marzo de 1878-
y ostenta la insignia de su difícilmente igualable trayectoria en campañas (Guerra de los Diez Años y Guerra Necesaria).
Muy pronto se alistó en las filas del naciente
Ejército Libertador, a pocas horas del alzamiento del 10 de octubre de 1868, cumpliendo
un mandato de su corazón y de su progenitora.
Alentado por su madre, junto al resto de sus
hermanos varones se incorporó como soldado y no solo él brilló en la lucha
emancipadora, también José, quien alcanzó el grado de general y murió en
combate a fines del siglo XIX.
El Titán de Bronce fue ganando con rapidez y
eficacia un desempeño difícil de igualar en los campamentos y sobresalió por su
gran fuerza ofensiva, que lo hizo merecer en la misma noche de su primer
combate en Ti Arriba el nombramiento de sargento. El 20 de octubre ya era
teniente y capitán abanderado el 10 de diciembre del mismo año inicial.
Mereció la insignia de teniente coronel a solo 10
días de ser combatiente, cargo desempeñado hasta 1872 en que fue ascendido a
coronel y llegó a la posición destacada de general de brigada a mediados del
siguiente año. Recibió la estrella de mayor general en mayo de 1877, grado con
el cual termina la guerra iniciática.
Se vio obligado a marchar al exilio e hizo un
recorrido por varias naciones antillanas, siempre vinculando sus actividades a
la causa libertaria cubana, hasta que se estableció en Costa Rica, en la
colonia agraria La Mansión. Fue una suerte de tregua de 17 años, hasta que se
reincorpora con José Martí y Máximo Gómez al proyecto de la nueva
guerra, que estalló el 24 de febrero de 1895.
Con ese fin, regresó a Cuba en una expedición,
junto a otro jefe mambí connotado, el general Flor Crombet y su hermano, el
general José Maceo.
En pleno fragor del combate murió a los 51 años
en San Pedro, Punta Brava, cuando consolidaba el éxito de la Invasión de
Oriente a Occidente, el 7 de diciembre de 1896. Antonio Maceo, como Lugarteniente
General, era el segundo al mando de los campamentos de la Guerra del 95,
dirigida por el Generalísimo Máximo Gómez y organizada desde el exilio por
Martí.
Para entonces, llevaba en su cuerpo las huellas
sagradas de 27 heridas, algunas de ellas muy graves y que lo pusieron al borde
de la muerte antes del momento infausto; cronistas y expertos señalan que
participó en más de 600 acciones de combate.
Su genio de jefe y estratega militar, al igual
que el de Gómez, fue reconocido no solo en Cuba, sino también en la región,
cuando los mambises asombraron al mundo por sonadas victorias y desempeño en la
última campaña libertaria.
En cuanto al Che entrañable de los cubanos,
empezó a formar parte de la historia nacional y corazón cuando decidió unirse
en México a los expedicionarios del yate Granma que enrumbaron en 1956 hacia la Sierra Maestra, a luchar por la
libertad de la Isla.
De allí bajó con los grados de comandante,
ganados bravamente en julio de 1957 y demostrados como jefe de una importante
columna, cuando dirigió decisivos combates y en la legendaria batalla final de
Santa Clara.
Se incorporó como médico a la lucha, pero pronto
demostró que estaba entre los primeros y más corajudos soldados e inteligentes
estrategas. Los años vividos en esta tierra muestran la gran confianza y estima
por él ganada con el máximo líder de la Revolución, Fidel Castro, y los
restantes jefes del Ejército Rebelde y por su entrañable hermandad con otro
líder amado, Camilo Cienfuegos.
Al triunfar la Revolución, fue ministro en
actividades de gran peso en los sectores de la industria y bancario, y se
aplicó a fondo en el estudio y la consagración sin límites al trabajo, para
desempeñar con dignidad, creatividad y honradez sus funciones.
Usó nuevos métodos de dirección, arrastraba y
entusiasmaba a sus subordinados mediante su entrega y ejemplo. Implantó un
riguroso sistema de control que preconizaba, ante todo, la exigencia por la
disciplina y el laboreo consciente y aplicado. Su austeridad y modestia fueron
proverbiales.
Sobresalió por su contribución efectiva y serena
a la defensa de la Isla, en los días luminosos y tristes de la amenaza de una
guerra nuclear de alcance mundial durante la Crisis de Octubre.
El tiempo ha pasado y el guerrillero que cayó en
combate en Bolivia, por la libertad de esa nación, el 9 de octubre de 1967,
además del reconocimiento amoroso de ser ciudadano argentino-cubano se había
ganado tiempo antes también la condición de hijo de la Patria Grande,
consecuente con el espíritu bolivariano, de Martí y Fidel, entre otros
próceres.
Rememorar y aprender de las vidas y el
pensamiento de ambos héroes cobra mayor importancia para la juventud y el
pueblo en tiempos de ardua batalla ideológica y política en defensa del derecho
a la soberanía y de fragor intenso por el desarrollo, en medio del brutal
bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba.
Maceo y Che, cada uno desde su tiempo, resultan
hoy fuente de inspiración de múltiples aristas.
Así marchan los cubanos del presente, siguiendo cabalmente la
orientación del Guerrillero Heroico, sin confiar en el imperialismo… ni tantito
así. (Redacción digital. Foto: Cubaminrex)
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